Los Nobel… inmigrantes

La Tercera

Resulta que los seis Premios Nobel estadounidenses galardonados este año son… ¡inmigrantes! No es una ironía menor en medio de una campaña electoral estadounidense, y un serio conflicto interno en la Unión Europea por el tema de los inmigrantes.

Los dos Premios Nobel de Economía, el británico Oliver Hart y el finlandés Bengst Holmstrom, lograron la permanencia en Estados Unidos al casarse con sus novias estadounidenses. Lo mismo, como apuntaba el “Wall Street Journal”, que hacen no pocos inmigrantes, ricos o pobres. El de Química y los tres de Física enseñan en Estados Unidos, como los dos de Economía; esas universidades impulsan más la investigación y pagan mejor. Me apresuro a aclarar que quien crea que los adversarios de la inmigración, en Estados Unidos y Europa, están encantados de recibir a académicos, investigadores, innovadores o emprendedores de mente privilegiada, y que lo único que les preocupa son los fontaneros (plomeros) o jardineros o empleados domésticos, se equivocan. El sentimiento antiinmigrante ha llegado a cuestionarlo todo, incluyendo las “demasiadas” visas que (generalmente por cuotas) se conceden a gente cualificada y el matrimonio como vehículo de permanencia en el país para un extranjero.

¿Qué nos dice la ironía de los Nobel de este año? Lo mismo que nos dice que el 40 por ciento de los Nobel de ciencias otorgados a estadounidenses desde 2000 son inmigrantes: que el país más innovador y económicamente poderoso necesita a los extranjeros. A todo nivel y por razones diversas. Lo cual no quiere decir que siempre inmigren los mismos ni en las mismas proporciones. Un dato que la furia antiinmigrante no ha atendido es este: desde 2009 han salido más mexicanos de los Estados Unidos (un millón) de los que han ingresado (unos 850 mil). La odiada inmigración mexicana es, en términos netos, ¡negativa!

Tampoco han prestado atención al hecho de que los chinos e indios están migrando a distintas ciudades de Estados Unidos a un ritmo superior a los mexicanos. La tendencia dice que en pocas décadas superarán en 8 puntos porcentuales a los hispanos como comunidad de origen extranjero.

La economía suiza depende en buena parte de esa cuarta parte de su población que es de origen forastero, gracias a unos buenos acuerdos suscritos entre Berna y la Unión Europea para que haya libre circulación de personas entre ambos. Sin embargo, en un referéndum, los suizos exigieron en 2014 poner fin a esto. Ahora, Berna y Europa negocian y no saben qué hacer. Si Suiza acata la decisión de sus ciudadanos y pone fin a la libre circulación de personas, Europa le dirá que el paquete es completo: si ellos no aceptan a los europeos, la Unión Europea no aceptará la entrada libre de bienes y servicios suizos.

En un debate que tuve ocasión de sostener con autoridades, empresarios y periodistas de Tocino, Suiza, esta semana, pude medir hasta qué punto el temor al inmigrante ha arraigado y muchos están dispuestos a poner en riesgo su propia economía para ”preservar” su nación contra la invasión. Otros se han dado cuenta del riesgo y se arrepienten. El debate entre suizos es intenso.

Acabamos de ver que en el Reino Unido un sentimiento semejante ha sido determinante en el “Brexit”, con independencia de si, además, ha prevalecido un muy justificable rechazo al intervencionismo burocrático y anti moderno de Bruselas. Vaya: cinco británicos emigrados a Estados Unidos han obtenido el Nobel este año. Gracias a que fue posible la inmigración en Estados Unidos cuando -hace décadas- se instalaron allí, el Reino Unido se puede jactar hoy de ese triunfo considerable en las ciencias.