Tránsito: problema privado, falla del… Estado
Por Alejandro Alle
El Salvador
La existencia de congestionamientos de tránsito, fenómeno particularmente negativo en épocas de combustibles caros, es el ejemplo usualmente tomado por muchos economistas para ejemplificar las “fallas del mercado”, aunque como veremos, quien en verdad siempre falla en dichos casos es la regulación inadecuada. Es decir, el Estado.
Comencemos destacando que los congestionamientos de tránsito son “externalidades” negativas, denominación genérica que alude al efecto pernicioso que nuestras acciones u omisiones ocasionan en otras personas. Que son “externas” a nosotros.
Las externalidades a veces pueden ser positivas, como cuando el vecino mantiene su jardín agradable a la vista sin cobrarnos por ello…, y se originan en los problemas usuales al definir el límite entre los “bienes públicos” y los “bienes privados”.
Y como es bien sabido, por experiencia…, cuando los bienes públicos no tienen reglas claras de utilización sufrirán inexorablemente de sobre-utilización. Porque todos preferimos consumir aquello que no nos cuesta, o sobre lo cual no tenemos que rendir cuentas.
En consecuencia, quienes producen externalidades negativas tales como los congestionamientos de tránsito, lo seguirán haciendo en la medida que no se vean obligados a evitar, limitar, o compensar económicamente el perjuicio que ocasionan en las demás personas.
La carretera, en efecto, es utilizada como si fuese un “bien privado” de cada uno de los conductores que deciden circular por ella, acción que en las horas pico ocasiona un “perjuicio público”.
Tim Harford, comentarista del Financial Times, destaca que el Estado dispone de al menos dos formas para limitar la externalidad de los congestionamientos de tránsito: a) ofrecer alternativas adecuadas de transporte público (planeta Tierra llamando…, ¿hay alguien escuchando?), y b) gravar de forma diferenciada, según la hora del día, el uso de determinadas vías de tránsito.
La falta de un sistema adecuado de transporte público es particularmente injusta para con los más pobres.
Y con respecto al concepto de gravar de forma diferenciada el uso de las vías según la hora, el profesor chileno Ernesto Fontaine lo desarrolla en su libro “Nuestra economía de cada día”, en un capítulo titulado: “A veces el gobierno permite que algunos precios nos engañen”.
El autor menciona que en la mayoría de los países latinoamericanos los peajes simplemente se utilizan como un impuesto a quienes utilizan determinadas vías.
Sugiere Fontaine que el peaje opere como precio “regulador” de la demanda, variando su tarifa según la hora del día para así ajustar eficientemente la demanda de utilización de la vía, a una oferta que es necesariamente “rígida”: los carriles disponibles en una carretera son limitados. Y hay un máximo de vehículos que pueden circular con fluidez.
Se pregunta Fontaine: ¿por qué cobrarle lo mismo a quien viaja a las 10:00 AM, cuando no hay tanto tránsito, que a quien lo hace a las 7:00 AM?
Los franceses fueron pioneros en este concepto de tarifas diferenciadas, que aplicaron en sus mercados eléctricos hace más de 50 años, al observar que de esa forma evitaban hacer inversiones que sólo utilizarían en horarios pico. La práctica se difundió mundialmente y actualmente los sistemas eléctricos operan de esa forma.
En síntesis, los mercados tienen las imperfecciones propias de cualquier mecanismo en el cual intervenga el siempre imperfecto ser humano, y por ello es una ingenuidad hablar de “competencia perfecta”, o de “mercados perfectos”. No existen ni son necesarios.
Paradójicamente, entre quienes hablan de “mercados perfectos” encontramos tanto a idólatras de los mercados (mhhh…), como a quienes los detestan (doble mhhh…). Seguramente ninguno de estos especímenes vio funcionar un mercado en su vida. Demasiada ideología. Y nada de economía.
No sería inteligente que por sus imperfecciones reneguemos de los múltiples mecanismos que los mercados ponen a disposición de la sociedad, con el fin de solucionar problemas tales como las externalidades negativas.
Finalmente, con la etiqueta “fallas de mercado” que suelen aplicarle a las externalidades se pretenden ocultar falencias como las “fallas de regulación”. Es decir, las “fallas del Estado”.
Hasta la próxima.
El autor es Ingeniero, Máster en Economía (ESEADE, Buenos Aires) y columnista de El Diario de Hoy.
- 23 de junio, 2013
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