Proteccionismo, ni para la seguridad nacional ni para los sectores estratégicos

Los intereses ¿de quién?
El primer problema con esto es que no están claros de quienes son los intereses que hay que defender. Si son los intereses de todos los españoles, entonces el libre mercado es lo mejor. El libre mercado puede dañar a ciertos productores. A aquellos cuya mercancía sea más barata importar que producir nacionalmente; es decir, aquellos cuyas líneas de producción son más costosas y, por tanto, los recursos utilizados estarían mejor destinados a otras líneas de producción. También es verdad que con la liberalización del mercado laboral a estos debería costarles menos de lo que les costaría en otros casos encontrar nuevos trabajos. No obstante, todos somos consumidores, pero no todos somos productores de aquello cuya producción nacional es más costosa que la importación. Por tanto, a simple vista parece que los intereses de la mayoría están mejor salvaguardados con el libre mercado.
Digamos que la solución que propone Raggio es que sea el gobierno el que decida cuáles son estos sectores estratégicos que merecen ser defendidos. Cualquiera con un mínimo de cultura política española podrá suponer lo muy diferentes que serían estos si la selección la hace el PSOE o el PP. O el PSOE con la coalición de izquierdas o el PP con Vox. ¿Cómo es posible que estos intereses estén tan claros si por un pequeño margen pueden cambiar tanto? Según las últimas encuestas, PP y Vox sumarían 179 diputados y PSOE más la coalición que les invistió en 2020, 158.
¿Patatas y mantequilla?
¿No se da cuenta Raggio que los sectores estratégicos los eligen políticos? ¿No se da cuenta de que igual que estos pueden elegir los que él cree que son necesarios, un gobierno del PSOE podría terminar defendiendo sectores que Raggio crea que no deberían defenderse? Pero es que, incluso si los políticos son los de tu color, estos se ven sometidos a incentivos perversos.
Todos los productores domésticos intentarán decir que su producto es vital para la seguridad nacional. Puede que Raggio tuviese solo en mente la producción de alimentos, ¿pero qué alimentos? Técnicamente, podemos sobrevivir a base de patatas y mantequilla. Si esto es todo lo que necesitamos, ¿por qué no defender solo las industrias nacionales de estos dos productos?
Quizá Raggio vea obvio que esto no sería suficiente y que tendríamos que asegurar la producción nacional de muchos más productos de alimentación, a fin de cuentas, es geopolítica. ¿De cuáles? ¿Tenemos que ser capaces de producir aguacates en España a pesar del gran coste de producción que eso supondría? ¿Tenemos que producir de todo sin importar el coste? ¿O solo de aquello que los políticos consideren vital para la subsistencia? Igual si tenemos un gobierno del PSOE decide que todos tenemos que poder vivir a base de langostinos y cigalas. Pero, ¿sería esto realmente necesario y una cuestión de seguridad nacional?
La protección del pelo de cabra en Angola
También habría que preguntarse que por qué solo alimentos. Raggio no lo dice explícitamente, pero ambas fotos de su hilo hablan sobre alimentación. ¿Por qué no también proteger la industria del acero? ¿No es también necesaria para la defensa nacional? O la producción de microchips. En Estados Unidos, desde 1954 hasta 1993, el gobierno consideraba que el mohair, la fibra procedente del pelo de la cabra de Angora, era vital para la defensa nacional, puesto que era usada para la producción de uniformes militares.
Durante cuatro décadas, los productores de mohair recibieron millones de dólares anuales en subsidios. Puede parecer ridículo, pero era un caso real. Y lo sigue siendo. En 2002 volvieron los subsidios a esta industria, los cuales están regulados por el Marketing Assistance Loan Program del 2014 Farm Act.
Externalidades positivas
La otra razón que interpreto que da Raggio para defender el proteccionismo es que ciertas industrias generan externalidades positivas. Para este caso, no obstante, el proteccionismo no sería la mejor política, sino los subsidios. El problema con este argumento es que este proteccionismo en un área de especial interés puede ser contraproducente, pues, puede traducirse en que entren menos de esos bienes al mercado nacional y sean de peor calidad.
Si lo que te preocupa es que quieres que tus ciudadanos puedan disfrutar de ese bien, entonces querrán que tengan la mejor opción disponible. Si crees que producirlo tú te genera unas externalidades positivas al, por ejemplo, estar entrenando a tus ciudadanos en la producción de microchips, tendrás que defender por qué estas externalidades superan los beneficios de que los consumidores nacionales puedan hacerse con los microchips de una mejor calidad a un menos precio.
Otro problema es el decidir cuáles son estas industrias clave. El gobierno y los burócratas que industrian generarán spillovers positivos. Si se equivocan y deciden proteger una industria que después no tendrá demanda, lo pagamos todos. Por ejemplo, Raggio puede pensar que las nuevas gafas de Apple son el futuro y que tenemos que defender a los productores de alternativas a estas. Si se equivoca, pagamos todos, dañando así los intereses nacionales.
La ley de asociación de Ricardo
Como decía Adam Smtih:
El conceder el monopolio del mercado nacional a la producción nacional, en cualquier arte o industria, equivale en alguna medida a dictar a los ciudadanos particulares la manera en que deberían emplear sus capitales, y en todos los casos resulta una intervención inútil o perjudicial. Si la producción nacional puede llegar al mercado tan barata como la extranjera, es evidente que la intervención es inútil. Si no puede hacerlo, será generalmente perjudicial. La máxima de cualquier prudente padre de familia es nunca intentar hacer en casa lo que le costaría más hacer que comprar. El sastre no fabrica sus zapatos, sino que se los compra al zapatero. El zapatero no se hace sus vestidos, sino que recurre al sastre. El granjero no intenta hacer ni unos ni otros, sino que acude a esos artesanos. Todos ellos comprenden que les resulta más conveniente emplear su esfuerzo de forma de tener alguna ventaja sobre sus vecinos, y comprar lo que necesitan con una parte del producto de su esfuerzo, o lo que es lo mismo: con el precio de una parte. Lo que es prudente en la conducta de una familia nunca será una locura en la de un gran reino.
Adam Smith, Una investigación sobre el origen y las causas de la riqueza de las naciones. Libro 4, capítulo 2.
Esto nos debe recordar a la ley de asociación de Ricardo.
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