EL intento de convertir el encuentro Zapatero-Obama en un instante auroral no solo ha tenido rasgos impúdicos sino que además habrá servido de poco. Seguramente había que intentarlo porque quedan pocas balas de plata en la recámara. Desde La Moncloa se llegó a hablar de «buena química» incluso antes de que los dos líderes conversaran en Praga. Lo que hay es que Obama quería pisar Europa de otro modo, distanciarse de Bush jr., mejorar la percepción de los Estados Unidos y dar consistencia a su liderazgo personal en fase de recesión económica global, de flojera atlantista y de redistribución del poder mundial con China en cabeza. Para la notable inteligencia política de Obama, sumar aliados grandes, pequeños o medianos, es quehacer de todos los días. Por ahí pasaba Zapatero -en presencia pignorada a Sarkozy- y Obama lo incluyó en su carné de baile. Esa foto llega demasiado tarde.
Aparte de la foto, ¿qué se trajo Zapatero que tenga alguna permanencia en momentos de crisis ministerial? Poco o nada ha mejorado en la estrategia de los intereses nacionales de España en la Unión Europea. En los prolegómenos de toda cumbre internacional -y especialmente las europeas- se produce una escalada mediática incitada en parte por los gobiernos nacionales para que la tensión luego decrezca y las expectativas de fricción se conviertan en parabienes por lo logrado. Cada uno regresa a casa pudiendo exhibir su parte del botín. El G-20 buscaba el mismo efecto, pero sin un «know how» propio porque, al fin y al cabo, es un conciliábulo sin entidad jurídica definida en el sistema internacional. No ha ido bien ni ha ido mal, sino todo lo contrario.
Zapatero sigue encandilado con Turquía. No acudió Obama a la Alianza de Civilizaciones y además Sarkozy y Merkel se oponen al ingreso turco en la UE. Zapatero presta un batallón para Afganistán pero no consigue explicar para qué. La retirada española de Kosovo anda volteando por los aires, como un bumerán. Pretender hacer de Zapatero el intermediario entre Obama y Sarkozy sobrepasa todo confín de la inverosimilitud. En general, Obama no pierde liderato y Europa ha tenido su voz con Merkel y Sarkozy. Tiene mérito, sobre todo cuando se anunciaba un desmoronamiento operativo de la UE y se hablaba tanto del desentendimiento entre Sarkozy y Merkel. Llevan un tiempo detestándose, pero en Londres actuaron conjuntamente y la UE pudo prescindir del piloto automático activado por la crisis checa. Solo falta que algo dé resultado.
China se ha concedido tres años para ser el líder mundial en la fabricación de coches eléctricos. Va a por todas, como se constató en el G-20. Si el «New York Times» la ve insegura en el escenario global, habrá que ver lo que mandará cuando pierda inseguridad. Al intensificarse la pulsión nacionalista china, un libro titulado «China infeliz» se lamenta de las actitudes de Occidente y requiere una aseveración más firme de la presencia china en el mundo. Con China, los Estados Unidos no tienen claro si confiar o recelar.
En el pasado, estas dudas se tenían con el Japón y con sus coches. Hubo congresistas que destruyeron electrodomésticos japoneses en la escalinata del Capitolio. Los chinos son muchos más y con un crecimiento que ya les tiene en segundo lugar mundial, prácticamente por delante del Japón. Están jugando concienzudamente a la geopolítica, una geopolítica de ábaco. Omaba y Hu Jintao tomaron el té en Londres y van a volver a verse este verano. Ya lo decía Confucio: «Aprender sin pensar es inútil. Pensar sin aprender es peligroso». Es para grabarlo en un frontis de La Moncloa.