El dilema de la ayuda militar
Después de meses de demora, Estados Unidos finalmente envió 95.000 millones de dólares (billones en inglés) en concepto de ayuda militar a Ucrania, Israel y Taiwán. Al parecer, gran parte de esta dilación fue para enviar un mensaje de que se estaban abordando los problemas planteados en la frontera estadounidense. Cualquier republicano que quisiera analizar adecuadamente el paquete de ayuda debería haber evaluado el comportamiento reciente de los países receptores y luego preguntarse si podría ir en contra o no de los intereses de seguridad de Estados Unidos.
Al principio, los republicanos en el Congreso retrasaron la ayuda en busca de más fondos para la seguridad fronteriza. Cuando el gobierno de Biden cedió a gran parte de sus demandas, los republicanos continuaron retrasando la ayuda porque el candidato presidencial republicano Donald Trump prefería mantener a la seguridad en la frontera como tema electoral. Finalmente, el presidente de la Cámara de Representantes, Mike Johnson, permitió que se votara el proyecto de ley sin concesiones en cuanto a la seguridad fronteriza.
Mientras tanto, en contra de los deseos de Estados Unidos, Ucrania está utilizando actualmente drones para atacar instalaciones petroleras en territorio ruso. Aunque hasta ahora han evitado desencadenar un aumento significativo en los precios mundiales del petróleo atacando refinerías (para obligar a Rusia a exportar más crudo), esto debería haber provocado una mayor cautela en el suministro de otras armas de largo alcance. Sin embargo, no fue así, ya que Estados Unidos recientemente envió una versión de mayor alcance del misil ATACMS del Ejército. Ahora se ha informado de que Biden permitió a Ucrania atacar objetivos dentro del territorio ruso con armas estadounidenses.
¿Quién puede prever lo que depara el futuro? ¿Podemos descartar una escalada por parte de Ucrania que desemboque en un conflicto con una potencia nuclear? Rusia ya parece estar dispuesta a desplegar armas nucleares tácticas en Bielorrusia y ha amenazado con emplearlas previamente en el conflicto. Ucrania ha malgastado una gran parte de su armamento, munición y vidas en una ofensiva fallida. Como resultado de la escasez de estos elementos críticos, se encuentra en una posición defensiva precaria frente a una Rusia resurgente.
En cuanto a Israel, después de haber respaldado inicialmente la enérgica respuesta militar del país al ataque terrorista de Hamás del 7 de octubre, el presidente estadounidense Biden ha detenido los envíos de una serie de armamentos y municiones porque se opone a la invasión de Rafah, una ciudad repleta de civiles. Biden también ha reconocido que las bombas estadounidenses han causado la muerte de civiles en Gaza. Israel parece estar utilizando armas estadounidenses en contravención del derecho internacional, en contradicción con la política cada vez más estricta de la administración Biden de cortar el suministro de armamento estadounidense a los países «con mayor probabilidad» de violar el derecho internacional o los derechos humanos.
Israel fue atacado brutalmente por Hamás, pero sorprendentemente, había aprobado que Qatar continuara financiando al grupo terrorista solo tres meses antes. El gobierno israelí ha apoyado indirectamente a Hamás en el pasado para dividir al movimiento palestino y evitar un frente palestino unido para una solución de dos Estados, un resultado al que tanto Hamás como los sectores más beligerantes en Israel se oponen. Sin embargo, el peligroso coqueteo de Israel con una facción adversaria resultó desastroso.
A pesar de las advertencias de la administración Biden de no repetir los errores que Estados Unidos cometió tras los ataques del 11 de septiembre de 2001, reaccionando exageradamente y enredándose en conflictos interminables, los israelíes han optado por castigar al pueblo palestino, causando la muerte de casi 35.000 personas en lugar de lanzar una operación antiterrorista limitada con fuerzas especiales para neutralizar a los líderes y combatientes de Hamás, minimizando así las víctimas civiles. El principal interés del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, parece ser el de mantenerse en el poder para evitar ser condenado por delitos internos, por lo que sigue mostrando dureza a su coalición de halcones, bombardeando Gaza hasta devolverla a la edad de piedra.
Un resultado seguro serán generaciones de odio en Gaza, Cisjordania y en el mundo árabe, que se acercaba lentamente a una coexistencia pacífica con Israel, justo lo que Hamás deseaba lograr. Esto, por extensión, hace retroceder a Estados Unidos en la región.
Israel está experimentando ahora algo similar a cuando Estados Unidos se enfrentó a la evaporación del apoyo internacional durante sus aventuras en Oriente Medio. El resurgimiento de Hamás en el norte de Gaza sugiere una prolongada guerra de contrainsurgencia, que probablemente se vuelva impopular incluso en Israel. Por lo tanto, la administración Biden está proporcionando armas para una guerra prolongada que socavará su solución preferida (y la del mundo) de dos Estados.
A lo largo del tiempo, los miles de millones de dólares (billones en inglés) en ayuda militar proporcionada por Estados Unidos a Taiwán no siempre se han destinado a la compra de las armas óptimas necesarias para disuadir o combatir un ataque o una invasión china. Taiwán precisa adquirir más minas marinas, misiles antibuque y submarinos diésel, en lugar de unos más pomposos aviones de combate supersónicos y tanques.
Estos ejemplos demuestran que complacer a los aliados no siempre se alinea con la seguridad de Estados Unidos. Si Estados Unidos persiste en proporcionar miles de millones en ayuda militar a sus aliados, el gobierno de Biden debe asegurarse al menos de que esta ayuda esté sujeta a más condiciones.
Traducido por Gabriel Gasave
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