Empobrecedora dependencia
Por Ramón Parellada
Siglo XXI
Al quitarle a los que trabajan y a los ricos, estamos frenando el crecimiento económico.
Qué gusto me da cuando alguna persona se supera con base en su propio esfuerzo y creatividad. Conozco quienes han comenzado de cero y han logrado hacer mucho en sus vidas. También me encanta cuando alguien decide correr el riesgo de abandonar la seguridad de su trabajo para emprender un nuevo negocio, sabiendo que puede fracasar y perder los pocos ahorros que tiene, pero si alcanza el éxito su vida será mejor.
Por el contrario, me da una pena ver a gente que se ha dedicado a pedir toda la vida. Son pobres dependientes de las limosnas que otros les están dando todo el tiempo. Sé de una persona que ha inventado mil excusas para poder obtener una limosna y seguir malviviendo. Volverse dependiente de lo que otros le den es muy triste pero peor es modificar los hábitos personales para hacer de la dependencia una forma de vida.
Puedo entender que alguien esté en aprietos y que pudiera necesitar una ayuda en forma temporal. Pero también esperaría que esa persona siga luchando y se supere para salir de su problema cuanto antes.
Los incentivos influyen la acción de las personas. Hace algún tiempo decidí no dar limosna a la gente en la calle y mucho menos a los que piden en los semáforos. Me dan lástima pero no quiero que los semáforos se llenen de mendigos. Más bien prefiero canalizar una donación a una institución que me conste que pueda ayudar con eficiencia a quienes necesitan esa ayuda. También prefiero ayudar a aquellas instituciones que trabajan para lograr, en mediano y largo plazo, un país más próspero.
La ayuda permanente causa una empobrecedora dependencia. Para sacar a un drogadicto de su dependencia se recomienda parar de inmediato toda ayuda. El drogadicto reaccionará entonces, desde lo más profundo de su ser, para tratar de dejar su mal hábito. Pero si le seguimos dando dinero al drogadicto, jamás cambiará. La ayuda al igual que la caridad debe ser personal y no debe perpetuarse jamás.
A nivel estatal la situación empeora. Los incentivos son más perversos y la dependencia hace que muchas personas cambien, para mal, sus hábitos de vida. Ya lo decía George Gilder en su libro “Riqueza y Pobreza”. Entre otras cosas cuenta que la ayuda a madres solteras ha hecho que haya más madres solteras pues la condición para recibir esa ayuda indefinidamente es que tienen forzosamente que ser solteras.
No recuerdo a quién se le atribuye el siguiente dicho, posiblemente fue Milton Friedman, pero viene muy al caso porque indica claramente cómo los gobiernos manejan los incentivos y luego no nos deberían sorprender las consecuencias. “Si le imponemos impuestos a las personas que trabajan y se los damos a los que no trabajan entonces, al final, terminaremos con un montón de desempleados”.
Otra forma de decirlo es: “Si le imponemos impuestos a los ricos y se lo trasladamos a los pobres entonces, al final, terminaremos con un montón de pobres”.
Si bien, la intención es buena las consecuencias son nefastas. Al quitar a los que trabajan y a los ricos estamos frenando el crecimiento económico y la creación de oportunidades para que los desempleados y pobres puedan encontrar un trabajo que les dignifique y permita vivir mejor. A la vez, al darle dinero al desempleado y al pobre estamos creando una peligrosa dependencia que los mantendrá en el paro y pobreza mientras se perpetúe esa ayuda.
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