Es común que los políticos conviertan al miedo de la opinión pública en votos. El presidente Bush demostró su maestría en esto con su exitosa reelección de 2004. La mayor parte de los presidentes que no consiguen el voto popular la primera vez, no logran un segundo mandato, pero el temor llevó a Bush hasta la cima en 2004.
En los comicios de 2008, los precios del petróleo se encuentran altos y los candidatos presidenciales de ambos partidos están procurando llegar a la Casa Blanca mediante el alarmismo que genera el temor respecto de la dependencia estadounidense del petróleo foráneo. Tanto Barack Obama como John McCain parecen considerar que esta dependencia es algo malo, y el público estadounidense concuerda con ello de manera sincera. En virtud de que prácticamente todos coinciden (excepto algunos economistas) con esta cuestionable proposición, el debate sobre los altos precios del petróleo y qué hacer con ellos se ve distorsionado desde un comienzo.
El hecho es que conforme a los estándares históricos, los precios del petróleo se encuentran altos (pese a que al momento de escribir este artículo, hayan disminuido algo desde su nivel máximo y los medios de comunicación le hayan dado a este descenso una cobertura menor a la que ofrecían cuando la tendencia era alcista) y los Estados Unidos importan alrededor de dos tercios del crudo que consumen.
Sin embargo, en el mundo globalizado los Estados Unidos son fuertemente dependientes de las importaciones para muchas necesidades y productos importantes, por ejemplo, los semiconductores. El comercio internacional les permite a las empresas y al público estadounidense sacar provecho del mercado mundial para obtener mejores bienes a precios más bajos. De esta forma, cuando los políticos generan temores sobre la dependencia de los Estados Unidos del petróleo extranjero, implícitamente están arguyendo que el petróleo es de alguna manera algo especial. El petróleo es utilizado fuertemente en el transporte y la manufactura de productos industriales como los petroquímicos y los plásticos. Pero para usar el ejemplo de los semiconductores arriba mencionado, los semiconductores importados son también componentes claves de bienes importantes en toda la economía-por ejemplo, computadoras, televisores, otros dispositivos electrónicos, automóviles, etc. Por ende, los políticos no solamente están implicando que el petróleo es especial, sino que también es “estratégico”.
No obstante, el petróleo es estratégico tan sólo en el sentido estricto de que sus derivados permiten el funcionamiento de los tanques, aviones, embarcaciones, helicópteros y otros vehículos que las fuerzas armadas de los EE.UU. emplearían en una guerra (Por supuesto, lo mismo ocurre con los semiconductores). Pero los Estados Unidos producen anualmente cerca de 1.800 millones de barriles de petróleo (billones en inglés), casi 13 veces lo que las fuerzas armadas estadounidenses utilizaron durante el pico de su consumo en las últimas guerras simultáneas en Iraq y Afganistán (144 millones de barriles por año). Así, internamente se produce una cuantía suficiente de petróleo como para que operen las fuerzas armadas de los EE.UU. en épocas de guerra.
Si bien son bastante altas las probabilidades de que alguna guerra convencional a nivel mundial entre grandes superpotencias escale hasta tornarse en un holocausto termonuclear global—en cuyo caso nadie se estaría preocupando acerca del vaporizado petróleo importado—un conflicto convencional así de generalizado es muy poco factible. Así, en cualquier guerra regional, la economía de los EE.UU. sería capaz de obtener petróleo de las regiones del mundo no involucradas en el conflicto. El precio podría subir debido a la guerra, pero las economías industriales son en verdad bastantes elásticas a los incrementos del precio del petróleo. Por ejemplo, la economía estadounidense no ha colapsado como consecuencia de los recientes precios record del petróleo, y desde finales de 1998 a finales de 2000, Alemania mantuvo tasas de crecimiento económico respetables ante un incremento del precio del petróleo del 211 por ciento.
¿Pero qué sucedería si la guerra tuviese lugar en la volátil región del Golfo Pérsico? Los Estados Unidos solamente obtienen 21 por ciento de su petróleo del Golfo Pérsico. La mayor parte proviene de Canadá, México Nigeria y Venezuela. Por supuesto que una guerra en cualquier región del mundo provocaría un incremento en el precio del petróleo. Pero alrededor del 80 por ciento de las importaciones estadounidenses de semiconductores se originan en Asia del Este, y los medios no difunden constantemente histéricos relatos acerca de los aumentos en el precio de los semiconductores, o en la horrible dependencia de los EE.UU. de los semiconductores del este asiático. Y los políticos no se refieren al empleo de las fuerzas armadas estadounidenses para salvaguardar tales suministros desde Asia del Este.
