Argentina: La presidenta controla el poder, pero no la expectativa de poder
La Prensa, Buenos Aires
Los romanos ponían en los márgenes de los mapas donde comenzaban las zonas desconocidas la leyenda "Hic sunt leones", aquí hay leones. Quien entraba en esos territorios sabía que enfrentaba el doble riesgo de lo ignorado y de lo peligroso. Esa misma advertencia podría hacerse hoy sobre el futuro político mediato, ya que si bien la presidenta Cristina Fernández controla sin sobresaltos el poder, han comenzado a surgirle desafíos porque ese poder tiene fecha de vencimiento. Una fecha de vencimiento relativamente lejana, pero que las últimas dificultades económicas han actualizado.
Los desafiantes -con distintos estilos y posibilidades- fueron dos: Daniel Scioli y Hugo Moyano. En los pasados siete días la jefa de Estado dio cuenta sin problemas de ambos. Sometió al gobernador a un fuerte desgaste con el simple expediente de cortarle los fondos para impedirle pagar el aguinaldo y después lo criticó duramente por no pagar, dando a entender que las penurias de los empleados públicos bonaerenses son consecuencia de que están en manos de un mal administrador, aunque en realidad, son atribuibles al hecho de que dependen del candidato a presidente mejor posicionado para las próximas presidenciales.
El gobernador respondió las amonestaciones con el silencio, porque no puede hacer otra cosa, a menos que pretenda escalar la crisis hasta convertirla en ruptura. La dirigencia opositora y buena parte de la opinión pública creen que debería responder al ataque con el desalineamiento y una actitud combativa, pero no hay resistencia posible sin fondos, sin aliados y con un poder institucional recortado. Intentó aprobar una ley de emergencia y no pudo, intentó vender unos bonos en poder del Banco Provincia y tampoco pudo. Su capacidad de maniobra es tan estrecha que cree, al parecer, que la única salida es soportar el castigo a la espera de que la presidenta se quede sin reelección y él pueda dar un paso al frente.
Existe, no obstante, la posibilidad de que la presidenta quiera no sólo desgastarlo de cara al 2015, sino también que esté planeando destituirlo. En ese caso sólo le restaría librar una guerra de supervivencia que afectará sin duda la economía global.
La situación de Moyano es distinta, porque dispone de un poder no condicionado por el de la presidenta. Quedó de todas maneras neutralizado mediante el simple expediente de aislarlo, "convenciendo" a los sindicatos más poderosos para que formen su propia central obrera. Consecuencia: hoy la presidenta está en el centro de la escena y dispone de la iniciativa. Nadie está en condiciones de competir con ella.
Conciente de que con el poder corporativo no alcanza el camionero intentó un giro político el jueves en Ferro. Prometió militar en contra de la presidenta y la atacó donde más le duele: en la inflación y la inseguridad. No se limitó al reclamo sectorial -el del aumento del mínimo no imponible-, que involucra únicamente a sus representados, porque busca ocupar el espacio vacío de la oposición partidaria. Ahora reclama por toda la sociedad.
Más allá de esas aspiraciones su capacidad de pasar del gremialismo a la política parece recortada por su situación personal, pero es imaginable como proyecto porque hay un sector del electorado que está comenzando a percibir el deterioro económico y ve al gobierno sin respuesta.
Por otra parte las tribulaciones de Scioli, la incipiente debilidad que los actores políticos ven en la presidenta y el paso al frente del líder camionero forman parte del mismo fenómeno: el fuerte deterioro institucional que se agudizó con la crisis de 2001. Scioli no puede dar batalla porque desde 2002 el poder central cuenta con el 70% de los fondos fiscales y los usa para disciplinar políticamente a gobernadores e intendentes. Domina así los "aparatos" electorales y estructuras partidarias, define candidaturas y alza y derriba dirigentes.
Esto derivó en un férreo unicato y el unicato transformó el presidencialismo ya existente en un personalismo exacerbado, que plantea problemas cuasi monárquicos a lo hora de los reemplazos. O el presidente consigue mantenerse en el poder o la sucesión se convierte en una crisis. Mientras los miembros del matrimonio Kirchner podían alternarse el problema no existía, hoy es una cuestión clave y hasta que no sea despejada prevalecerá la incertidumbre. Ese es el territorio de los leones donde el poder "K" parece haber ingresado.
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