Argentina: Crédito para todos o deuda para todos
La crisis del mundo desarrollado es una crisis de solvencia por sobreendeudamiento. En los “años felices” de los comienzos de este siglo, los flujos de comercio que iban hacia los emergentes para comprar materias primas, combustibles, servicios de informática o bienes industriales baratos, retornaban al mercado financiero de los desarrollados, en especial al de los Estados Unidos, y se multiplicaban en “crédito para todos” gracias a la ingeniería financiera, pero mucho más por la irresponsabilidad populista de líderes políticos y tecnócratas que se contagiaron de los latinoamericanos, comprando la fantasía de que las soluciones mágicas existen.
Cuando el sistema explotó, el crédito para todos se transformó en “deudas de todos”.
Las crisis de solvencia, es decir de pasivos superiores a los activos, se arreglan muy lentamente, mejorando el valor de los activos y reduciendo el valor de los pasivos. Las salidas “a la argentina” que muchos sugieren, licuando drásticamente los pasivos o defaulteándolos para cambiar el problema de solvencia de un día para el otro, se pueden encarar en mercados de capitales marginales y en países cuya deuda resulta ínfima en términos globales, como en nuestro caso, y con el costo brutal de corto plazo que padecieron los sectores más pobres de nuestro país, enfrentando drásticas caídas del salario real, de las jubilaciones reales y la duplicación de la tasa de desempleo. Y con costos de largo plazo, sobre la tasa de inversión, que todavía estamos padeciendo.
Pero esa solución no está disponible cuando se trata de mercados de capitales gigantescos e interrelacionados que administran los ahorros de miles de millones de personas y con enormes stocks de deudas que respaldan fiduciariamente (por fe, por confianza) las tenencias de monedas locales.
Sin facilismos a la vista, en los EE.UU. se intentó recuperar el valor de los activos reduciendo las tasas de interés a cero, devaluando el dólar e induciendo a los ciudadanos norteamericanos a volver a gastar, y expandiendo el déficit fiscal para reemplazar con gasto público la caída del gasto privado. Del otro lado del Atlántico, en Europa, el sobreendeudamiento era, además de privado, público. Los estados periféricos aprovecharon la liquidez del euro para financiar su insostenible estado de bienestar, colocando deuda, captando los ahorros del público y de los futuros jubilados a través de los bancos europeos. Aquí se busca la solución haciendo que los estados más ricos, el Banco Central Europeo y el FMI financien los próximos pagos de deuda de Grecia, mientras los estados periféricos se despiertan de su propio sueño populista y enfrentan la nueva realidad.
Pero, por ahora, lo aportado aparece como “amarrete” e insuficiente para evitar que lo de Grecia se contagie a otros países.
En un contexto creíble, con liderazgos e instituciones adaptadas a estas nuevas realidades y coordinación global, los costos de este ajuste, que se van a traducir en bajo crecimiento siempre al borde de la recesión, para los países centrales se podrían haber compensado, durante un tiempo, con una fuerte reacción positiva del sector privado, que vería que, al final del camino, podría haber una economía más sana que la vivida en estos años.
Pero, lamentablemente, lo que puso de manifiesto la “solución” del Congreso y el Ejecutivo norteamericano, la política del Banco Central Europeo y lo que acontece en la política europea, es que ese liderazgo, esa coordinación, esas instituciones, todavía no están, o no están lo suficientemente maduras, generando desencanto.
¿Se justifica que ese desencanto se haya traducido en pánico? A mí modesto juicio no. Pero ¿cómo se hace para que un inversor se asuste sólo “un poquito”?
De allí que asistiremos a volatilidades fuertes y, en la micro, a la necesidad de ser muy selectivos y rápidos. (Ya lo sabe: ese… es otro precio).
Finalmente, ¿nos afectará todo esto?
No se hagan los rulos. La Argentina no está aislada del mundo ni por los flujos de comercio ni por los flujos de capitales. (¿O dónde están los ahorros de los argentinos?) Convivir con monedas de reserva débiles y un menor crecimiento global y regional exigirá cambios de políticas (no profundización) más temprano que tarde.
- 23 de enero, 2009
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