Últimamente hemos oído mucho acerca de Honduras, pero hay mucho más en juego que la nocturna remoción del presidente Manuel Zelaya el 28 de junio y sus implicancias. La historia más importante es la del descredito de las principales organizaciones políticas y económicas internacionales del mundo.>
La Organización de Estados Americanos y su ambicioso líder, José Miguel Insulza, tomó la delantera para lidiar con la crisis. La OEA le dio al nuevo gobierno de facto hondureño tres días para restituir a Zelaya o sufrir la suspensión de la organización. Tegucigalpa respondió renunciando antes.
Pero la OEA, las Naciones Unidas, la Unión Europea, el Banco Mundial y demás estaban todos departiendo a tontas y locas. Estos dirigentes no tenían otra cosa para expresar que un idealismo difuso, prejuicios ideológicos, intereses personales diversos y una profunda ignorancia de las realidades locales en Honduras.
Pero eso les bastaba. Insulza rechazó las conversaciones entre las partes contendientes en favor de una confrontación a lo macho, los ultimátums y la polarización, para alegría del presidente venezolano Hugo Chávez y otros chavistas. Vergonzosamente, cada una de las naciones miembros de la OEA coincidieron con Insulza. La OEA es en realidad la Organización de las Ovejas Americanas.
La administración Obama mantuvo un bajo perfil a la vez que establecía conversaciones entre los dos bandos, mediados por el presidente costarricense Oscar Arias. Las propias conversaciones—así como también el foco estadounidense sobre la mediación en vez de sobre tan solo la confrontación—provocaron bramidos de furia de Chávez.
La OEA declamó su eterno rechazo al “anti-democrático” y “anti-constitucional” “golpe militar” del nuevo gobierno. Pero era Zelaya quien estaba equivocado. Los diplomáticos de la OEA no pueden tenerlo todo—profesar su inquebrantable dedicación a las constituciones nacionales y al Estado de Derecho y al mismo tiempo militantemente convertir en héroe al principal violador de la ley del país.
¿Por qué la OEA, la ONU y otros líderes desconocieron eso antes de mangonear a los hondureños? Tal como lo señalaba el abogado hondureño Octavio Sánchez en el Christian Science Monitor, cuando Zelaya emitió un decreto ordenando un referendo sobre la modificación de los mandatos presidenciales, “activó una clausula constitucional que automáticamente lo removió del cargo”. (Busquen en Google la constitución hondureña y léanlo por sí mismos—Articulo 239.) Zelaya se había auto destituido, razón por la cual el juicio político no era necesario.
Así que era totalmente legal para las fuerzas armadas remover a Zelaya, a pesar de que la nocturnidad del acto les dio a los de afuera la impresión de un golpe militar.
Son Zelaya, Insulza, Chávez, la ONU y todos los estados miembros de la OEA quienes están practicando una política de república bananera, no el gobierno de Tegucigalpa.
Traducido por Gabriel Gasave
Demasiada alharaca por un golpe que no fue tal
Últimamente hemos oído mucho acerca de Honduras, pero hay mucho más en juego que la nocturna remoción del presidente Manuel Zelaya el 28 de junio y sus implicancias. La historia más importante es la del descredito de las principales organizaciones políticas y económicas internacionales del mundo.>
La Organización de Estados Americanos y su ambicioso líder, José Miguel Insulza, tomó la delantera para lidiar con la crisis. La OEA le dio al nuevo gobierno de facto hondureño tres días para restituir a Zelaya o sufrir la suspensión de la organización. Tegucigalpa respondió renunciando antes.
Pero la OEA, las Naciones Unidas, la Unión Europea, el Banco Mundial y demás estaban todos departiendo a tontas y locas. Estos dirigentes no tenían otra cosa para expresar que un idealismo difuso, prejuicios ideológicos, intereses personales diversos y una profunda ignorancia de las realidades locales en Honduras.
Pero eso les bastaba. Insulza rechazó las conversaciones entre las partes contendientes en favor de una confrontación a lo macho, los ultimátums y la polarización, para alegría del presidente venezolano Hugo Chávez y otros chavistas. Vergonzosamente, cada una de las naciones miembros de la OEA coincidieron con Insulza. La OEA es en realidad la Organización de las Ovejas Americanas.
La administración Obama mantuvo un bajo perfil a la vez que establecía conversaciones entre los dos bandos, mediados por el presidente costarricense Oscar Arias. Las propias conversaciones—así como también el foco estadounidense sobre la mediación en vez de sobre tan solo la confrontación—provocaron bramidos de furia de Chávez.
La OEA declamó su eterno rechazo al “anti-democrático” y “anti-constitucional” “golpe militar” del nuevo gobierno. Pero era Zelaya quien estaba equivocado. Los diplomáticos de la OEA no pueden tenerlo todo—profesar su inquebrantable dedicación a las constituciones nacionales y al Estado de Derecho y al mismo tiempo militantemente convertir en héroe al principal violador de la ley del país.
¿Por qué la OEA, la ONU y otros líderes desconocieron eso antes de mangonear a los hondureños? Tal como lo señalaba el abogado hondureño Octavio Sánchez en el Christian Science Monitor, cuando Zelaya emitió un decreto ordenando un referendo sobre la modificación de los mandatos presidenciales, “activó una clausula constitucional que automáticamente lo removió del cargo”. (Busquen en Google la constitución hondureña y léanlo por sí mismos—Articulo 239.) Zelaya se había auto destituido, razón por la cual el juicio político no era necesario.
Así que era totalmente legal para las fuerzas armadas remover a Zelaya, a pesar de que la nocturnidad del acto les dio a los de afuera la impresión de un golpe militar.
Son Zelaya, Insulza, Chávez, la ONU y todos los estados miembros de la OEA quienes están practicando una política de república bananera, no el gobierno de Tegucigalpa.
Traducido por Gabriel Gasave
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