El incierto futuro del Estado palestino
Fue en 1993,Heral en Copenhague, cuando la Unión Europea definió el razonamiento a seguir para acceder a que un país pudiera formar parte de tan distinguida cofradía. Dichos razonamientos son bien simples: la nación candidata debe demostrar la estabilidad de sus instituciones, garantizar la existencia de un Estado democrático, el imperio de la ley, el respeto a los derechos humanos y la protección a las minorías. ¿Qué menos se puede pedir? Sólo como referencia anoto que esos fueron los argumentos que –con razón o sin ella– se esgrimieron en contra de la admisión de Turquía a la UE. Cada quien tiene el derecho de elegir a sus socios. Digo yo.
Ahora bien, en el caso de Israel y la creación del Estado palestino, la cosa cambia. Personalmente creo que los árabes palestinos –cuya identidad fue creada a partir de 1964 de la mano del libanés Ahmad Shukeiri y del egipcio Gammal Abdel Nasser– merecen ser dueños de su destino. Merecen vivir en su propio Estado democrático, con instituciones estables, donde impere la ley, se respeten los derechos humanos y se proteja a las mujeres así como a las minorías. Aunque personalmente creo en lo anterior, también creo que, al parecer, no se atisba en el horizonte cercano llegar a esa situación suficiente y necesaria para la creación de su Estado.
Inspira esta percepción pesimista no solamente el advertir el desastre que se vive en Gaza, bajo Hamas, sino también las condiciones existentes en las áreas de Cisjordania bajo control de la Autoridad Palestina. Allí es fácil advertir la histórica corrupción galopante de sus dirigentes y las luchas por el poder que esto produce en la cúpula. Nada de estabilidad institucional, nada de democracia, y de la ley ¡ni hablemos!, del respeto a los derechos humanos, de las mujeres y de las minorías es sólo un sueño de algunos de los pocos que conocen de su existencia en este desdichado grupo humano, despojado por sus dirigentes y masacrado en más de una ocasión por sus propios hermanos en la religión y en la etnia.
Tanto la Unión Europea como los Estados Unidos están presionando cada vez más al Estado de Israel a acelerar el proceso. No consideran que Israel, como Estado democrático, tenga como su función primaria la protección de sus ciudadanos. Cualquiera sabe que todos sufrimos las consecuencias de lo que puede pasar en casa del vecino. En este caso, si el vecino, por ser un Estado soberano, tiene el derecho de armarse hasta los dientes con todo tipo de armas mientras que se le inculca en la mente de sus ciudadanos el odio hacia el vecino, desde la escuela elemental primaria y, por otro lado, sus clérigos incitan a sus jóvenes a inmolarse en aras de la consecución de un destino en el más allá colmado de todo lo que siempre carecieron en la tierra, la fórmula es, valga la redundancia, explosiva. Ese es un riesgo que Israel ni puede ni debe ni va a correr Dios mediante.
¿Qué hacer entonces? Lo justo: cuando hay una guerra, normalmente se contiene al agresor, no a quien se defiende. Lamentablemente y a pesar de todo lo que los ciudadanos del Estado de Israel han aportado al mundo en el campo de la ciencia, las comunicaciones, la tecnología, etc., por los últimos sesenta años de reconocimiento en la ONU, se le exige a este pequeño Estado lo que no se le exige a ningún otro país del mundo en cómo conducir su política interior o exterior. Se le condena incesantemente debido a la grosera manipulación de los votos a los que ya nos tiene acostumbrados la ONU. Sólo como ejemplo véase el expediente de los miembros del Consejo de los Derechos Humanos de dicha institución.
En el supuesto caso que se creara un Estado palestino bajo las condiciones actuales, lejos de ser un elemento que acerque a la obtención de la paz en el área, eliminaría en absoluto su posibilidad y podría tener consecuencias impredecibles. La experiencia de Gaza demostró que la solución no está en ceder territorio o liberar prisioneros.
Mientras los palestinos no logren la paz entre ellos, y sienten las bases para ese Estado democrático que se merecen, como decían en mi país «el futuro es incierto y el porvenir es mentira''.
El autor es Presidente de la Iniciativa Hispano-Judía ADL Florida.
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