Otro frente abierto para Pekín
Por Tini Tran
La Nación
PEKIN.- China esperaba que 2008 fuera un año de celebración, un momento para beneficiarse de los próximos Juegos Olímpicos.
En cambio, el Año de la Rata ha traído una serie de desastres -tanto naturales como provocados por el hombre- que presionan intensamente al régimen comunista.
El terremoto que ayer sacudió la provincia de Sichuan y causó miles de muertos es tan sólo el más reciente de los desastres que afectaron al país.
China tiene una larga experiencia en catástrofes, desde explosiones en minas de carbón hasta derrames de sustancias químicas e inundaciones, que desplazan a decenas de miles de personas de un lugar a otro.
El gobierno central se enorgullece de su capacidad para reaccionar rápidamente, con despliegues de miles de soldados del inmenso ejército chino. El mandato del partido oficial radica, en parte, en ser capaz de dar auxilio en caso de emergencias.
Pero la capacidad de China para controlar los desastres y su repercusión en los medios se está reduciendo. Los líderes tratan de controlar la onda expansiva de sus múltiples problemas en la era de Internet, ávida de información, cuando en realidad habían esperado centrarse sólo en los Juegos Olímpicos.
«Esos Juegos representan un símbolo importante del esfuerzo de China para estar a la altura del resto del mundo», comentó Roger Des Forges, especialista en historia china de la Universidad del Estado de Nueva York, en Buffalo.
«Pero para la mayoría de los chinos -añadió-, los Juegos son secundarios para la calidad de vida que buscan. De modo que estas cuestiones relacionadas con los desastres son primordiales en la mente de la gente, que observa cómo el gobierno trata de resolverlas.»
China demostró rápidamente ayer su reacción frente al sismo: el primer ministro, Wen Jiabao, viajó inmediatamente a la provincia de Sichuan para supervisar la asistencia en medio de la emergencia, y reconoció que la tarea será «particularmente ardua y un gran desafío».
Todo tipo de problemas
Este año, los problemas de China comenzaron justo antes del Año Nuevo Lunar de febrero, cuando las peores nevadas en cinco décadas afectaron las densamente pobladas regiones del centro y sur del país. Causaron veintenas de muertos y dejaron varadas a cientos de miles de personas durante la única y sumamente activa temporada turística del país.
Mientras tanto, sus líderes también combatían los elevados niveles de inflación de la última década y, por todos los medios, trataban de mejorar la imagen del país como productor mundial, después del escándalo de alimentos y remedios en mal estado y las exportaciones de juguetes defectuosos.
En marzo, hubo masivas rebeliones antigubernamentales en Lhasa, capital del Tíbet. Las violentas protestas fueron el mayor desafío contra el régimen chino en esa región del Himalaya en casi dos décadas.
La posterior represión gubernamental provocó duras críticas internacionales contra el pobre historial de derechos humanos de Pekín y su gobierno en el Tíbet. Miles de soldados fueron desplegados a lo largo de una amplia franja del país para reprimir la agitación y restaurar el orden. Pero su masiva presencia dejó al descubierto cómo China tiraniza al Tíbet.
La imagen negativa alcanzó también a la gira mundial de la antorcha olímpica. Pese a la intención de que fuera un agradable acontecimiento inicial para los Juegos Olímpicos, la posta se convirtió en un caos por las manifestaciones de protesta tibetanas desde que fue encendida en la ceremonia de Grecia y en diversas escalas, entre ellas, Londres, París y San Francisco.
Las malas noticias siguieron llegando. En mayo se registró el peor accidente ferroviario chino en una década; la tragedia dejó 72 muertos, cuando un tren de alta velocidad descarriló y se estrelló contra otro en la provincia de Shandong.
Este mes también trajo un pronunciado aumento en el número de casos de la enfermedad de Mano-Pie-Boca, una infección viral que ha provocado la muerte de 39 niños este año.
Los líderes chinos eligieron cuidadosamente el 8 de agosto como el día inaugural de los Juegos (8-8-08) porque creen que se trata de un día particularmente auspicioso. El número ocho, ba, en chino, está estrechamente relacionado con la prosperidad y la buena suerte, porque su sonido es similar al de la palabra fa , que significa ´rico .
China no escatimó dinero para su debut olímpico y gastó unos 40.000 millones de dólares para mejorar la infraestructura y construir centros deportivos. Aparentemente, ese dinero fue bien invertido. Ninguna de las obras levantadas para los Juegos fue destruida por el sismo.
La serie de crisis, sin embargo, podría impulsar a China a evaluar nuevamente sus auténticas prioridades. «Pienso que de alguna manera esas crisis le recuerdan al régimen chino que, por más importantes que sean los Juegos Olímpicos, tal vez haya cuestiones más trascendentes que deben ser resueltas», señaló Des Forges.
Traducción: Luis Hugo Pressenda
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