Egipto: Acabar con este chantaje
Hacerse trampas al solitario es propio de idiotas. El problema en Egipto no es quién sustituya a Mubarak. El problema en Egipto es Mubarak, el verdadero culpable de lo que allí ocurre. Durante treinta años ha proclamado que la alternativa a él era el caos y ha tolerado/fomentado el islamismo de los Hermanos Musulmanes y lo ha exportado a terceros países para que fuésemos conscientes de lo que se trata y para convencernos de que no hay más recambio a él que un regimen fundamentalista. Ergo… su continuidad es imprescindible. Es el mismo discurso de Assad padre e hijo y era el discurso de Sadam husein hasta hace una década.
No podemos permanecer eternamente sometidos a ese chantaje.
Es cierto que por instinto nos sentimos identificados con dos actores secundarios de este drama que han manifestado su respaldo a Mubarak. De una parte Israel, que siente un lógico pánico ante lo que pueda venir detrás de Muabarak. Es comprensible. Esta luminaria del occidente onusiano, Mohamed al-Baradei, que ha tenido a bien autoproclamarse jefe de la oposición, es el mismo que el verano pasado en «Der Spiegel» declaraba a la franja de Gaza «la mayor prisión del mundo». Y no lo decía por lo que allí ocurre bajo el mandato de Hamas. Con un «moderado y liberal» como éste es comprensible que el Gobierno israelí se sienta más protegido con Mubarak. Y lo mismo sienten los ocho millones de coptos (cristianos) egipcios. El papa Shenuda III declaró su respaldo a Mubarak el pasado lunes. Porque como dice al WSJ Samy Farag, director del hospital de San Marcos, en Alejandría, «nos sentimos más seguros con él porque encabeza un partido grande y fuerte. Si se va llegarán partidos que no conocemos».
El problema es que ambos —coptos e israelíes— se conforman con lo malo conocido y no quieren probar lo que pueda ser mejor. Y olvidan que el régimen de Mubarak ha alimentado el auge de islamistas tan notorios como el doctor Ayman al-Zawahiri, número dos —¿o será en realidad el número uno post Bin Laden?— de Al Qaida. Al-Zawahiri emprendió su progresiva radicalización en la década de 1980 en la represión de Mubarak post asesinato de Sadat. No olvidemos que tras aquel magnicidio Mubarak impuso —con razón— el estado de excepción que sigue en vigor ¡treinta años después!
La caída de Mubarak ha de dar lugar a una reforma democrática. Pero recordemos que durante tres décadas Hosni Mubarak ha practicado un doble por el que ponía la mano a Estados Unidos y mantenía la paz con Israel mientras alentaba un discurso contra ambos. Por eso, y por apoyar a Mubarak, lo normal es que la primera reacción tras su caída sea, también, contra Occidente.
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