Debido a que la administración Bush, casi desde el comienzo, ha evitado cualquier comparación de Irak con Vietnam, los funcionarios aparentemente nunca leyeron la historia de la peor guerra de la nación hasta el momento y han cometido las mismas 10 principales equivocaciones:
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La subestimación del enemigo. Como en Vietnam, las potentes fuerzas armadas de la superpotencia han sido sorprendidas por la tenacidad y la competencia de una rebelión nacionalista que intenta expulsar de su territorio a un ocupante extranjero. Por ejemplo, las fuerzas armadas estadounidenses, una organización jerárquica, ven a la insurgencia sunnita como desorganizada y sin una estructura de comando central. Sin embargo, los insurgentes están empleando esta estructura descentralizada muy eficazmente y no se encuentran amenazados por algún ataque de decapitación de los EE.UU. para herir severamente a la rebelión mediante el asesinato de sus líderes.
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El engaño del público estadounidense acerca de cuán mal está resultando la guerra. El Presidente Bush sigue hablando de victoria, y su jefe del Estado Mayor, el General Peter Pace, afirmó que los Estados Unidos estaban haciendo un “progreso muy pero muy bueno” tan solo dos días antes de que el más creíble embajador de los Estados Unidos en Irak alertara que una guerra civil era posible en Irak. El Presidente Lyndon Johnson pinto un cuadro excesivamente optimista de la participación estadounidense en Vietnam hasta que la masiva ofensiva comunista Tet contra el sur en 1968 creó una “brecha de credibilidad” en la mente del público. Los Estados Unidos y los militares survietnamitas repelieron exitosamente la ofensiva, pero la guerra se perdió políticamente porque el gobierno estadounidense perdió la confianza de sus propios ciudadanos. La administración Bush ha caído en la misma trampa al tratar de “alejar” las malas noticias procedentes de Irak. Las encuestas señalan unánimemente que la confiabilidad de Bush a los ojos del público estadounidense se ha desplomado en más de 20 puntos desde septiembre de 2003 cayendo al 40 por ciento.
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La administración Bush, al igual que las administraciones Johnson y Nixon, culpa a la cobertura negativa de los medios de comunicación por disminuir el apoyo popular a la guerra. Sin embargo la naturaleza de la prensa es la de que preferirá cubrir los acontecimientos extraordinariamente negativos, tales como los incendios y los accidentes aéreos, que aquellos desarrollos más mundanos y positivos. Vietnam demostró que la cobertura normal de los medios de los errores en la guerra quebrantaría el esfuerzo bélico. La administración Bush debería haber esperado una cobertura de los medios así de predecible.
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Las artificiales estadísticas gubernamentales no pueden ser empleadas para medir el progreso en una guerra de contrainsurgencia. En Vietnam, el número de victimas fatales de los norvietnamitas y del Viet Cong era siempre mayor que el de las muertes estadounidenses y survietnamitas. Últimamente, la administración Bush le ha dado gran importancia al hecho de que menos efectivos estadounidenses están muriendo en Irak. Pero las fuerzas de los EE.UU. han sido retiradas del combate a fin de reducir las victimas estadounidenses y entrenar a las fuerzas iraquíes. En la guerra de guerillas, a pesar de las estadísticas desfavorables, mientras los insurgentes mantengan un ejército en el terreno, pueden ganar en la medida que el invasor extranjero se canse de la ocupación.
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La excesiva utilización inicial de la fuerza en una guerra de contrainsurgencia en lugar de un plan para conquistar a los corazones y las mentes. Las fuerzas armadas de los Estados Unidos, desde los días de Ulises S. Grant, han empleado su poder de fuego superior para ganar las guerras de desgaste contra sus enemigos. En Vietnam, los militares de los EE.UU. emplearon inicialmente tales tácticas, pero más tarde adoptaron una estrategia de contrainsurgencia más moderada solamente antes de que fuera demasiado tarde. La administración Bush inicialmente dejó en escombros a ciudades como Falluja y recién ahora, en un intento por reducir el apoyo a los guerrilleros entre una población ya enfurecida, se está volcando hacia una estrategia dirigida a ganar los corazones y las mentes iraquíes.
