El Presidente: Análisis de la tiranía
Estamos de regreso de Caracas donde se celebró el VII Congreso Nacional de Filosofía durante los días 1 al 4 de junio, cuyas sedes fueron la Universidad Católica Andrés Bello y la Universidad Central de Venezuela. Dentro de ese contexto nos correspondió el honor de moderar la Mesa. Pensamiento Filosófico Venezolano, en la cual le dimos lectura a la ponencia titulada: El Presidente: Ensayo de filosofía política en tiempos del liberalismo amarillo.
El trabajo constituye el resultado de una investigación en torno al libro El Presidente, de Rafael Fernando Seijas (Caracas: 1845-1902), quien fue jurista, biógrafo, ensayista y embajador de Venezuela ante el Gobierno de España. Esta obra fue publicada por vez primera en 1891 en Madrid, luego fue reeditada en 1940 en Caracas e incluida en 1983 en la Colección Pensamiento Político Venezolano del siglo XIX en los textos doctrinales de los conservadores y liberales, bajo los auspicios del Congreso de la República. Así, el tema propuesto por este autor gira en torno a la tiranía como régimen político dentro del marco de la autocracia focalizada en la figura de Antonio Guzmán Blanco, líder del llamado liberalismo amarillo, quien gobernó este país con mano férrea durante dos décadas.
Seijas escribió el libro en los momentos en los cuales hacía implosión el guzmancismo, tal como lo expresa en el prólogo: “A fines de 1887 empecé a escribir estas páginas y las concluí en 1890, al cesar el poder en cuyos brazos cayó ruidosamente, pero sin sangre, la larga dictadura de 1870, anonadada por el unánime consentimiento del pueblo”. En El Presidente, su autor expone los abusos de la tiranía como régimen político, señalando entre otras cosas lo que sigue: “Tiene el Presidente tan ilimitada autoridad que en él llegaron a reunirse los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial, así como la libertad individual, la propiedad, el hogar, la industria, la Constitución y las leyes, las cuales dependieron de su voluntad. Si el tirano quiere prender a un ciudadano, se le prende; si quiere allanar una casa, se le allana. El dictador le dio forma adecuada a sus ideas, a sus caprichos y a sus odios. Nada escapó a su sed de mando”.
Ante tal poder omnímodo, las garantías de los derechos ciudadanos recibieron “muy sendos golpes fríamente premeditados y deliberadamente dados ya que éstas son un claro reflejo de la esencia de los principios más elevados y profundos de la moral”. Para Seijas la tiranía se define como un estado anormal de una nación independiente porque “representa la voluntad y el capricho individual sustituyendo el querer nacional definido en las instituciones. La tiranía se sobrepone a todo sistema de administración y deja por lo mismo de ser gobierno: es la arbitrariedad sustituida a las leyes. Ninguna tiranía es más intolerable que la que se ejerce al amparo de las leyes, arbitrariamente interpretadas, ni ningún asesino es tan odioso como el juez que hiere con la espada de la injusticia”. En cuanto a la manipulación de la mentira y la adulación para promover al tirano opinó que ello “conduce más directamente al extravío del gobernante; lo corrompe todo: la moral, la hombría de bien, las intenciones más sanas”, lo cual se opera, aludiendo a Montesquieu, cuando “la adhesión al poder se convierte en virtud, allí se sacrifican la dignidad y el pudor”.
Al concluir su obra Seijas recomienda a los presidentes que habrán de venir en el futuro “gobernar por las leyes, que sus costumbres sean puras y su vida inocente, y nadie intentará denigrarlos” y a los nuevos parlamentarios, una sugerencia: “¡Legislad para los ciudadanos y no para el poder; para corregir y no para castigar! ¡Aprovechad las lecciones de la tiranía para odiarla, y pensad que sois hombres!”.
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