El Salvador: La intolerancia de los tolerantes

Por Giovanni Avilés
El Salvador

Recuerdo perfectamente el suceso: Mauricio Funes, en calidad de corresponsal de CNN para El Salvador, cerca de las 5:00 p.m. del domingo 21 de marzo de 2004, declaraba como ganador de aquellas elecciones presidenciales al candidato del FMLN. Minutos después, en medio de titubeantes explicaciones, debió rectificar, reconociendo al verdadero vencedor.

Durante su reciente participación en una disertación sobre «libertad de expresión y prensa en el El Salvador» con estudiantes de periodismo de Santa Ana, el candidato presidencial por el FMLN señaló que… «en nuestro país se vive una dictadura mediática de derecha…», «donde nuestro adversario no es ARENA, sino que los medios de comunicación».

Me llama la atención que un periodista que durante muchos años, desde su espacio televisivo, fuera uno de los mayores inquisidores de personajes y quehacer público, ahora –como candidato presidencial– tilde a los medios de comunicación como sus principales adversarios, entre otras cosas, por publicaciones que ponen en entredicho los verdaderos intereses y relaciones del partido en el que milita.

Para nadie es un secreto las noticias de las últimas semanas, donde se relaciona a José Luis Merino, del FMLN, con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), la misma Interpol aseveró que la publicación hecha por el periódico español «El País» no fue alterada. Tampoco sorprende que el director del noticiero del mismo canal donde Mauricio Funes trabajó durante años «le pida que revise sus declaraciones», porque «es un mal mensaje que envía a las bases del FMLN».

Como ciudadano común y corriente, me preocupa que alguien que –desde la autoridad que le permitía el «micrófono»– durante su ejercicio como periodista tuviera toda las facilidades para interpelar cualquier cosa que sucediera y a sus respectivos protagonistas, pero que, ahora, durante su campaña proselitista, vea como «enemigos» a todos los que le digan cosas incómodas.

¿Por qué él sí podía inventarse resultados sin que nadie lo declarara «enemigo» de nada? Y ¿por qué hoy, cuando los medios no se inventan exhaustivas investigaciones, tacha de enemigos a quienes «hacen ver» su verdadero camino?

Personalmente, no me preocuparía en lo absoluto la posibilidad de la alternancia en la gobernabilidad de nuestro país. ¡Todo lo contrario!, es consecuencia de la democracia. Pero siempre y cuando los derechos fundamentales de todos estuvieran garantizados: economía de mercado, libertad de expresión, libertad de culto, defensa de la dignidad de las personas. Pero me inquieta que los actores públicos que normalmente apelan a la «tolerancia» –en realidad es relativismo puro disfrazado de tolerancia donde «digo y hago lo que me conviene»– responden airados cuando les cuestionas sus posturas y, difícilmente son capaces de convivir con quienes piensan distinto que ellos. Y el presidente Chávez, punto de llegada del principal partido de oposición salvadoreño, es uno de ellos.

Líderes como el mandatario venezolano ha habido desde siempre. Eso tampoco me preocupa. Lo que sí me inquieta es lo que señalaba un intelectual español: «Es cierto que el bien de la sociedad no es tal si no lo es para las personas individuales, pero esto no basta. Quizá la tolerancia más honda sea buscar la naturaleza de las cosas y, con ella, el bien común, un concepto casi perdido que, a mi modo de ver, es fundamental. Ese bien común no es la simple suma de bienes o derechos singulares, sino un patrimonio común, la posibilidad de comunicar, de compartir, de participar, de ser comunidad. Si no compartimos bienes, tareas, leyes, relaciones vitales, sin comunión entre las personas, la institución comunitaria, como afirma Yepes Storck, es un puro sistema, una máquina sin alma».

Las cuestiones políticas son cuestiones de personas. Y hasta que no pretendamos el bien de las personas por ser personas, seguiremos presenciando ataques contra las libertades fundamentales de parte de muchos «tolerantes»,que no toleran cuando les preguntan por los derechos de los demás.

El autor es colaborador de El Diario de Hoy.