Antisemitismo: Un fantasma que recorre el mundo
La Prensa, Panamá
Y no es casualmente el fantasma del que nos hablaban Marx y Engels en el Manifiesto Comunista y que recorría Europa para construir una nueva sociedad sin explotadores ni explotados, sino que es otro, que promueve el prejuicio, la hostilidad, el odio, la discriminación contra un grupo de individuos en particular. Es el fantasma del antisemitismo.
Si el fantasma a que hacían alusión los creadores del marxismo era acosado por el Papa, los radicales franceses, los polizontes alemanes y los doctrinarios, el fantasma del antisemitismo es incitado por los fundamentalistas ideológicos.
La historia nos ofrece ejemplos abundantes de manifestaciones antisemitas: 400 años de esclavitud, con las respectivas prohibiciones de sus prácticas religiosas; la destrucción del primero y segundo templo; las cruzadas; la expulsión de los judíos de Inglaterra, España y Portugal. Las masacres perpetradas por los cosacos en el siglo XVII; los pogromos y la prohibición de ejercer todo tipo de profesión.
La más infame y vil de esas manifestaciones fue la persecución sistemática, burocrática, patrocinada por el sistema político–ideológico del Estado nacional–socialista alemán: el holocausto.
Algunos dirán que etimológicamente el antisemitismo no es solo contra los judíos, sino contra todos los pueblos semitas; empero, este término tomó forma, comenzó a utilizarse y logró su difusión en la Alemania del siglo XIX cuando sustituyó al vocablo judenhass (judío–odio). Desde entonces, ese es el uso que le hemos dado.
Tal es el odio a los judíos, que los apologistas del anticomunismo los “acusaron” de haber organizado e impulsado la revolución socialista en Rusia, y es cierto. No son pocas las figuras centrales de la revolución bolchevique con origen judío: Lenin, Trotsky, Kámenev, Zinoviev, Uritsky, Radek, Kaganovich, Sverdlov, por mencionar algunos. Estos “judíos bolcheviques”, que formaron la vieja guardia revolucionaria, fueron purgados y eliminados por Stalin. Otra expresión más del antisemitismo: el estalinismo.
Muchas son las definiciones que se han utilizado por más de 4 mil años para precisar la naturaleza de ese grupo de individuos y procurar discriminarlos: hebreos, israelitas, judíos, israelíes y, últimamente, sionistas. En verdad, se puede ser hebreo sin ser israelita, judío o sionista; o ser judío, sin ser hebreo, israelí o sionista. Ni tampoco son sinónimos sionismo y judaísmo. Pero eso no les interesa a los antisemitas. A estos últimos (llámense fundamentalistas, neo–nazistas, estalinistas, o como les venga en ganas) les interesa hoy día, y en primera instancia, la destrucción del Estado de Israel.
Un Estado que en 60 años ha logrado ofrecer a sus ciudadanos, no importa su origen ni convicción religiosa, una alternativa de vida con la calidad que se disfruta en los países desarrollados; donde se cuenta con un sistema educativo gratuito y abierto para todos; un sistema de salud que asegura tratamiento médico para todos los sectores de la población; un ambiente cultural amplio y variado; un excelente sistema de seguridad social y, por último, un clima de seguridad que no permite verse alterado por las situaciones políticas adversas. Beneficios sociales que no pueden consentir los antisemitas. Por eso, a todos ellos les decimos: ¡No pasarán!
- 31 de octubre, 2006
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