72 migrantes asesinados, dos años después
No se sabe específicamente a qué hora fue, ni siquiera el día exacto.
Se sabe que salieron de Veracruz el 21 de agosto de 2010, y que entre
el 22 y el 23 un grupo de hombres los acorraló en el ejido El Huizache,
municipio de San Fernando, en Tamaulipas, México. Se sabe también que
todos eran originarios de Centroamérica y que habían cruzado México con
la intención de llegar a Estados Unidos, a donde ingresarían
indocumentados. Se supone que irían guiados por algún "pollero" a cargo
del transporte y que viajaban en dos autobuses. Se sabe que el día 24 la
Marina encontró los cadáveres de 72 personas que habían fallecido el
día anterior en una fosa clandestina. Se sabe que se volvieron un
símbolo de la tragedia que viven cada día cientos de migrantes
indocumentados que cruzan territorio mexicano conscientes de que pueden
perder la vida: no por el sol del desierto de Arizona o por las aguas
revueltas del Río Grande en Texas, sino por la corrupción y la impunidad
con la que operan autoridades y grupos delictivos en México.
Dos años después se sabe también, aunque muchos parecen no enterarse,
que estos 72 migrantes no han sido los únicos. En esa zona de
Tamaulipas los hallazgos continuaron: 47 fosas clandestinas con un total
de 193 muertos hasta abril de 2011. 49 cadáveres más un mes después en
Cadereyta, Nuevo León, también de individuos procedentes de
Centroamérica. 825 cuerpos de migrantes "en calidad de desconocidos,
restos que en su mayoría no están completos" esperando a ser
identificados en las morgues mexicanas, según cita un comunicado de la
organización Movimiento Migrante Mesoamericano (MMM), que se ha dedicado
a reunir esta información.
Lo que no se sabe, porque no hay manera de saberlo, porque la
realidad ha rebasado a las autoridades, y a las organizaciones, y a
todos, es cuántos cadáveres no identificados se encuentran en las fosas
comunes de los cementerios mexicanos. Por cada fosa clandestina
encontrada en un estado del norte, ¿cuántas habrá en los estados del
sur, en Tabasco, en Veracruz, en Chiapas, en los lugares por donde a
diario cruzan los migrantes indocumentados sin que nadie note su
ausencia cuando son secuestrados, porque al día siguiente llegan más? No
se sabe ni siquiera, dos años después, cuál es la identidad de 13 de
aquellos 72 cuerpos hallados en Tamaulipas, mismos que terminaron
también en una fosa común. No se sabe, ni se podrá saber en el futuro,
quiénes eran, de dónde venían 80 de los 193 cuerpos encontrados
posteriormente en San Fernando. Marta Sánchez Soler de MMM lo define de
manera cruda y directa: En México los cuerpos van de las fosas
clandestinas a la fosa común.
De acuerdo con las organizaciones centroamericanas que se dedican a
la búsqueda de los migrantes desaparecidos en tránsito por México, son
cerca de 20 mil las personas que están siendo buscadas por un familiar.
Sánchez Soler afirma, sin embargo, que con base en los reportes
existentes en México la cifra podría llegar hasta los 70 mil.
Dos años después, cuando en México iniciará un nuevo gobierno tras
una polémica elección, cuando Estados Unidos está próximo a celebrar sus
propios comicios presidenciales, el tema de la migración indocumentada
sigue siendo un hierro candente que nadie quiere tocar. Por un lado,
ciudadanos y algunos gobiernos mexicanos airados demandan un trato justo
para los migrantes de ese país en territorio estadounidense. Por otro,
ni el gobierno ni la sociedad civil en México han sido capaces de
garantizar la seguridad y la dignidad de los migrantes centroamericanos
que cruzan su territorio.
Heridos y mutilados como consecuencia de su viaje en la parte de
arriba de un tren; hambrientos y sedientos tras días de travesía, los
migrantes centroamericanos se topan con la impunidad de la que gozan las
autoridades que los extorsionan y los atracan, con los ciudadanos que
se aprovechan de ellos y que les niegan la oportunidad de alojarse en un
albergue, con las comunidades que temerosas cierran sus puertas y se
rehúsan a verse a sí mismos en quien recorre sus caminos. Así, llegan al
norte, caen en manos de delincuentes, de narcotraficantes, de
secuestradores, de asesinos. Los 72 se multiplican indefinidamente y ahí
quedan, en silencio; hasta que un día un marino los saca de una fosa
clandestina para llevarlos a una fosa común.
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