El primer país socialista del continente americano
El Secretario del Tesoro, Henry Paulson, habla el viernes pasado sobre el costoso intento del gobierno federal de estabilizar la actual crisis financiera.
Señoras y señores, tengan la amabilidad de salir un momento a la entrada de sus casas o asomarse a los balcones. Miren bien a su alrededor esta gran nación en que vivimos. Les presento al primer país socialista del continente americano. Los Estados Unidos de Norteamérica.
Reitero, sí, primer país socialista del continente americano porque esa cosa caudillista que ha habido en Cuba en el último medio siglo no tiene nada que ver con el socialismo. Ni siquiera Venezuela ha podido lograr el nivel de socialización que acaba de alcanzar Estados Unidos en esta última semana.
Cuando todos pensaron siempre que la socialización en el nuevo mundo comenzaría por países sudamericanos convulsionados por las desigualdades sociales con niveles desproporcionados en la distribución de la riqueza y ausencia de instituciones y mecanismos que pudieran garantizar procesos democráticos, acabamos de presenciar en esta última semana el inicio de un fenómeno que quizás muchos hayan pasado por alto pero que hace ya más de siglo y medio fue pronosticado por unos señores a los que tampoco les hicieron mucho caso en la época en que hicieron las predicciones. Los fundadores del marxismo dedujeron que la concentración y centralización de la producción y el capital conducía a un nivel de socialización de la producción y del trabajo en el cual, el establecimiento de una regulación social de los procesos económicos se presentan, a la vez, como una posibilidad real y como una exigencia de las fuerzas productivas altamente socializadas. Llegado el momento salta hecha añicos la envoltura capitalista de las fuerzas productivas y los expropiadores son expropiados.
También me vino a la mente con el reciente desplome económico mundial aquella respuesta que dio Federico Engels el 8 de diciembre de 1847 cuando le preguntaron si era posible hacer la revolución en un solo país, respondiendo enfáticamente: «¡No, la gran industria, al crear el mercado mundial, ha unido ya tan estrechamente todos los pueblos del globo terrestre, sobre todo los pueblos civilizados, que cada uno depende de lo que ocurre en la tierra del otro!''
Con excepción de algunos senadores y congresistas honestos que han llamado las acciones tomadas para abordar la crisis por su verdadero nombre de ''nacionalización'' todavía persiste en algunos sectores la actitud vergonzante de no querer reconocer la realidad y la verdadera envergadura de esta crisis. Aunque se trate de cambiar los nombres por ''rescate económico'', ''bailout'', ''rescate financiero'' o cualquier otro calificativo que se le quiera dar. Cuando un gobierno toma el control de los principales bancos e instituciones financieras del país que rigen toda su vida económica, no tiene otro nombre que nacionalización, y si la política, como dicen, no es más que la expresión concentrada de la economía, esto no tiene otro nombre que socialización.
Lo que a Lenin le costó hacer con una devastadora guerra civil y continuadas invasiones extranjeras que destruyeron casi toda la infraestructura de Rusia después de haber salido de la Primera Guerra Mundial imperialista, la administración republicana Bush-Cheney lo ha logrado en poco más de una semana no sólo pacíficamente, sino con el consenso de la mayoría de los políticos de todas las tendencias y afiliaciones partidistas.
Los procesos sociales siempre han muy difíciles de predecir y aunque nos imaginábamos que los errores garrafales de la administración republicana Bush-Cheney nos llevaban a la ruina, siempre teníamos fe en que no podía llegarse a los extremos a que se ha llegado. Pero el problema es mucho más serio y probablemente más catastrófico que lo que todo el mundo se imagina y lo más triste de esto es que entre todas las causas que nos han conducido a ella hay una muy relevante y ha sido la privatización de la riqueza. Donde ejecutivos que han fracasado en sus gestiones económicas y prácticamente hundido las grandes empresas que dirigían reciben millonarios bonos cuando son destituidos de sus cargos mientras que los infelices accionistas de esas empresas se quedan colgados de la brocha, en muchos casos perdiendo todos sus ahorros y hasta sus cuentas de retiro después de trabajar toda una vida.
Ahora, en esta crisis, en contrapartida a la privatización de la riqueza de los grandes ejecutivos se ha socializado la deuda conque se va a llevar a cabo la socialización. El panorama no puede ser más negro si le agregamos al trillón de dólares que tendremos que pagar con nuestros impuestos por esta socialización de la deuda nacional de Estados Unidos que ya asciende a $9.668,489.637,746.33 y que con una población estimada de 304,764,796 habitantes, nos toca a cada ciudadano compartir $31,724.43 de dicha deuda. Deuda que desde el 28 de septiembre del 2007 se incrementa en un promedio de $1.84 billones por día.
Es probablemente imperativo que el próximo 4 de noviembre logre hacerse cargo de los destinos de la nación alguien que ejerza el necesario liderazgo y nos salve de la catástrofe. El verdadero capitalismo puede ser salvado todavía, el neoliberalismo ya no tiene salvación. Acaba de fusilarlo la administración republicana.
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