General Motors está viva

La sorprendente decisión de General Motors cerrando la carpeta de venta de su principal filial, la europea Opel, no le es tanto. Amputar el mercado europeo, que supone un tercio del total, y cederlo con tecnología instalada a un nuevo competidor, sólo podía explicarse desde la agonía.

 

Parece que GM ha salido de la desesperación y que el nuevo consejo de administración, sostenido por fondos federales que pronto volverán a ser privatizados, se sintió la semana pasada con músculo como para mantener la filial europea, a costa de dar un portazo al Gobierno alemán, muy comprometido en el apoyo de la venta a Magna y a sus aliados rusos. El portazo es histórico y deja un tanto airada a la canciller Merkel unos días después de su exitosa visita a la Casa Blanca.

 

Ni Obama ni su secretario del Tesoro (hoy primer accionista y mayoritario en GM) han intervenido en la decisión del consejo de GM, lo que es difícil de entender a este lado del Atlántico, donde la intromisión estatal en las empresas es descarada.

 

En GM llevan durmiendo dos décadas, empantanados en su propia historia sin escuchar el ruido de las preferencias del mercado. Tuvieron que irse a la ruina y a la bancarrota para despertar, y tuvo que llegar el tío San con cornetín y cash abundante para poner orden en el desorden y viabilidad en un negocio que amenazaba ruina. De manera que GM no renuncia a seguir siendo competidor global y a renacer tras una historia centenaria seriamente cuestionada en este nuevo siglo. Para su posición española, para Figueruelas, donde puede ensamblar hasta el 10% de su producción anual, la continuidad de GM puede ser una buena opción. Quizá la mejor de las posibles si el enfermo ha recuperado sus constantes vitales y quiere seguir entre los líderes. Ahora hay que esperar planes y ajustes para poder valorar.