La Paz en Colombia. Un Análisis
Por Jorge Hernández
Fonseca
El proceso de discusión de un Plan de Paz entre el
gobierno colombiano de Juan Manuel Santos y la guerrilla de las FARC, está
cercado de conjeturas y de posiciones políticas internas. No podría ser menos
en un país que lleva cerca de 50 años de guerra civil, obligada por el ansia de
la izquierda marxista de hacerse con el poder político, por el ya descartado
camino castrista de las armas, lo que en estos momentos de América Latina es
una incongruencia.
Para el análisis, es bueno separar dos factores que
influyen directamente en la “paz” colombiana: primero, el uso de las armas como
camino para el asalto al poder de un grupo político de la izquierda radical
colombiana, en este caso las FARC; y segundo, la guerra que el narcotráfico
impone como método de gestión para el control de su negocio con las drogas.
Hay un tercer factor simbiosis de los anteriores: la
promiscuidad entre el comercio de drogas y la guerra política por el control
del poder. No es un secreto para nadie que las FARC negocian con drogas como
mecanismo de obtener los fondos que mantienen su guerra contra el estado.
De la inter-relación entre el comercio de drogas y la
lucha política de la izquierda extremista colombiana, probablemente surgió en
el seno de las FARC –sobre todo entre aquellos jefes guerrilleros que han
tenido que lidiar con el narcotráfico– el convencimiento de que el tráfico de
drogas hacia EUA, es parte de la “lucha política”, tal como sucedió en la Cuba
de los años 80, donde esa filosofía le costó a la isla el fusilamiento de
varios altos oficiales subordinados a la dictadura, que ejercían el papel de
contactos entre Castro y los narcotraficantes colombianos.
Personalmente veo dos hipótesis loables para el
análisis de las conversaciones de paz en Colombia: Primera, el alto mando de
las FARC decidió dividir controladamente sus fuerzas. Una iría a formar un
partido político de la izquierda marxista y la otra, quedaría en sus posiciones
guerrilleras para continuar controlando el narcotráfico, como vía clandestina
del financiamiento del partido político de nueva creación, resultado de las
conversaciones de “paz”.
La segunda hipótesis sería imaginar que el agotamiento
natural, producto de las sucesivas victorias del ejército contra las
guerrillas, sumado a sucesivos pedidos de Hugo Chávez, adalid de la toma del
poder por elecciones –para después modificar la Constitución al gusto de la
izquierda carnívora– les haya indicado el camino de la paz como forma de
obtener sus objetivos, en cuyo caso algunos guerrilleros siempre decidirán
quedarse con el negocio del narcotráfico, sin vínculos directos con el nuevo
partido político a ser estructurado.
En ambos casos lo que busca la guerrilla es
transformarse en un grupo político influyente dentro de Colombia, para tratar
de hacerse con el poder político como antes lo hizo Hugo Chávez en Venezuela,
Evo Morales en Bolivia, Rafael Correa en Ecuador y Daniel Ortega en Nicaragua.
Sin embargo, el fin predecible de las conversaciones convergiendo hacia la
desaparición de las guerrillas de las FARC, no garantizan la “paz” en la tierra
colombiana, porque las conversaciones de corte político, no eliminarán el
narcotráfico en Colombia.
Si existirá incluso la voluntad política en las FARC
de alejarse totalmente del narcotráfico (cosa muy poco probable por los
ingentes recursos financieros que este negocio genera) en ese caso otros grupos
ocuparían su lugar y la “paz” lograda sería similar a la paz que ahora
observamos en México por ejemplo, donde no hay ningún grupo político
beligerante, pero la “paz” no existe.
Hay importantes fuerzas políticas colombianas opuestas
a estas conversaciones, pero por los argumentos esgrimidos se infieren
objetivos políticos personales y de grupo. Las conversaciones llegarán a una
paz política, pero nunca a la paz que los colombianos sueñan.
- 23 de enero, 2009
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