Cuando Kobe Bryant acuda a la corte acusado de violación, no enfrentará sólo al tribunal. La visión de la sociedad de los “derechos de las víctimas” también estará bajo escrutinio.
La creencia cada vez mayor de que las falsas acusaciones de asalto sexual se han vuelto comunes, ha incitado un reclamo por un tratamiento más justo de dichos acusados, especialmente por parte de los medios. Los críticos de la cobertura mediática parecen particularmente amargos acerca de la política estándar de extender el anonimato a las acusadoras pero no al acusado. Creen que el doble estándar estigmatiza al acusado, a quien se debería presumir inocente, y que alienta las falsas acusaciones.
La crítica asume que los informes falsos se encuentran generalizados. Las estimaciones varían violentamente.
En el extremo superior se encuentra un estudio realizado por el ahora retirado sociólogo Eugene J. Kanin de la Purdue University, quien trabajó en cooperación con la policía en una pequeña ciudad metropolitana. Kanin examinó los concluyentes informes de violación de 1978 a 1987, durante los cuales 109 acusaciones fueron presentadas; y el 45, o 41 por ciento de las mismas fueron desechadas como falsas. Tres factores motivaban comúnmente las alegaciones falsas: la venganza, la necesidad de una coartada, y un deseo de llamar la atención.
En el extremo inferior de la estimación está la mucho más citada, pero vagamente respaldada, cifra “feminista” del 2 por ciento, popularizada por el libro de Susan Brownmiller de 1975 “Against Our Will” (“Contra Nuestra Voluntad”). La extraordinariamente baja cifra “feminista” agrega tan solo un sentido creciente de que los hombres acusados son a menudo víctimas. Primero, son victimizados por las acusaciones falsas y, luego, por las feministas políticamente correctas quienes son vistas para proporcionar el marco ideológico que posibilita los informes falsos.
(El número verdadero, probablemente se ubique en algún lugar entremedio. En ausencia de una confesión firmada, la adjudicación de las alegaciones de violación tanto como “ciertas” o como “infundadas” implica una cierta evaluación subjetiva, un problema endémico a todos los estudios y estadísticas sobre violación.)
Mientras procede el caso de Bryant, los reclamos para un tratamiento justo de los hombres acusados y un cese de los dobles estándares, es probable que se tornen más ruidosos.
Hasta ahora, el más evidente de los dobles estándares aplicados han sido los medios que informan sobre Bryant mientras protegen la identidad de su denunciante. En este caso, la protección es nominal debido a que algunos comentaristas consideraron a la situación tan injusta que identificaron a la acusadora y su nombre se puede encontrar fácilmente en Internet. Sin embargo, la mayoría de las fuentes noticiosas continúan reteniendo la identidad de la acusadora como una cuestión de política y lo hacen también en otros casos en donde esa protección es real, no nominal.
Su precaución es comprensible. No puede haber una obligación legal de nombrar solamente al acusado pero es la sombra clara de la ley. El Juez Gannett indicó esto emitiendo una “orden de decoro” en el caso de Bryant. Amenazó a los periodistas que nombraran a la acusadora con la expulsión de su tribunal y con sanciones legales no especificadas – una amenaza que ha sido etiquetada como “inconstitucional.”
Muchos también la llaman injusta: o se menciona a ambas partes o a ninguna. Ésta no es simplemente una cuestión de equilibrio y de exactitud en la información; es también para asegurar un juicio justo. Mencionando solamente al acusado, los informes noticiosos pueden perjudicar su proceso legal – por ejemplo, contaminando al jurado. No nombrando a una denunciante, los medios pueden beneficiar su caso. Considérese un ejemplo.
Cuando se menciona a un acusado de violación, otras víctimas pueden presentarse para agregar su testimonio; cuando una querellante permanece sin ser mencionada, los testigos que pudiesen desacreditar sus aseveraciones pueden no ser conscientes del proceso.
Dos defensas son comúnmente ofrecidas para mantener el anonimato: proteger a la víctima de la humillación; y, alentar a otras víctimas a que efectúen sus denuncias.
La primera justificación reposa en la creencia compasiva y sana de que una víctima de violación no debería ser brutalizada por segunda vez. No obstante lo emocionalmente constrictivo que este argumento pueda ser, falla porque asume precisamente lo que está en cuestión. ¿Es la denunciante una víctima? ¿Es el acusado culpable? Hasta que la evidencia haya sido examinada abiertamente, estos interrogantes no pueden ser contestados.
