Honduras: El rostro femenino de la desgracia migratoria
El Heraldo, Tegucigalpa
La "bestia de hierro" no distingue género. Hombre y mujer sufren por igual la rudeza de la ruta migratoria. Durante la semana EL HERALDO publicó historias de hondureños víctimas del duro camino hacia el "sueño americano", pero en esta edición les traemos dos casos de mujeres que en medio de su tragedia forjaron una bonita amistad.
Se trata de Eva Suazo y Mary Salgado, separadas por la distancia pero unidas por el destino. Las dos se conocieron en México en 2007. En este año Eva, que perdió en 2003 sus dos piernas en el tren en México, había emprendido su segundo viaje a Estados Unidos, pero en silla de ruedas.
Eva iba acompañada de dos de sus hijos, quienes le ayudaban a subirse a los buses de transporte urbano en Honduras, Guatemala y México. Eva llegó hasta uno de los centros del Migrante para personas amputadas donde conoció el caso de Mary, que recién dos meses atrás había también perdido sus dos piernas.
Eva se interesó en el caso de Mary por ser hondureña. Mary, por su reciente accidente, estaba devastada y su vida la sentía cuesta arriba.
Mary cuenta que "ella fue de gran aliento y esperanza para mí, yo la miraba sonriente y bromista, con muchos ánimos…. pero yo estaba mal, triste, sin piernas y dándole vueltas a mi situación, a mi futuro". Desde ese encuentro ambas forjaron una amistad que por las dificultades económicas y de movilidad no es tan frecuente.
Ambas participan en las actividades que impulsa la Comisión Nacional de Apoyo al Migrante Retornado con Discapacidad (Conamiredis).
Su último taller fue de bisutería, una capacitación que recibieron junto con una veintena de hondureñas discapacitados. Karen Núñez, voluntaria de Conamiredis, dice que ahora las dos se llevan bien y a veces, después de los cursos, se van a la Calle Peatonal a comerse un helado. Siempre salen a pasear cuando tienen el tiempo y la oportunidad, dos condiciones escasas en las vidas de estas dos mujeres. Sus prioridades las obligan a enfocarse en luchar por sus familias.
Eva busca otra casa
Eva es madre soltera, tiene cuatro hijos a sus 36 años de edad, no tiene trabajo y vive en la casa de su familia.
Sin embargo, Eva acudió a Conamiredis para que le ayuden a buscar un nuevo hogar. En el lugar donde ella se encuentra actualmente tiene problemas.
Ella no paga por la renta del cuarto que ocupa, donde hay una cama (en la duerme con sus cuatro hijos), una cómoda y una división donde hay un pequeño televisor con el que los pequeños se divierten viendo caricaturas.
Todo parece indicar que la familia ya no la quiere en ese lugar. "Ellos no me apoyan, a veces me regañan y me reclaman porque no aporto con dinero… a veces hasta me han dicho que debería ir a buscar dinero a la calle, pero yo no quiero eso, yo quiero trabajar", dice con un tono de impotencia que no es difícil identificar.
"Me han querido sacar de aquí y para mí eso es triste porque ellos son mi familia y es en este momento cuando yo más los necesito", lamenta. Eva llora en silencio, pero sus ojos la delatan. Eva logró, después de su tragedia, poner un salón de belleza en la sala de la casa donde le dan para vivir, con el apoyo de Conamiredis.
EL HERALDO conoció que todos los materiales se le extraviaban de la casa de su familia. Por eso tuvo que cerrar el negocito donde percibía recursos para el alimento de sus hijos.
Ahora Eva vende bisutería, pero aspira a más. Quiere tener un espacio más amplio, donde pueda poner una pulpería y ofrecer su mercadería. Quizá intentar de nuevo con el salón de belleza. "Le estamos ayudando para que salga de esa casa, en un inicio le vamos ayudar con la renta de una casita, y ya ella misma dice que solo necesita unos cuantos meses y después ella asegura que sería autosostenible con su negocio", amplió una fuente de Conamiredis.
