Argentina: Roca, Evita y la moneda
Sin
duda que este gobierno se siente con autoridad para dirigir la vida de todos
los ciudadanos de la Argentina. Nos quiere decir donde debemos veranear, que
debemos importar y exportar y también en que moneda debemos ahorrar. La moneda
para sorpresa de muchos no es un invento de los gobiernos, es un invento del
mercado, la misma nace a partir del trueque. Antiguamente en las economías
primitivas se recurría al trueque como medio de intercambiar bienes y
servicios. A medida que el comercio se expandía aparece la moneda, la misma era
aceptada por la gente siempre y cuando cumpliera con ciertas condiciones, esta
debía ser transportable, divisible, durable, homogéneo, etc. A lo largo del
tiempo sobresalieron el oro y la plata como los más eficaces medios de cambio.
Más
tarde con la aparición de los bancos, comenzaron a circular los recibos
bancarios, esos recibos eran aceptados por que los respaldaba el oro y una
institución confiable. A través de los bancos centrales en el siglo XX los
estados monopolizaron la emisión monetaria, pero la situación se complica con
la salida del patrón oro ya que esto permite emitir sin respaldo, de hecho las
hiperinflaciones en la historia económica mundial son del siglo XX, la razón,
es que ya no hay límites para los gobiernos a la hora de expandir el gasto.
Nuestra moneda, el peso argentino, como consecuencia de la inestabilidad
monetaria agrego 13 ceros a su valor original. El peso actual, que comenzó a
regir partir de 1992, equivale a 10.000.000.000.000 Pesos Moneda Nacional de
1881.
En
estos tiempos el valor de la moneda se respalda en la confianza que la
población tiene en las instituciones jurídicas políticas y económicas del país
emisor (la gente demanda el billete también porque cree que al día siguiente
seguirá teniendo cierto poder de compra), la moneda no es otra cosa que papel
pintado impreso, cuando la desconfianza sobre las instituciones y la moneda se
apodera de la gente esta pierde su fundamento, el agilizar transacción y
capacidad de transformarse en reserva de valor.
Podemos
aspirar a que las figuras de nuestra historia impresas en los billetes sirvan
de inspiración para los gobernantes actuales, siguiendo este ejercicio
encontramos senderos que se bifurcan. Por un lado tenemos al Gral. Julio A.
Roca tal vez el prócer más representativo de la generación del 80 y el que
ocupa aun, pero en forma compartida el billete de mayor denominación de
la Argentina. Justamente el periodo que se abre con la llegada del Gral. Julio
A. Roca -1880-1914-, es definido como el de gran crecimiento, es que la
tasa de expansión económica de la Argentina tiene pocos antecedentes en la
historia de la economía mundial.
El
producto bruto per cápita de Argentina entre 1875 y 1914 se incrementó un 245%
(3,3% anual), es decir, casi tres veces y media. La Argentina en 1889 absorbió
entre un 40% y 50%de las inversiones británicas hechas fuera del Reino Unido.
La expansión de nuestras vías férreas fue desde 503 km en el período 1865/69 a
31.104 km en el período 1910/14. Durante el período 1865/69 el ingreso por
habitante representaba tan solo el 34% de países como Gran Bretaña, Estados
Unidos, Canadá y Australia, mientras que en el período 1910/14 representaba el
82% de los países mencionados. La década del ochenta no transcurrió sin
tropiezos, la crisis de 1890 fue provocada a causa de que el gobierno
incurrió en enormes emisiones y déficit fiscales, pero la claridad sobre el
rumbo tomado mas las medidas de austeridad hicieron que el país llegara a fin
de siglo en condiciones tales que pudo incorporarse al régimen de patrón oro,
creando una caja de conversión solida, de esta manera se había demostrado al
mundo que el país estaba en orden y el compromiso de no usar la emisión para
obtener recursos fiscales.
La
otra persona en cuestión es Eva Perón, quien junto a su marido el Gral. Juan
Domingo Perón siguen influyendo en muchas de las ideas económicas que imperan
en la Argentina de hoy. Si bien el Bco. Central fue creado en 1935 con
objetivos limitados fue en 1946 cuando se ampliaron los objetivos del
mismo, lo que abrió el camino a la larga y enorme inflación de la segunda mitad
del siglo XX. Paradójicamente al igual que en estos tiempos el argumento de la
reforma del BCRA de 1946, era que las reservas del Banco Central ya no tendrían
la función limitada del pasado, sino que serían el instrumento principal en la
política de apoyo crediticio a la promoción de las actividades económica, así
se abrió el financiamiento del gasto por medio de la emisión. Las puertas de la
hiperinflación tuvieron su génesis aquí, ya que a partir de entonces la
inflación promedio anual durante el período 1946-74 fue del 33,2%, saltó al 206%
para el período 1975-83 y en el periodo 1980-1989 tuvo un promedio anual de
750.4 %. Con la emisión del Banco Central se pudo financiar la compra de
empresas o crear nuevas y además el gobierno utilizo dicho mecanismo para
ocultar el déficit del gobierno. También financió a tasas reales negativas a
empresarios cercanos a quienes privilegió.
Estas
ideas económicas prevalecerían a lo largo de todo el siglo independientemente
del signo político, como consecuencia tendríamos de aquí en más un estado
sobredimensionado solo financiable a través emisión monetaria, altos impuestos
y la confiscación de ahorros privados. Las nacionalizaciones de depósitos de
los años 1943, 1975 y 1989 (Plan Bonex), en el 2001 la confiscación de los
fondos de las AFJP por parte del Estado, y finalmente, en el 2008, la
estatización de las AFJP, que pasaron a la órbita de la ANSES son una prueba de
esto. Nada de esto fue gratis, alejarnos de los principios de 1853 provoco otro
milagro, el “milagro del subdesarrollo argentino”.
Ojala
estas enseñanzas nos ayuden a retomar el camino del que nunca debimos haber
salido. El mundo ha vuelto a demandar nuestros productos, conocer estos caminos
ayudara a aprovechar esta nueva chance.
- 23 de enero, 2009
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