Mensaje de Robert Barro (a los keynesianos)
El profesor Sala-i-Martin escribió en twitter lo siguiente: "mensaje de Robert Barro a los economistas keynesianos" con un link a un artículo titulado "Las políticas de estímulo siguen fracasando".
Barro resalta el contraste de los países que escogieron la austeridad para capear la crisis, versus aquellos que han recurrido a una expansión fiscal. En el primer grupo se encuentran Alemania y Suecia, que se apretaron el cinturón y obtuvieron una tasa de crecimiento anual del PIB del 3,6 y del 4,9% respectivamente. En cambio, en el grupo de Grecia, Portugal, Italia y España han incurrido en déficit fiscales alrededor del 8% del PIB, y ya todos saben el futuro sombrío que se cierne sobre esas economías.
Barro resalta que no existe evidencia empírica que soporte el modelo keynesiano, aunque no esconde que en el corto plazo dichas políticas puedan tener algún efecto positivo. Además, pone de manifiesto el peligro de la insostenibilidad de dichas políticas. Este peligro se ve amplificado por "la fe de los adoradores de Keynes" que lleva a esos economistas a afirmar que la débil recuperación de las economías se debe a que los gobiernos carecen de "suficientes compromisos con la expansión fiscal"… "Este punto de vista es peligrosamente inestable. Cada vez que los aumentos de los déficits fiscales no consiguen obtener los resultados deseados, la política aconseja asumir déficits aún mayores. Si, como creo que ocurre, los déficits fiscales solo tienen un impacto expansivo en el corto plazo sobre el crecimiento y luego se vuelven negativos, los resultados de seguir esa política son un crecimiento económico persistentemente bajo y una explosión de la deuda pública en relación con el PIB" (pone de ejemplo a Japón, que adoptó las políticas keynesianas en los noventa y ahora tienen una deuda pública del 210% del PIB, con una tasa de crecimiento baja).
Como dice Barro, el modelo keynesiano es pedagógicamente fabuloso: está centrado en la intervención del Gobierno, que estimula la demanda agregada por medio del gasto público. Todo el mundo lo entiende, y a los políticos les encanta. Eso de la intervención del Gobierno para estimular la economía es algo tentador: es como una caja de herramienta que los hace pensar que son omnipotentes. Todo tiene una explicación. Y si no se cumple lo que habían planificado, tienen las excusas para reintervenir cuando no se acercan a los equilibrios previamente establecidos por ellos. Pero la realidad es que la economía keynesiana tiene un aparato conceptual que para mantenerlo, hace falta ir contra el sentido común. Barro lo dice de una forma más elegante: "el modelo keynesiano pide a uno poner el sentido común económico de cabeza. Por ejemplo, más ahorro es malo debido a la caída de la demanda de los consumidores, y una mayor productividad es mala debido a que el aumento de la oferta tiende a reducir el nivel de precios, aumentando así el valor real de la deuda… y el mayor gasto del Gobierno es bueno incluso si se destina a proyectos derrochadores".
Yo, que he tenido la oportunidad de tomar cinco cursos de macroeconomía en los últimos 15 años, he visto cómo de manera sistemática los profesores que explican el modelo de Keynes resaltan lo maravilloso que es el multiplicador keynesiano, y las bondades del aumento del gasto público, la devaluación y la inflación. Solo al profesor Hugo Faría le he oído críticas al modelo keynesiano. Entre otras, que el modelo keynesiano ignora el bienestar de la persona. Lo que quizá pasa oculto aquí, es que el modelo keynesiano está sesgado a enfocar la economía desde el punto de vista del Gobierno como si fuese el único actor , ignorando a la persona, la familia y la empresa. De esta forma se entiende que los keynesianos promocionen políticas que aumentan el costo de la vida y la inflación, al propiciar la caída de la capacidad de compra de los sueldos, y todo con la buena intención de estimular la economía.
Barro dice que lo positivo de toda esta controversia es que las diferentes políticas que se están implementando actualmente van a permitir a los economistas analizar las consecuencias económicas de la austeridad. Dependiendo de los resultados, eso podría ayudar a inclinar a los economista keynesianos que tengan la suficiente apertura equilibrar más su sesgo gubernamental y ponerse un poco más de lado del ciudadano común.
Ya para terminar comparto una frase que le escuché al profesor Faría en una de mis clases: "el multiplicador keynesiano es como el unicornio: nadie lo ha visto jamás". Espero con ansias el estudio de las consecuencias económicas de la austeridad.
- 23 de julio, 2015
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