El narcicismo de las pequeñas diferencias en la historia de Cuba
Un hombre está al borde de un precipicio a punto de saltar cuando otro le grita: ¡detente, no saltes!
Saltador: ¿Por qué no?
Segundo hombre: ¡Porque hay muchas razones para vivir!
Saltador: ¿Cuáles?
Saltador: Sí.
Segundo hombre: Yo también. ¿Eres cristiano o budista?
Saltador: Cristiano.
Segundo hombre: Yo también. ¿Eres católico o protestante?
Saltador: Protestante.
Segundo hombre: Yo también. ¿Eres episcopal o bautista?
Saltador: Bautista
Segundo hombre: Magnífico. ¿Eres de la original Iglesia Bautista de Dios o de la Reformada Iglesia Bautista de Dios?
Saltador: De la Reformada Iglesia Bautista de Dios.
Segundo hombre: Yo también. ¿Eres de la Reformada de 1879 o de la de 1915?
Saltador: De la reformada de 1915.
Segundo hombre, insultado y empujándolo al precipicio: ¡Hereje! ¡Muérete, bazofia!
Llegué a esta ocurrencia investigando la teoría de Sigmund Freud sobre el “Narcisismo de las pequeñas diferencias”. En su tesis, Freud argumenta que “son precisamente diferencias menores entre personas afines las que forman la base de sentimientos de hostilidad entre ellas”. Llamó a este fenómeno narcisismo de las pequeñas diferencias.
En ciencias políticas el narcisismo de las pequeñas diferencias explica por qué comunidades con similares contextos étnicos, lingüísticos y culturales, y en ocasiones en territorios adyacentes, tienden a encerrarse en feudos. En muchos casos de conflictos étnico-nacionalistas el odio más profundo aparece en comunidades que, por la mayoría de las apariencias, muestran muy pocas diferencias significativas.
Por ejemplo, la violencia en Kirguistán entre las poblaciones uzbeka y kirguís, las tóxicas confrontaciones en el Punjab, Irlanda del Norte, Chipre, Sri Lanka, y en Bélgica entre belgas franco y flamencoparlantes; la crueldad en la guerra de los Balcanes, el salvajismo de hutus y tutsis en Rwanda y Burundi, el conflicto iraní shiíta-sunnita, y muchos más. Claro, cuando comienza el conflicto otras diferencias y tópicos actúan como multiplicadores de la hostilidad.
Con su narcisismo de las pequeñas diferencias Freud nos da un marco analítico de explicación causal, pero no mucho más. Se ha sugerido que la angustia es narcisista por naturaleza porque es como si nos estuviéramos mirando a nosotros mismos en un espejo.
He llegado a pensar en el narcisismo de las pequeñas diferencias considerando las divisiones en los movimientos opositores, particularmente en la historia de Cuba desde las guerras por la independencia en el siglo 19 hasta las últimas seis décadas de oposición al castrismo. Algunos episodios, como el vergonzoso abandono del patriota cubano Carlos Manuel de Céspedes por sus compatriotas, tuvieron consecuencias trágicas. Céspedes, que en 1868 liberó a sus esclavos e inició la Guerra de los Diez Años, fue posteriormente depuesto en un golpe de liderazgo. El nuevo gobierno cubano no le permitió exiliarse y le negó una escolta. Sin protección, las tropas españolas lo mataron en 1874.
La oposición cubana al régimen de Castro, desde sus orígenes en 1959, ha estado fragmentada, compuesta por una miríada de grupos carentes de unidad operacional. A veces las diferencias tienen sustrato político o filosófico, pero también son resultado de diferencias tácticas, revanchismo, y ambiciones personales de protagonismo. Esta desunión persevera hasta hoy, a menudo iniciada o explotada por los omnipresentes servicios castristas de contrainteligencia.
Pero son cubanos que trágicamente pelean unos con otros agresivamente, a pesar de un objetivo predominante de oposición a la ideología comunista. ¿Se trata de una manifestación de narcisismo de las pequeñas diferencias?
Comprensiblemente, los grupos de oposición no pueden aspirar a estar de acuerdo en todo en sus divergentes programas político-económicos. Pero, como fue el caso de los Padres Fundadores, es necesario trabajar conjuntamente con quienes pueden profesar ideas políticas diferentes pero tienen voluntad de unirse sobre aspectos específicos y derechos.
Más que crítica, el narcisismo de las pequeñas diferencias de Freud ofrece a los grupos de oposición una pauta para la introspección constructiva.
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