¿Rusia es una gran potencia?

El Cronista Comercial

Una sequía extendida es un castigo de la naturaleza. Los incendios forestales que se suceden también pueden llegar a serlo. Pero que una nación carezca de equipos en tierra y de aviones o de sofisticados productos de laboratorio que frenen o terminen con esa hecatombe es inaudito. Y mucho más si se precia de ser una potencia económica mundial, potencia aguerrida que ha pedido socorro a los Estados Unidos para combatir el siniestro. ¿Cómo, por qué Rusia ha llegado a ésta instancia? Por ineficiencia, por obra de una burocracia que se paraliza a la espera de órdenes ( como un lastre histórico) mientras los más altos funcionarios están gozando de sus vacaciones.

El caso no es anecdótico. No se reduce a las fotos de Moscú cubierto de humo, que se suma al bochorno del verano en una extendida megalópolis que no conoce los aires acondicionados ni las maneras modernas de frenar el intenso calor. El gobierno impuso la veda a las exportaciones de trigo por pérdida millonaria de las cosechas y debió trasladar frágiles depósitos nucleares.

¿Qué es un fenómeno inaudito, único? Quizás, pero el gran problema es que nadie encuentra ni pensó soluciones para aliviar a la población. Para evitar críticas, los expertos rusos brindan reflexiones de todo tipo y color, eximiendo la acción humana como provocadora de la tragedia. Hay deslizamientos de tierra en China -dicen-, inundaciones en Paquistán, lluvias torrenciales en el centro de Europa, calores extremos más al norte del Mar Báltico.

La tragedia de Rusia se da en un momento en que su Gobierno se precia de estar introduciendo casi a la fuerza a la nación en la era de la más extrema modernización. El presidente Dmitri Medvédev, hombre de confianza de Vladimir Putin, en su última visita a los Estados Unidos manifestó su admiración por las tecnologías de vanguardia en materia de ingeniería y de comunicación, admitió que su país todavía sigue abrazado a economías primitivas basadas en materias primas y prometió ya, cuanto antes, un cambio profundo. Rusia, confesó, no puede seguir viviendo de cereales y energía exportadas.

¿Pero por dónde empezar? La corrupción forma parte de la vida cotidiana, de los negocios, de la manera de acceder a la conducción de las empresas y volver millonarios a sus directivos, los llamados “oligarcas” y las mafias, que integran la élite, son las dueñas ostensibles de distintos sectores del poder. El año pasado, según el ranking de Transparencia Internacional, Rusia ocupó el puesto 146, pegadita a Zimbabue. La infraestructura productiva está muy avejentada y se generan accidentes de grandes dimensiones. Hay manifestaciones frecuentes de protesta por muy diferentes motivos políticos o laborales y atentados terroristas de grupos étnicos desplazados.

Las encuestas detallan apoyo popular a Medvédev y a Putin, muchos adhieren a una “modernización autoritaria”, decidida en el Kremlin, en medio del desorden. Sólo una minoría juzga que esa conquista es imposible sin modificaciones de orden político económico y especialmente moral. En ese camino ¿puede Rusia, sin más, ganarse la condición de gran potencia como sus líderes lo desean?