Todo por un sándwich
Aterricé en el aeropuerto de Miami el lunes 19 de julio en un vuelo que venía de Bogotá, donde había pasado el fin de semana. El agente de inmigración me pidió mis documentos. Yo le mostré mi pasaporte, y mi permiso de trabajo.
Me preguntó sobre mi profesión y yo le conté que era periodista. Inmediatamente su cara cambió.
Quiso saber qué traía en mi mochila, me exigió que la abriera y le describiera su contenido. Nunca me había encontrado con un agente de inmigración que además de revisar los documentos, quisiera inspeccionar el equipaje, pero yo obedecí sin más.
“Un libro, un cuaderno, unos bolígrafos y un sándwich”, le dije sacando lo que tenía adentro.
Me miró y luego dirigió su mirada al formulario de aduanas. Me preguntó por qué no había declarado mi sándwich. Le respondí, con sinceridad, que lo sentía mucho, pero que no pensé que los sándwiches debían ser declarados.
Entonces empezó con su diatriba contra mí. Luego siguió protestando contra los periodistas.
“Ustedes los reporteros quieren que la gente les responda preguntas, pero no son capaces de responderlas ustedes”, me gritó.
Empecé a sentirme observada por la gente que estaba a mi alrededor.
“Cuándo acabará esto”, me preguntaba yo. “En otra fila esto no me hubiera pasado”, pensaba.
Entonces escribió unas letras grandes de un lado a otro del formulario, AQI, Inspección de Cuarentena Agrícola, según aprendí después. Son las letras que ponen en los formularios de las personas que llevan productos agrícolas.
Después de abrirlo y analizar sus ingredientes exhaustivamente, otro funcionario finalmente lo botó a la basura. Una hora después de mi llegada, un total de cinco agentes habían tenido algo que ver con lo que desafortunadamente no llegó a ser mi almuerzo.
Yo cumplo las normas. Y si ellas exigen pagar impuestos sobre un sándwich cada vez que quiera entrar a Estados Unidos, lo haré. Pero no creo que debamos estar a merced de la arbitrariedad de unos funcionarios a los que se les ha dado tanto poder, que se sienten legitimados para irrespetar y maltratar a las personas que llegan, así sean ciudadanos o no.
Esta vez todo fue por un sándwich. ¿Y la próxima, por qué será?
La autora es periodista de el Nuevo Herald.
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