Venezolanos: Obligados a ser libres
El gobierno parece haber entendido que recibió un mandato amplio para profundizar la revolución socialista. Desde el 15 de febrero en la noche su valoración de los resultados lo despojó de cualquier tipo de compromiso con la legalidad estatuida y con las promesas de moderación que se le habían visto en el transcurso de la campaña. Desde esa misma noche volvieron al poder con especial inmunidad, todas las formas de vandalismo, corrupción y violencia que han venido medrando de la figura del líder de la revolución, y que para ese momento estaban convenientemente escondidas.
El presidente Chávez asumió el respaldo electoral para su reelección perpetua como un mandato amplio para erigirse en el líder de la dictadura del proletariado nacional, en el intérprete hegemónico de la voluntad del pueblo que él mismo encarna, en el emblema de la restitución de todos los derechos confiscados a los pobres, y en el enemigo tenaz de la oligarquía. El presidente Chávez asumió que el comunismo era la aspiración suprema del pueblo, y que por lo tanto él debía encargarse de hacer realidad un nuevo orden social, económico y político en el que ni la libertad, ni los derechos, ni la propiedad tenían sentido alguno si ellas se expresaban en obstáculos a la suprema felicidad del pueblo.
Inspirado en el mandato supuestamente dado el 15 de febrero, este gobierno ha permitido que todos los demonios del caos se liberaran. Secuestros, asaltos, robos y asesinatos son ahora el reflejo del desentendimiento contumaz del régimen ante el problema de la seguridad ciudadana, tal vez porque así se resuelve con mayor rapidez y prestancia la presencia de un grupo social que estorba a su expectativa hegemónica. Nadie del alto gobierno ha mostrado preocupación o compasión alguna por ninguno de los que padecen secuestro, extorsión y hostigamiento. Ninguna revisión acompaña el reconocimiento inicial de que el país está cogido por la delincuencia por los cuatro costados. Todo lo contrario, el gobierno contribuye con el modelaje de la impunidad nacional. Confiscaciones, expropiaciones y amenazas a los derechos de propiedad volvieron a ser el emblema de la acción del gobierno, cuyos funcionarios gozan al protagonizar escenas caricaturescas donde los malos siempre ganan y donde los buenos son castigados y humillados a la vista de todos. Expropiaciones y tomas de control son la mejor expresión del tiempo político que vivimos, de autoritarismo profundo, de dictadura intensa, en donde sólo los que se inclinan y guardan silencio tienen alguna esperanza de no ser tocados por la acción represiva del gobierno o por la limpieza social que está a cargo del hampa.
¿Es esto una dictadura? Fue una pregunta que por mucho tiempo generó debates y puntos de vista encontrados. Creo que ahora no hay posibilidad para la duda. El presidente Chávez encabeza una dictadura popular, sanguinaria a su manera, por cuenta de la delincuencia, arrogante en la negación del otro que expresa diferencias, cruel con sus enemigos, exiliados o presos políticos sin esperanza de justicia, monopolizadora de todo el poder y voraz en el intento de cargarle las culpas a los demás. La semana del arroz es solamente el inicio de la toma de todos los espacios en nombre del proletariado. Con esta semana las casualidades se agotaron. A partir de ahora todos estaremos restringidos a un solo tipo de libertad, a una sola posibilidad de comportamiento, sin que tengamos derecho alguno a disentir, sin que podamos protegernos de la barbarie de un gobierno que coincide con la vileza de una delincuencia que no encuentra límites sino justificaciones para su acción. Esta es la agenda que deberemos encarar lo que queda del 2009.
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