La ley del mínimo esfuerzo

Jaimito el cartero, uno de los célebres
personajes del Chavo del 8, repetía con desánimo en cada capítulo
“quiero evitar la fatiga”, un guión que se propagó como una enfermedad
por América Latina.
Hoy día están de moda los jóvenes Ni-Ni (Ni
trabajan, Ni estudian), que dependen de sus padres y viven rascándose la
barriga como lo hacen los orangutanes que, aunque el hambre los asedia,
la pereza no los deja levantarse a buscar alimentos.
También existen clubes de perezosos, que alegan que ese es un derecho humano y desean disfrutar una vida contemplativa.
Pero
lo que buena parte de la sociedad moderna no se percata es que el
patrón de comportamiento de los holgazanes es un lastre para
Latinoamérica, lo cual frena el desarrollo.
La desidia comienza en
el colegio donde ciertos jóvenes resuelven pasar el grado escolar
“raspando”, es decir, con bajas calificaciones y de esa forma ganan el
curso sin quemarse mucho las pestañas ni agotarse estudiando.
Después
siguen el mismo proceder en la universidad, dormitando en sus pupitres,
apoyándose en colegas aplicados; copiando trabajos y comprando la tesis
académica; finalmente emplean su método en la vida cotidiana, lo que se
refleja en la productividad mediocre que tienen muchos sectores
industriales y empresariales de nuestros países.
Un pretexto usual
de los latinoamericanos es que “sabemos divertirnos”. Siempre hay un
motivo para celebrar y brindar con aguardiente o tequila, porque para la
fiesta y el relajo no hay flojera. Pero, cuando se trata de producir
para la empresa o el hogar, surge el consejo de Jaimito el cartero:
evitar la fatiga.
Las pérdidas en América Latina por empleados
ineficientes e improductivos son multimillonarias. Calcule cuántas horas
anuales se malgastan en tertulias entre compañeros hablando del último
partido de fútbol; en conversaciones entre mujeres criticando el vestido
y los zapatos de la que envidian; en tomaditas de café a cada momento;
en usar el sanitario para hablar por celular y en chismografía en los
pasillos censurando al jefe. Es como robarle tiempo a la empresa donde
trabajan.
También hay otros desangramientos financieros: empleados
de rango superior ineficientes que producen estrés entre sus
colaboradores y esto se refleja en el rendimiento y la utilidad.
En
mi país, Colombia, existe un buen ejemplo de productividad, los paisas.
Habitan en una región que cubre 4 departamentos: Antioquia, Caldas,
Risaralda y Quindío. Tienen fama de ser los más emprendedores de
Colombia. Donde hay un paisa, el éxito brota como oro. Por eso
mundialmente se habla del empuje paisa. Deberíamos seguir ese ejemplo.
No
hay que confundir la vagancia con una buena productividad haciendo bajo
esfuerzo. Hay que mezclar justamente los métodos para obtener
resultados positivos en lo laboral y en asuntos personales.
El
yoga, por ejemplo, recomienda involucrar equitativamente el pensamiento,
el organismo y la voluntad. De esa manera, el esfuerzo de cada parte de
su cuerpo es mínimo, pero se logra una máxima eficiencia. Más que
aplicar mucha energía hay que saber dónde y cómo hacerlo.
La ley del mínimo esfuerzo es una vergüenza humana. Huyamos de los perezosos.
- 23 de enero, 2009
- 23 de junio, 2013
- 28 de octubre, 2014
- 3 de septiembre, 2014
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