Eva no entiende cuál es el malestar porque "yo lavo la ropa de mis hijos, les cocino, hago el oficio, los mando a la escuela, o sea que no los molesto con mis hijos, y lo único que les he pedido es estar aquí, en este cuartito, sin pagar".
Ella se siente sola a pesar de que en la misma casa viven su madre y su padre. "Yo nunca recibo una atención de ellos" y el llanto ya no es silencioso, Eva estalla en sollozos y mira a sus hijos, se siente impotente.
El accidente de Eva
Unos conocidos ilusionaron a Eva diciéndole que en Estados Unidos le podía ir mejor.
"Yo salí de Honduras un 1 de septiembre y el accidente fue el 19 de septiembre. íbamos en el tren y ese día hubo un retén, nos tuvimos que bajar para que no nos agarrara la migra, ya cuando nos quisimos subir otras vez me caí. Eran las dos de la mañana, yo no miraba nada, pero logré subirme a las escaleras, en eso un muchacho por quererse subir me agarró del pie, pensando que era la escalera y me jaló. Caí y el tren me trozó", relata Eva mientras sostiene la mano de uno de sus hijos.
"Lo que más me dolió fue que los que iban conmigo, los que me ilusionaron, me dejaron allí tirada, en el suelo, bañada en sangre, se fueron, no se bajaron del tren", se desahoga Eva con cierta resignación.
Eva permaneció tres meses en México. A su regreso a Honduras su esposo solo la apoyó un año más. Después de ese tiempo la dejó. Desde entonces Eva no tiene el apoyo de un hombre, por lo que su situación económica empeoró. Ante esa necesidad decidió irse a Estados Unidos en 2007; allí conoció a Mary en un albergue de migrantes mexicanos.
A Mary la querían prostituir
La otra protagonista de esta historia es Mary Salgado, de 37 años, que el 5 de enero de 2007 salió rumbo a Estados Unidos, pero en su paso por México la "bestia de hierro" le cercenó sus dos piernas.
"Me fui con cuatro conocidos y la decisión la tomé por mi situación económica, para arreglar mi casa; tengo cinco hijos y ya después del accidente quedé soltera" resume.
Ella estaba casada antes del accidente, pero después del suceso vino la separación.
"Yo me fui primero, estando en México tuve que trabajar porque no tenía dinero, entonces mi esposo se va de Honduras y yo estaba esperándolo en México, allá nos encontramos, él estaba conmigo cuando me pasó esto".
"Después él se fue y me dejó, pero yo le estoy muy agradecida porque él era el que me cuidaba, me bañaba, me alimentaba".
Mary llama a la conciencia a los hondureños que desean llegar a Estados Unidos de manera indocumentada y les dice que "uno aguanta humillaciones, hambre, frío, lluvia, sol, se duerme en el suelo, en la calle. Es bien duro", describe.
Y hay otros peligros, sobre todo para las mujeres, cuenta Mary. "Yo por ejemplo fui víctima de trata de personas. Llegué a Coatzacoalco, Veracruz, y el tiempo que le cuento que me puse a trabajar para esperar a mi esposo me querían prostituir". "Primero me ofrecieron de cuidar unos niños, pero no era para eso, sino que era en un bar. Allí entrábamos a la una de la tarde y salíamos hasta las seis de la mañana del siguiente día".
A Mary una vez le alertaron que por no prostituirse la iban a matar, porque no era rentable para el bar. "Ese mismo día yo me fui para las vías del tren, allí estuve esperando a mi esposo como cinco días, los dos tomamos el tren de Coatzacoalco hacia Tierras Blancas, de allí tomamos el otro tren y me caí".
"El tren iba con mucha velocidad, estábamos llegando a una estación y los garroteros nos iban a golpear y a detener. Yo no quería tirarme, pero todo el mundo se estaba bajando y mi esposo solo me dijo ‘nena, nos vamos a tener que tirar’… Yo lo abracé y lo besé y solo le dije ‘que sea lo que Dios mande’". Desde ese momento Mary comenzó a vivir una vida diferente. Aún hoy, en silla de ruedas, aspira a mejorar su casa porque "se le está cayendo encima".
Para eso ha puesto una chiclera y se dedica a elaborar joyería para damas, igual que Eva.
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