País sin economía
Por Domingo Fontiveros
El Universal
La economía es a la vez un sistema y un método. Una comprensión de las necesidades y de la escasez. Es también un cálculo para utilizar los recursos escasos y atender el cúmulo de necesidades lo mejor posible. Lo cual implica una jerarquización entre consumo y ahorro, presente y futuro, recursos y tecnologías.
En todo ello se involucran actividades, desde la producción al comercio, consumo y distribución, innovación y formación de capital, que tienen lugar todos los días gracias a varios miles de millones de personas, en todo el mundo. Todas estas actividades se llaman económicas aunque pueden llegar a constituir actividades realmente antieconómicas.
Esta posibilidad no es un contrasentido, sino un riesgo permanente, del cual deben prevenirse los grupos humanos para no arruinarse. De hecho, Venezuela puede ser un triste ejemplo de cómo la antieconomía se apodera de los centros de decisión y lleva a cometer graves errores.
Tomemos el caso de la producción. Producir es agregar valor con la combinación de trabajo, capital y materias primas. De esa agregación se obtiene el salario, la ganancia y el resto de las remuneraciones. Pero en Venezuela, la agregación de valor es un fenómeno dudoso en demasiados terrenos. Desde el petróleo hasta la manufactura más sencilla de una cooperativa.
En un extremo se encuentra que el ingreso petrolero sube y baja dependiendo de lo que paga el mercado mundial y no de cambios en esfuerzo productivo interno. El Estado venezolano es hoy muy rico a pesar de que la gente trabaja e invierte menos. En el otro extremo, se encuentra una situación de inmensos subsidios y filtraciones, directos, indirectos y cruzados, que resultan en que lo “producido” puede valer menos que el costo real de los factores aplicados. En lugar de una agregación de valor, ocurre una resta de valor. Esta aberración de producir “a pérdida” al Gobierno venezolano le parece inocua, sea una empresa capitalista, del Estado o una unidad endógena.
Consumir es algo simple y elemental que en Venezuela se complica porque las políticas del gobierno en lugar de generar abundancia crean una enorme escasez, desde las viviendas hasta el azúcar, automóviles y caraotas negras. Como el Gobierno aplica la antieconomía, olvida a la economía como método para resolver la escasez.
Tampoco hay distribución. Porque distribuir es pagar a cada factor productivo su precio, y no ocurre. El trabajo no recibe su justa remuneración porque lo impide el desempleo y subempleo. Las ganancias pueden ser groseramente elevadas o las pérdidas igual de groseras por decisiones del funcionariado.
Tampoco hay inversión según el valor de la productividad. La del sector privado no está orientada por precios de mercado sino por distorsiones del control de precios. Lo cual perpetúa la escasez, como ocurre con leche, azúcar, granos y tantos otros rubros. En el sector petrolero, ni siquiera se ha logrado mantener capacidad de producción y en otros segmentos del sector público, los costos no parecen guardar relación con los beneficios sociales.
En el reino de la antieconomía se termina produciendo de sobra lo que la gente no quiere, y la escasez crónica domina en lo que la población desea. Y mientras más se insista en planificar para hallar salidas, más se agravan todos estos problemas.
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