¿Pero no puede el mundo quedarse sin petróleo, especialmente cuando naciones en desarrollo, como China e India, están consumiéndolo más? En teoría, la respuesta es sí, en virtud de que existen solamente depósitos finitos en la tierra. No obstante, debido a que la tecnología para la exploración y extracción mejora constantemente, las reservas de petróleo comprobadas han tendido a aumentar con el tiempo. También, a medida que los precios del petróleo suben, la conservación aumenta y las fuentes alternativas de energía—el gas natural, la energía solar, la geotermal, etc.—se vuelven económicamente más atractivas. Por ejemplo, la opinión convencional era la de que los yacimientos de gas natural de los EE.UU. extaban en una irreversible decadencia, pero el alto precio del petróleo ha llevado a un auge en las perforaciones para encontrar más de este sustituto. La nueva tecnología para extraer gas natural de los lechos rocosos ha incrementado la producción en los EE.UU. dramáticamente y probablemente lo hará también alrededor del mundo. De modo que quién sabe, tal vez avances tecnológicos similares podrían incrementar también la cantidad de petróleo recuperable a nivel mundial.
Pero algo es seguro: es un mito que sea malo depender del petróleo importado. Como una forma de sorprender a los políticos que perpetúan este disparate, quizás deberíamos formularles la siguiente pregunta: si el petróleo es tan crítico y se volverá incluso más valioso cuando las reservas mundiales supuestamente disminuyan en el futuro, ¿no deberíamos empezar a utilizar ya el petróleo de otros países y hacer que el gobierno estadounidense exija que nuestra limitada producción sea conservada para utilizarla o venderla a medida que empeoren los faltantes y los precios futuros se incrementen aún más? Diametralmente opuesta a la actualidad, con los temores prevalentes de la dependencia del petróleo extranjero, esta “teoría de la conservación” hacía furor a finales de los años 30 y 40 cuando una desaceleración de los descubrimientos de nuevos depósitos petrolíferos parecía amenazar con futuros faltantes crónicos (similar a las calamitosas predicciones posteriores a la Primera Guerra Mundial y a comienzos de la década de 1920 antes de los grandes descubrimientos petroleros realizados a finales de esa década).
Por supuesto, esta tampoco es la receta política correcta. Deberíamos en cambio tratar al petróleo como a cualquier otro producto y permitir que el mercado provea amplios suministros al menor costo para el consumidor.
Traducido por Gabriel Gasave
La dependencia estadounidense del petróleo extranjero: Porqué no deberíamos estar alarmados
Es común que los políticos conviertan al miedo de la opinión pública en votos. El presidente Bush demostró su maestría en esto con su exitosa reelección de 2004. La mayor parte de los presidentes que no consiguen el voto popular la primera vez, no logran un segundo mandato, pero el temor llevó a Bush hasta la cima en 2004.
En los comicios de 2008, los precios del petróleo se encuentran altos y los candidatos presidenciales de ambos partidos están procurando llegar a la Casa Blanca mediante el alarmismo que genera el temor respecto de la dependencia estadounidense del petróleo foráneo. Tanto Barack Obama como John McCain parecen considerar que esta dependencia es algo malo, y el público estadounidense concuerda con ello de manera sincera. En virtud de que prácticamente todos coinciden (excepto algunos economistas) con esta cuestionable proposición, el debate sobre los altos precios del petróleo y qué hacer con ellos se ve distorsionado desde un comienzo.
El hecho es que conforme a los estándares históricos, los precios del petróleo se encuentran altos (pese a que al momento de escribir este artículo, hayan disminuido algo desde su nivel máximo y los medios de comunicación le hayan dado a este descenso una cobertura menor a la que ofrecían cuando la tendencia era alcista) y los Estados Unidos importan alrededor de dos tercios del crudo que consumen.
Sin embargo, en el mundo globalizado los Estados Unidos son fuertemente dependientes de las importaciones para muchas necesidades y productos importantes, por ejemplo, los semiconductores. El comercio internacional les permite a las empresas y al público estadounidense sacar provecho del mercado mundial para obtener mejores bienes a precios más bajos. De esta forma, cuando los políticos generan temores sobre la dependencia de los Estados Unidos del petróleo extranjero, implícitamente están arguyendo que el petróleo es de alguna manera algo especial. El petróleo es utilizado fuertemente en el transporte y la manufactura de productos industriales como los petroquímicos y los plásticos. Pero para usar el ejemplo de los semiconductores arriba mencionado, los semiconductores importados son también componentes claves de bienes importantes en toda la economía-por ejemplo, computadoras, televisores, otros dispositivos electrónicos, automóviles, etc. Por ende, los políticos no solamente están implicando que el petróleo es especial, sino que también es “estratégico”.
