Hay una epidemia mundial de libertad
Los problemas de salud del Medio Oriente tienen altamente preocupados a algunos países, algunas organizaciones multilaterales y a algunos líderes, pues la epidemia de libertad que se ha desatado es relativamente fácil de propagar. Después de muchos años de dominación autocrática, los pueblos de Túnez, Egipto, Libia, Irán, Marruecos, por mencionar algunos, han venido emergiendo con valentía frente a regímenes que, con sus matices, tienen un elevado déficit de justicia, equidad y de respeto a los derechos humanos. No cabe duda que el sentimiento colectivo de estos pueblos es el de retomar caminos de libertad dentro de gobiernos con ingredientes de incuestionable valor democrático.
La reacción de los colegas gobernantes, no se hizo esperar. En su empeño por mantenerse en el poder, las cuestionadas autoridades han tomado diversas medidas para tratar de contener la propagación de la epidemia, con más fracasos que éxitos. De hecho, el remedio que ha demostrado menos capacidad terapéutica, ha sido la limitación operativa de las redes sociales, las que han tenido efectos secundarios contrarios al esperado en el tratamiento.
Estos regímenes suman muchos años de dominio con elementos compartidos y contrapuestos. Por una parte cuentan con líderes decadentes de escasa vocación democrática y deseo de perpetuarse en el poder. Del otro lado se le oponen los pueblos con la necesidad de vivir en libertad al amparo de instituciones democráticas. No me creo en capacidad de juzgar la tardanza en la reacción contra la autocracia gobernante, sin embargo, esperar tanto tiempo para despertar es preocupante.
El destino de esos pueblos rebeldes no nos puede resultar ajeno y menos al evidenciar el elevado costo que para ellos está resultando el logro de la libertad y la conducta de la comunidad internacional, para que sus intereses parecieran estar por encima del cruel drama de derramamiento de sangre que esos países están viviendo.
La salud del Medio Oriente no es la única salud que está en riesgo. En América Latina también hay algunas evidencias de endemias, cuya erradicación no puede esperar tanto tiempo. Por estos lares tenemos un ejemplo significativo en el caso cubano, cuyo líder único, Fidel Castro, lleva 50 años gobernando y aspira continuar a través de su hermano. No obstante, se vienen presentando unas reacciones de hartazgo, incipientes pero alentadoras.
Otros líderes latinoamericanos están tratando de transitar la ruta de la eternidad, pero han aprendido mucho y pretenden que ese cometido se logre constitucionalmente, es decir, amparados por las leyes que, al decir del pavo real, todo lo pueden arreglar.
Venezuela no escapa ni al deseo de perpetuidad, ni tampoco a la epidemia de libertad latente, que de cuando en cuando erupciona. La más reciente fue la protagonizada por los estudiantes expresada en una huelga de hambre de progresiva aparición con presencia nacional.
En la situación del Medio Oriente, hay lecciones aprendidas y llamadas de alerta. A pesar de la distancia, hay dos personajes con un mismo discurso: se declaran líderes únicos de un proceso revolucionario sin límite temporal; están por encima del país y el Estado; no aceptan la disidencia; son militares de rango contiguo; representan preocupación en su entorno geográfico; y ambos empuñan la espada de Bolívar.
¡Dios los cría y ellos se juntan!
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