Casi 130.000 personas participaron de las sesiones del denominado Foro Social Mundial (FSM) en la ciudad de Porto Alegre, Brasil, en enero pasado, en un marco plagado de anuncios sobre la realización de futuras protestas a escala mundial en contra del libre comercio. El FMS se reúne cada año desde 2001, como un encuentro en oposición al Foro Económico Mundial que para la misma fecha se celebra en Davos, Suiza.

Las distintas actividades desarrolladas en el evento, generaron alrededor de 352 propuestas, las que fueron exhibidas en un gran mural bajo el lema "Otro mundo es posible." Entre la extensa enunciación de nobles objetivos por alcanzar, se destacaron los de erradicar el hambre, la guerra y la proliferación armamentística en el planeta, procurar lograr una sociedad más humanizada y con más tiempo libre, luchar contra la explotación infantil, generar iniciativas para lograr el desarrollo social y económico sostenible y aquellas tendientes a sensibilizar a la humanidad sobre los efectos perversos de la globalización.

Si bien el FMS careció de la asistencia de conocidas celebridades de Hollywood, como las que sí estuvieron en Davos, la gran mayoría de esas iniciativas se vieron impregnadas de una alta dosis de ciencia ficción, género que pareciera ser el preferido de los grandes ingenieros sociales que consideran que la sociedad puede ser moldeada a su antojo y con total prescindencia de la realidad.

De otro modo resultaría imposible que las conclusiones de la reunión inculpasen de todos los males del mundo a algo que, como el libre comercio, salvo en raras ocasiones ha tan siquiera existido en la gran mayoría de los países participantes y que estos líderes e iluminados continúen defendiendo el rol activo del Estado en la economía, cuando el mismo ampliamente ha probado ser una especie de Rey Midas al revés, destrozando todo lo que toca a su paso y transformando en desastres financieros a actividades que en manos privadas hubiesen sido lucrativas y eficientes.

Lo que convierte a las propuestas del FSM en una mera expresión deseos es que las mismas fallan en resolver los cinco principios de la opresión-el corporativismo, el mercantilismo de estado, el privilegio, la transferencia de riqueza y la ley política-descriptos por el académico Alvaro Vargas Llosa en su último libro Rumbo a la Libertad, y a los que el autor alude para explicar las causas del estancamiento y de la marginalidad de América Latina en sus 500 años de existencia. Ninguna de las 352 propuestas del FMS apunta a erradicar alguno de estos cinco principios, los que han causado la marginación económica y social de los pobres no solo en América Latina, sino también en grado diverso en Africa y en parte de Asia.

Esta falla de apreciación no resulta sorprendente dado que, para tener una idea de la calidad intelectual de sus protagonistas, basta mencionar, por ejemplo, que la gran estrella del FMS fue sin duda alguna el presidente venezolano Hugo Chavez, quien aprovechó la ocasión para condenar al capitalismo por ser “la causa de los grandes problemas de desigualdad en el mundo,” y para confirmar la noticia de que su gobierno planea expropiar durante este año tres millones de hectáreas-equivalentes al 3,4% del total del territorio venezolano-para entregarlas a campesinos pobres de su país a fin de llevar a cabo su propuesta de una reforma agraria, lo que ilustra la profunda antipatía hacia los derechos de propiedad que tienen muchos de los reformadores de la actualidad.

Todos estos planteos ignoran de manera supina que la pobreza es la condición natural de los seres humanos y que la riqueza es algo que precisa ser creado, para lo cual es imprescindible la existencia de una filosofía imperante que permita establecer un marco institucional que favorezca ese proceso creativo. Y no hay manera de generar riqueza si lo único que se hace es defender propuestas que la atacan y que tan solo se concentran en redistribuir aquella existente a través de lo que Federico Bastiat denominaba la “expoliación legal,” que no es otra cosa que la perversa idea de que la ley puede quitarle a unos lo propio para dárselo a otros.

La riqueza no es algo estático, ni algo fijo. La misma se hace día a día con cada acto productivo, con cada bien y con cada servicio ofrecido en el mercado. La riqueza no nos viene dada, sino que debe ser creada sirviendo más y mejor a nuestros semejantes. Es por eso que bien podríamos decir que quienes participaron de la última reunión del Foro son países subdesarrollados por esfuerzo propio, debido a que han utilizado todas las herramientas con las que cuenta el Estado para obstaculizar e impedir el indispensable proceso de acumulación de capital, el cual desde la Revolución Industrial ha venido poniendo a disposición de las masas cosas con las que ni los soberanos más poderosos habían soñado jamás.

Los beneficios de asegurar la libertad a fin de crear riqueza son significativos- especialmente para los más pobres. “En las naciones que se encuentran entre los cinco primeros puestos de libertad económica, el ingreso promedio del 10 por ciento más pobre de la población fue de 6.877 dólares comparado con tan solo 823 dólares en las naciones menos libres,” según el Informe de Libertad Económica 2004, el cual califica a 123 países en lo atinente a políticas en materia de impuestos, protección de los derechos de propiedad, y libertad para comerciar internacionalmente. El informe muestra también que los países pobres que abrazan la libertad económica, acumulan riqueza más rápidamente: De 1980 a 2000 los países pobres cuyas economías se encontraban relativamente libres de la interferencia gubernamental tuvieron tasas de crecimiento económico del 5,2 por ciento al año, comparado con el 3,4 por ciento para todos los países económicamente libres.

Se ha dicho que en la vida, como en la economía, podemos hacer lo que nos plazca, menos evitar pagar las consecuencias de nuestras acciones. Eso en virtud de que, aunque los participantes del último FMS parezcan soslayarlo, el boomerang generalmente vuelve.