No obstante, el petróleo es estratégico tan sólo en el sentido estricto de que sus derivados permiten el funcionamiento de los tanques, aviones, embarcaciones, helicópteros y otros vehículos que las fuerzas armadas de los EE.UU. emplearían en una guerra (Por supuesto, lo mismo ocurre con los semiconductores). Pero los Estados Unidos producen anualmente cerca de 1.800 millones de barriles de petróleo (billones en inglés), casi 13 veces lo que las fuerzas armadas estadounidenses utilizaron durante el pico de su consumo en las últimas guerras simultáneas en Iraq y Afganistán (144 millones de barriles por año). Así, internamente se produce una cuantía suficiente de petróleo como para que operen las fuerzas armadas de los EE.UU. en épocas de guerra.
Si bien son bastante altas las probabilidades de que alguna guerra convencional a nivel mundial entre grandes superpotencias escale hasta tornarse en un holocausto termonuclear global—en cuyo caso nadie se estaría preocupando acerca del vaporizado petróleo importado—un conflicto convencional así de generalizado es muy poco factible. Así, en cualquier guerra regional, la economía de los EE.UU. sería capaz de obtener petróleo de las regiones del mundo no involucradas en el conflicto. El precio podría subir debido a la guerra, pero las economías industriales son en verdad bastantes elásticas a los incrementos del precio del petróleo. Por ejemplo, la economía estadounidense no ha colapsado como consecuencia de los recientes precios record del petróleo, y desde finales de 1998 a finales de 2000, Alemania mantuvo tasas de crecimiento económico respetables ante un incremento del precio del petróleo del 211 por ciento.
¿Pero qué sucedería si la guerra tuviese lugar en la volátil región del Golfo Pérsico? Los Estados Unidos solamente obtienen 21 por ciento de su petróleo del Golfo Pérsico. La mayor parte proviene de Canadá, México Nigeria y Venezuela. Por supuesto que una guerra en cualquier región del mundo provocaría un incremento en el precio del petróleo. Pero alrededor del 80 por ciento de las importaciones estadounidenses de semiconductores se originan en Asia del Este, y los medios no difunden constantemente histéricos relatos acerca de los aumentos en el precio de los semiconductores, o en la horrible dependencia de los EE.UU. de los semiconductores del este asiático. Y los políticos no se refieren al empleo de las fuerzas armadas estadounidenses para salvaguardar tales suministros desde Asia del Este.
¿Pero no puede el mundo quedarse sin petróleo, especialmente cuando naciones en desarrollo, como China e India, están consumiéndolo más? En teoría, la respuesta es sí, en virtud de que existen solamente depósitos finitos en la tierra. No obstante, debido a que la tecnología para la exploración y extracción mejora constantemente, las reservas de petróleo comprobadas han tendido a aumentar con el tiempo. También, a medida que los precios del petróleo suben, la conservación aumenta y las fuentes alternativas de energía—el gas natural, la energía solar, la geotermal, etc.—se vuelven económicamente más atractivas. Por ejemplo, la opinión convencional era la de que los yacimientos de gas natural de los EE.UU. extaban en una irreversible decadencia, pero el alto precio del petróleo ha llevado a un auge en las perforaciones para encontrar más de este sustituto. La nueva tecnología para extraer gas natural de los lechos rocosos ha incrementado la producción en los EE.UU. dramáticamente y probablemente lo hará también alrededor del mundo. De modo que quién sabe, tal vez avances tecnológicos similares podrían incrementar también la cantidad de petróleo recuperable a nivel mundial.
Pero algo es seguro: es un mito que sea malo depender del petróleo importado. Como una forma de sorprender a los políticos que perpetúan este disparate, quizás deberíamos formularles la siguiente pregunta: si el petróleo es tan crítico y se volverá incluso más valioso cuando las reservas mundiales supuestamente disminuyan en el futuro, ¿no deberíamos empezar a utilizar ya el petróleo de otros países y hacer que el gobierno estadounidense exija que nuestra limitada producción sea conservada para utilizarla o venderla a medida que empeoren los faltantes y los precios futuros se incrementen aún más? Diametralmente opuesta a la actualidad, con los temores prevalentes de la dependencia del petróleo extranjero, esta “teoría de la conservación” hacía furor a finales de los años 30 y 40 cuando una desaceleración de los descubrimientos de nuevos depósitos petrolíferos parecía amenazar con futuros faltantes crónicos (similar a las calamitosas predicciones posteriores a la Primera Guerra Mundial y a comienzos de la década de 1920 antes de los grandes descubrimientos petroleros realizados a finales de esa década).
Por supuesto, esta tampoco es la receta política correcta. Deberíamos en cambio tratar al petróleo como a cualquier otro producto y permitir que el mercado provea amplios suministros al menor costo para el consumidor.
Traducido por Gabriel Gasave
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