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Las fracasadas tácticas de “búsqueda y destrucción” dieron tardíamente lugar al enfoque de limpiar y conservar el terreno. Tanto en Vietnam como en Irak, tras las misiones de búsqueda y destrucción, los combatientes enemigos meramente regresaron a las áreas una vez que partieron las “victoriosas” fuerzas estadounidenses. Pero no se encuentran en Irak los suficientes efectivos estadounidenses para hacer que funcione el método de “limpiar y conservar”.
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La “iraquización” de la guerra se asemeja a la fracasada “vietnamización” de los años 70. La administración Nixon nunca explicó por completo cómo las menos capaces fuerzas armadas survietnamitas pudieron vencer a la insurgencia cuando los poderosos militares estadounidenses habían fallado. El mismo problema existe en Irak.
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Como en Vietnam, no ha habido ninguna “fecha cierta” para el retiro de las fuerzas estadounidenses. El presidente Bush recientemente implicó que las fuerzas estadounidenses estarán en Irak cuando el próximo presidente asuma el cargo. Tal compromiso indefinido de las fuerzas de los EE.UU. convence a más iraquíes de que los Estados Unidos son un ocupante que debe ser resistido.
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La retención de incompetentes diseñadores de políticas. Lyndon Johnson retuvo como Secretario de Defensa a Robert McNamara, el inepto arquitecto de la estrategia de Vietnam, hasta que el mismo McNamara se opuso a su propia guerra. Bush ha mantenido en el mismo cargo al chapucero Donald Rumsfeld demasiado tiempo.
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Lo más importante de todo, el inicio de una guerra con otro país por razones fraguadas, a la cual no se puso bajo escrutinio. Lyndon Johnson utilizó un cuestionable supuesto ataque por parte de barcos patrulleros vietnamitas contra un destructor estadounidense para intensificar la participación de los Estados Unidos en un país atrasado y que difícilmente fuese estratégico para los EE.UU.. Bush exageró los peligros de los programas de armas iraquíes e implicó un vínculo inventado entre Saddam Hussein y los ataques del 11 de septiembre. En una republica, la falta de una justificación incontestable para el envío de hombres a morir en una guerra distante puede ser corrosiva para la moral de las tropas y el apoyo del público en el país.
La administración Bush está padeciendo en la actualidad por su horroroso fracaso en aprender las lecciones de la tragedia de Vietnam.
Las diez principales equivocaciones que la administración Bush está repitiendo de Vietnam
Debido a que la administración Bush, casi desde el comienzo, ha evitado cualquier comparación de Irak con Vietnam, los funcionarios aparentemente nunca leyeron la historia de la peor guerra de la nación hasta el momento y han cometido las mismas 10 principales equivocaciones:
La subestimación del enemigo. Como en Vietnam, las potentes fuerzas armadas de la superpotencia han sido sorprendidas por la tenacidad y la competencia de una rebelión nacionalista que intenta expulsar de su territorio a un ocupante extranjero. Por ejemplo, las fuerzas armadas estadounidenses, una organización jerárquica, ven a la insurgencia sunnita como desorganizada y sin una estructura de comando central. Sin embargo, los insurgentes están empleando esta estructura descentralizada muy eficazmente y no se encuentran amenazados por algún ataque de decapitación de los EE.UU. para herir severamente a la rebelión mediante el asesinato de sus líderes.
El engaño del público estadounidense acerca de cuán mal está resultando la guerra. El Presidente Bush sigue hablando de victoria, y su jefe del Estado Mayor, el General Peter Pace, afirmó que los Estados Unidos estaban haciendo un “progreso muy pero muy bueno” tan solo dos días antes de que el más creíble embajador de los Estados Unidos en Irak alertara que una guerra civil era posible en Irak. El Presidente Lyndon Johnson pinto un cuadro excesivamente optimista de la participación estadounidense en Vietnam hasta que la masiva ofensiva comunista Tet contra el sur en 1968 creó una “brecha de credibilidad” en la mente del público. Los Estados Unidos y los militares survietnamitas repelieron exitosamente la ofensiva, pero la guerra se perdió políticamente porque el gobierno estadounidense perdió la confianza de sus propios ciudadanos. La administración Bush ha caído en la misma trampa al tratar de “alejar” las malas noticias procedentes de Irak. Las encuestas señalan unánimemente que la confiabilidad de Bush a los ojos del público estadounidense se ha desplomado en más de 20 puntos desde septiembre de 2003 cayendo al 40 por ciento.