Al lado del cual, la compasión por una posible víctima no explica por qué idéntica consideración no es extendida al acusado. Después de todo, al acusado se lo presume inocente y, por lo tanto, la divulgación de su nombre puede devastar una vida inocente. Si la identidad de la víctima debiera estar protegida, del mismo modo debiese serlo la del acusado hasta que sea declarado “culpable.”
La segunda justificación para el anonimato es la de alentar a otras denunciantes a que se presenten. No hay nada positivo acerca de incrementar el número de acusaciones a menos que las mismas estén acompañadas por los estándares que mantienen la exactitud de los informes y los derechos del acusado. Morigerando los estándares de responsabilidad, los informes falsos son proclives a aumentar y, de esa manera, provocar la especie de contragolpe que estamos atestiguando hoy día. La gente no está preocupada solamente por sus hijas que podrían ser las víctimas, también se preocupan por sus hijos, quienes podrían ser falsamente acusados.
El caso de Bryant podría ser una atalaya para observar cómo nuestra sociedad ve y trata a las “víctimas.” Podemos comenzar a mirarlas con más escepticismo y menos condolencia. Esto sería trágico para las mujeres que han sido atacadas sexualmente.
La veterana y políticamente correcta feminista Susan Estrich ha observado este riesgo. En una columna del 22 de octubre para Creator Syndicated, escribió: “Desde la perspectiva de las leyes que protegen los derechos de las víctimas, éste es un tren descarrilado esperando acontecer. Usted tiene las peores circunstancias posibles; la peor víctima posible; el peor caso posible para mantener la privacidad. La defensa de »»locos y prostitutas»» ha encontrado a su chica de tapa.”
Mucho depende de cuánta imparcialidad sea extendida al acusado. Y, aquí, los medios podrían liderar el camino. Los cambios en la ley toman tiempo pero la política editorial y noticiosa puede cambiar de la noche a la mañana. Los medios deberían adoptar el nuevo estándar de mencionar a ambas partes o de no nombrar ni a una ni a otra.
Traducido por Gabriel Gasave
El caso de Kobe pone en juicio a los derechos de las victimas
Cuando Kobe Bryant acuda a la corte acusado de violación, no enfrentará sólo al tribunal. La visión de la sociedad de los “derechos de las víctimas” también estará bajo escrutinio.
La creencia cada vez mayor de que las falsas acusaciones de asalto sexual se han vuelto comunes, ha incitado un reclamo por un tratamiento más justo de dichos acusados, especialmente por parte de los medios. Los críticos de la cobertura mediática parecen particularmente amargos acerca de la política estándar de extender el anonimato a las acusadoras pero no al acusado. Creen que el doble estándar estigmatiza al acusado, a quien se debería presumir inocente, y que alienta las falsas acusaciones.
La crítica asume que los informes falsos se encuentran generalizados. Las estimaciones varían violentamente.
En el extremo superior se encuentra un estudio realizado por el ahora retirado sociólogo Eugene J. Kanin de la Purdue University, quien trabajó en cooperación con la policía en una pequeña ciudad metropolitana. Kanin examinó los concluyentes informes de violación de 1978 a 1987, durante los cuales 109 acusaciones fueron presentadas; y el 45, o 41 por ciento de las mismas fueron desechadas como falsas. Tres factores motivaban comúnmente las alegaciones falsas: la venganza, la necesidad de una coartada, y un deseo de llamar la atención.
En el extremo inferior de la estimación está la mucho más citada, pero vagamente respaldada, cifra “feminista” del 2 por ciento, popularizada por el libro de Susan Brownmiller de 1975 “Against Our Will” (“Contra Nuestra Voluntad”). La extraordinariamente baja cifra “feminista” agrega tan solo un sentido creciente de que los hombres acusados son a menudo víctimas. Primero, son victimizados por las acusaciones falsas y, luego, por las feministas políticamente correctas quienes son vistas para proporcionar el marco ideológico que posibilita los informes falsos.
(El número verdadero, probablemente se ubique en algún lugar entremedio. En ausencia de una confesión firmada, la adjudicación de las alegaciones de violación tanto como “ciertas” o como “infundadas” implica una cierta evaluación subjetiva, un problema endémico a todos los estudios y estadísticas sobre violación.)
