Latinoamérica: Inquietante presencia iraní
Por Jaime Daremblum
Washington — Apoyado por Chávez, el régimen de Teherán proyecta una sombra nociva y peligrosa en Latinoamérica. El 12 y 13 de abril el presidente Obama será anfitrión de la Cumbre sobre Seguridad Nuclear, que reunirá en Washington a 44 jefes de gobierno. Aunque el Departamento de Estado insiste que no considerarán temas de proliferación nuclear, sino la cooperación y la seguridad de materiales nucleares para prevenir actos terroristas de ese tipo, es difícil imaginar que el evento esté desvinculado del peligroso programa nuclear de Irán.
Así lo ven los cabecillas del régimen en Teherán, quienes anunciaron una reunión internacional en la capital iraní, a realizarse apenas 5 días después de la cumbre en Washington, con la supuesta intención de demostrar que su programa nuclear tiene propósitos pacíficos, algo que no lo creen ni sus vecinos árabes. Es comprensible que Estados Unidos quiera resaltar el peligro que representa la capacidad nuclear en manos de un régimen dictatorial, militarizado y fanáticamente inspirado como el iraní, pero también sorprende que al mismo tiempo haya ignorado por varios años las cabezas de playa que los ayatolas han venido estableciendo en el hemisferio, con la complicidad de Hugo Chávez. Caracas y Teherán han estado trabajando por años en escalar su peligrosa alianza. Su paso más descarado ha sido firmar un memorándum de entendimiento para “cooperar en el campo de la tecnología nuclear”, para que Chávez abastezca a los iraníes con uranio de Venezuela y que Ahmadinejad le transfiera la tecnología nuclear iraní.
Recordemos que Venezuela y Cuba fueron los únicos países que votaron a favor de Irán en la reunión de gobernadores de la Organización Internacional de Energía Atómica que el año pasado condenó el programa nuclear iraní. Chávez ha estado ayudando a Teherán a evadir las sanciones internacionales. La movida más descarada fue la creación del mal llamado Banco Internacional de Desarrollo, que supuestamente es venezolano, pero todos sus 26 directivos son iraníes y es ciento por ciento propiedad del Banco Saderat de Irán, sometido a sanciones por el Departamento del Tesoro norteamericano.
Y con Chávez actuando de Celestina ante Rafael Correa, los iraníes se han infiltrado también en el sistema bancario ecuatoriano, con una inversión de $120 millones de dólares para, supuestamente, facilitar el comercio entre ambas naciones. Aparte del blanqueo de operaciones, nada justifica semejante involucramiento de bancos iraníes en Suramérica. Datos de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD) muestran que Irán ha destinado a Suramérica apenas 0,09% de sus exportaciones. A pesar de esa escasa relación comercial, Chávez ha hecho la friolera de 8 visitas a Irán y Ahmadinejad ha abierto 6 nuevas embajadas en América Latina, incluyendo una en Nicaragua que tiene una cantidad de personal sorprendentemente alta. También ha hecho repetidas visitas, concentrándose en Venezuela, Cuba, Ecuador, Nicaragua y Bolivia; es decir, en el eje de influencia de Chávez.
Los intensos vínculos con los ayatolas también conllevan relaciones con grupos terroristas. Por los lazos de Chávez con Irán, abrieron oficinas en Caracas los terroristas Hezbollah -que Teherán financia con más de $120 millones anuales- y los Hamas, quienes controlan la Franja de Gaza.
Las manipulaciones de Chávez fueron también destapadas por la justicia española, mostrando pruebas del apoyo chavista a los terroristas de las FARC y ETA. Hezbollah causó dos atroces atentados terroristas en Buenos Aires: contra la Embajada de Israel en 1992, matando 29 personas e hiriendo 242, y contra el edificio de la comunidad judía en 1994, causando 86 muertes y 300 heridos.
La justicia argentina señaló que Hezbollah “siguió órdenes emanadas directamente del régimen en Teherán” y emitió órdenes de captura contra altos personeros iraníes, incluyendo al actual Ministro de Defensa, en un reporte que fue aprobado por Interpol.
Frente a semejante historial terrorista, sorprende el silencio atronador de los países del continente que acabarán pagando los platos rotos, así como la curiosa displicencia mostrada por Estados Unidos.
(AIPE)
El autor es Director del Centro de Estudios Latinoamericanos, Hudson Institute en Washington, D.C.
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