La administración Bush, al igual que las administraciones Johnson y Nixon, culpa a la cobertura negativa de los medios de comunicación por disminuir el apoyo popular a la guerra. Sin embargo la naturaleza de la prensa es la de que preferirá cubrir los acontecimientos extraordinariamente negativos, tales como los incendios y los accidentes aéreos, que aquellos desarrollos más mundanos y positivos. Vietnam demostró que la cobertura normal de los medios de los errores en la guerra quebrantaría el esfuerzo bélico. La administración Bush debería haber esperado una cobertura de los medios así de predecible.
Las artificiales estadísticas gubernamentales no pueden ser empleadas para medir el progreso en una guerra de contrainsurgencia. En Vietnam, el número de victimas fatales de los norvietnamitas y del Viet Cong era siempre mayor que el de las muertes estadounidenses y survietnamitas. Últimamente, la administración Bush le ha dado gran importancia al hecho de que menos efectivos estadounidenses están muriendo en Irak. Pero las fuerzas de los EE.UU. han sido retiradas del combate a fin de reducir las victimas estadounidenses y entrenar a las fuerzas iraquíes. En la guerra de guerillas, a pesar de las estadísticas desfavorables, mientras los insurgentes mantengan un ejército en el terreno, pueden ganar en la medida que el invasor extranjero se canse de la ocupación.
La excesiva utilización inicial de la fuerza en una guerra de contrainsurgencia en lugar de un plan para conquistar a los corazones y las mentes. Las fuerzas armadas de los Estados Unidos, desde los días de Ulises S. Grant, han empleado su poder de fuego superior para ganar las guerras de desgaste contra sus enemigos. En Vietnam, los militares de los EE.UU. emplearon inicialmente tales tácticas, pero más tarde adoptaron una estrategia de contrainsurgencia más moderada solamente antes de que fuera demasiado tarde. La administración Bush inicialmente dejó en escombros a ciudades como Falluja y recién ahora, en un intento por reducir el apoyo a los guerrilleros entre una población ya enfurecida, se está volcando hacia una estrategia dirigida a ganar los corazones y las mentes iraquíes.
Las fracasadas tácticas de “búsqueda y destrucción” dieron tardíamente lugar al enfoque de limpiar y conservar el terreno. Tanto en Vietnam como en Irak, tras las misiones de búsqueda y destrucción, los combatientes enemigos meramente regresaron a las áreas una vez que partieron las “victoriosas” fuerzas estadounidenses. Pero no se encuentran en Irak los suficientes efectivos estadounidenses para hacer que funcione el método de “limpiar y conservar”.
La “iraquización” de la guerra se asemeja a la fracasada “vietnamización” de los años 70. La administración Nixon nunca explicó por completo cómo las menos capaces fuerzas armadas survietnamitas pudieron vencer a la insurgencia cuando los poderosos militares estadounidenses habían fallado. El mismo problema existe en Irak.
Como en Vietnam, no ha habido ninguna “fecha cierta” para el retiro de las fuerzas estadounidenses. El presidente Bush recientemente implicó que las fuerzas estadounidenses estarán en Irak cuando el próximo presidente asuma el cargo. Tal compromiso indefinido de las fuerzas de los EE.UU. convence a más iraquíes de que los Estados Unidos son un ocupante que debe ser resistido.
La retención de incompetentes diseñadores de políticas. Lyndon Johnson retuvo como Secretario de Defensa a Robert McNamara, el inepto arquitecto de la estrategia de Vietnam, hasta que el mismo McNamara se opuso a su propia guerra. Bush ha mantenido en el mismo cargo al chapucero Donald Rumsfeld demasiado tiempo.
Lo más importante de todo, el inicio de una guerra con otro país por razones fraguadas, a la cual no se puso bajo escrutinio. Lyndon Johnson utilizó un cuestionable supuesto ataque por parte de barcos patrulleros vietnamitas contra un destructor estadounidense para intensificar la participación de los Estados Unidos en un país atrasado y que difícilmente fuese estratégico para los EE.UU.. Bush exageró los peligros de los programas de armas iraquíes e implicó un vínculo inventado entre Saddam Hussein y los ataques del 11 de septiembre. En una republica, la falta de una justificación incontestable para el envío de hombres a morir en una guerra distante puede ser corrosiva para la moral de las tropas y el apoyo del público en el país.
La administración Bush está padeciendo en la actualidad por su horroroso fracaso en aprender las lecciones de la tragedia de Vietnam.
Defensa y política exteriorIrak
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