Mientras procede el caso de Bryant, los reclamos para un tratamiento justo de los hombres acusados y un cese de los dobles estándares, es probable que se tornen más ruidosos.
Hasta ahora, el más evidente de los dobles estándares aplicados han sido los medios que informan sobre Bryant mientras protegen la identidad de su denunciante. En este caso, la protección es nominal debido a que algunos comentaristas consideraron a la situación tan injusta que identificaron a la acusadora y su nombre se puede encontrar fácilmente en Internet. Sin embargo, la mayoría de las fuentes noticiosas continúan reteniendo la identidad de la acusadora como una cuestión de política y lo hacen también en otros casos en donde esa protección es real, no nominal.
Su precaución es comprensible. No puede haber una obligación legal de nombrar solamente al acusado pero es la sombra clara de la ley. El Juez Gannett indicó esto emitiendo una “orden de decoro” en el caso de Bryant. Amenazó a los periodistas que nombraran a la acusadora con la expulsión de su tribunal y con sanciones legales no especificadas – una amenaza que ha sido etiquetada como “inconstitucional.”
Muchos también la llaman injusta: o se menciona a ambas partes o a ninguna. Ésta no es simplemente una cuestión de equilibrio y de exactitud en la información; es también para asegurar un juicio justo. Mencionando solamente al acusado, los informes noticiosos pueden perjudicar su proceso legal – por ejemplo, contaminando al jurado. No nombrando a una denunciante, los medios pueden beneficiar su caso. Considérese un ejemplo.
Cuando se menciona a un acusado de violación, otras víctimas pueden presentarse para agregar su testimonio; cuando una querellante permanece sin ser mencionada, los testigos que pudiesen desacreditar sus aseveraciones pueden no ser conscientes del proceso.
Dos defensas son comúnmente ofrecidas para mantener el anonimato: proteger a la víctima de la humillación; y, alentar a otras víctimas a que efectúen sus denuncias.
La primera justificación reposa en la creencia compasiva y sana de que una víctima de violación no debería ser brutalizada por segunda vez. No obstante lo emocionalmente constrictivo que este argumento pueda ser, falla porque asume precisamente lo que está en cuestión. ¿Es la denunciante una víctima? ¿Es el acusado culpable? Hasta que la evidencia haya sido examinada abiertamente, estos interrogantes no pueden ser contestados.
Al lado del cual, la compasión por una posible víctima no explica por qué idéntica consideración no es extendida al acusado. Después de todo, al acusado se lo presume inocente y, por lo tanto, la divulgación de su nombre puede devastar una vida inocente. Si la identidad de la víctima debiera estar protegida, del mismo modo debiese serlo la del acusado hasta que sea declarado “culpable.”
La segunda justificación para el anonimato es la de alentar a otras denunciantes a que se presenten. No hay nada positivo acerca de incrementar el número de acusaciones a menos que las mismas estén acompañadas por los estándares que mantienen la exactitud de los informes y los derechos del acusado. Morigerando los estándares de responsabilidad, los informes falsos son proclives a aumentar y, de esa manera, provocar la especie de contragolpe que estamos atestiguando hoy día. La gente no está preocupada solamente por sus hijas que podrían ser las víctimas, también se preocupan por sus hijos, quienes podrían ser falsamente acusados.
El caso de Bryant podría ser una atalaya para observar cómo nuestra sociedad ve y trata a las “víctimas.” Podemos comenzar a mirarlas con más escepticismo y menos condolencia. Esto sería trágico para las mujeres que han sido atacadas sexualmente.
La veterana y políticamente correcta feminista Susan Estrich ha observado este riesgo. En una columna del 22 de octubre para Creator Syndicated, escribió: “Desde la perspectiva de las leyes que protegen los derechos de las víctimas, éste es un tren descarrilado esperando acontecer. Usted tiene las peores circunstancias posibles; la peor víctima posible; el peor caso posible para mantener la privacidad. La defensa de »»locos y prostitutas»» ha encontrado a su chica de tapa.”
Mucho depende de cuánta imparcialidad sea extendida al acusado. Y, aquí, los medios podrían liderar el camino. Los cambios en la ley toman tiempo pero la política editorial y noticiosa puede cambiar de la noche a la mañana. Los medios deberían adoptar el nuevo estándar de mencionar a ambas partes o de no nombrar ni a una ni a otra.
Traducido por Gabriel Gasave
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