En uno de los debates durante la campaña presidencial del 2000, George W. Bush declaró: “Si somos una nación arrogante, ellos nos verán con resentimiento; sin embargo, si somos una nación humilde pero fuerte, nos darán la bienvenida.” Cuánto tiempo hace de aquello. Ahora, enfrentado con una Corea del Norte que amenaza con una guerra nuclear, él es cualquier cosa menos humilde. Comenzando con el discurso sobre el estado de la nación del 2002, el cual incluyó la difícilmente humilde designación de Irak, Irán, y Corea del Norte como un “eje del mal,” su administración ha seguido empleando una retórica belicosa con alarmante regularidad. La posición defensiva de la administración requiere de golpes preventivos contra los supuestos agresores, el uso de la fuerza nuclear, y el credo de que no puede permitírsele a ninguna otra nación erigir a sus fuerzas armadas para amenazar a los Estados Unidos.
Ahora estamos enfrentados con una Corea del Norte—uno de los miembros del “eje del mal”—que ha admitido estar preparando material fisible. Ha construido y probado misiles que pueden llegar cerca del territorio de los EE.UU. y a fines del año pasado expulsó a los inspectores de la ONU de sus instalaciones nucleares. Hemos rechazado negociar con este estado “truhán”, pero hemos convocado al uso de la diplomacia, lo que implica emplear el lenguaje diplomático. El Presidente, sin embargo, ha descrito a Corea del Norte como un régimen “perverso e ilegal” y afirmó que “detesta” a su líder, Kim Jong Il, quien pareciera ser paranoico y vengativo con poco conocimiento del resto del mundo.
El Secretario de Defensa Donald Rumsfeld ha empleado dicho lenguaje “diplomático” al describir a Francia y a Alemania como la “vieja Europa” y atestiguó ante el Congreso que “tres o cuatro países” han indicado que no participarían en la acción militar contra Irak o en la reconstrucción de la posguerra. “Creo que Libia, Cuba y Alemania son los que han indicado que no ayudarán en ningún aspecto,” dijo. Al conectar a Alemania con Libia y Cuba, enfureció a ese importante aliado de la OTAN, mientras que tanto Francia como Alemania estaban irritadas por ser caracterizadas como la “vieja Europa.”
”Este mes, Rumsfeld afirmó que Corea del Norte estaba gobernada por un “régimen terrorista» que ha estado “involucrado en cosas que son perjudiciales para otros países.” Dada su declaración y la amenaza de los EE.UU. de bombardeos móviles cerca de la península Coreana, incluso un líder no-paranoico podría estar preocupado de que su país va a ser atacado.
Los Estados Unidos han amenazado a Corea del Norte con sanciones y un bloqueo naval. Pyongyang a su vez ha amenazado con la guerra y un holocausto nuclear si se imponen sanciones económicas. Este país aislado y subdesarrollado teme que después de que los Estados Unidos ataquen y conquisten al primer país del «eje del mal,» se dirijan hacia el otro país de esa clase, Corea del Norte. Dada la retórica de la administración Bush, esto está lejos de ser un temor no razonable. Ciertamente, dada una pequeña paranoia, “el Gran Líder” podría muy bien esperar ser atacado tan pronto como Washington libere al mundo de Saddam Hussein.
Si Kim Jong Il cree fuertemente que los Estados Unidos procurarán un cambio de régimen en Corea del Norte, podría decidir que la mejor defensa es un ataque. Atacar a las tropas estadounidenses en Corea del Sur, lo cual implicaría la invasión de ese país, podría atraerle. Su país se encuentra muerto de hambre y Corea del Sur tiene una abundancia de alimentos que podría alimentar a su gente. Si él fuera a invadir el Sur en unos pocos días mientras los EE.UU. estaban ocupados en el Oriente Medio, se encontraría en posición de amenazar a los Estados Unidos con un ataque nuclear contra Tokio, si los EE.UU. respondieran militarmente.
Todo esto es una pesadilla, pero no imposible. El otro país del “eje del mal”, Irán, debe también estar preocupado acerca de los futuros movimientos de los EE.UU.. Puesto que aseveramos la necesidad de tratar con Pyongyang mediante la diplomacia, los líderes religiosos de Irán pueden creer que atacamos a aquellos países que no tienen armas nucleares, tales como Irak, pero empleamos la diplomacia con aquellos que las poseen, por ejemplo Corea del Norte. Seguir esa lógica volvería imperativo para los Iraníes desarrollar un escudo nuclear.
El bravo, el machismo, la exhibición de testosterona puede ser popular pero está conduciendo al desastre. Debemos tragar nuestro orgullo y sentarnos y hablar con Kim Jong y su gobierno. Debemos ofrecerle a ese estado lacerado por la pobreza ayuda alimentaria, comercio, un tratado de no-agresión, y, finalmente, el reconocimiento diplomático y después cumplir con esos enunciados. El acuerdo con la Administración Clinton estipulaba el reconocimiento pero el mismo nunca fue implementado, generando quizás el engaño Norcoreano que inició esta espiral de locura total.
El candidato George W. Bush estaba en lo cierto; el presidente debería escucharlo. Si vamos a tener paz en el mundo, precisamos de una política extranjera más humilde.
Traducido por Gabriel Gasave
Una política exterior más humilde
En uno de los debates durante la campaña presidencial del 2000, George W. Bush declaró: “Si somos una nación arrogante, ellos nos verán con resentimiento; sin embargo, si somos una nación humilde pero fuerte, nos darán la bienvenida.” Cuánto tiempo hace de aquello. Ahora, enfrentado con una Corea del Norte que amenaza con una guerra nuclear, él es cualquier cosa menos humilde. Comenzando con el discurso sobre el estado de la nación del 2002, el cual incluyó la difícilmente humilde designación de Irak, Irán, y Corea del Norte como un “eje del mal,” su administración ha seguido empleando una retórica belicosa con alarmante regularidad. La posición defensiva de la administración requiere de golpes preventivos contra los supuestos agresores, el uso de la fuerza nuclear, y el credo de que no puede permitírsele a ninguna otra nación erigir a sus fuerzas armadas para amenazar a los Estados Unidos.
Ahora estamos enfrentados con una Corea del Norte—uno de los miembros del “eje del mal”—que ha admitido estar preparando material fisible. Ha construido y probado misiles que pueden llegar cerca del territorio de los EE.UU. y a fines del año pasado expulsó a los inspectores de la ONU de sus instalaciones nucleares. Hemos rechazado negociar con este estado “truhán”, pero hemos convocado al uso de la diplomacia, lo que implica emplear el lenguaje diplomático. El Presidente, sin embargo, ha descrito a Corea del Norte como un régimen “perverso e ilegal” y afirmó que “detesta” a su líder, Kim Jong Il, quien pareciera ser paranoico y vengativo con poco conocimiento del resto del mundo.
El Secretario de Defensa Donald Rumsfeld ha empleado dicho lenguaje “diplomático” al describir a Francia y a Alemania como la “vieja Europa” y atestiguó ante el Congreso que “tres o cuatro países” han indicado que no participarían en la acción militar contra Irak o en la reconstrucción de la posguerra. “Creo que Libia, Cuba y Alemania son los que han indicado que no ayudarán en ningún aspecto,” dijo. Al conectar a Alemania con Libia y Cuba, enfureció a ese importante aliado de la OTAN, mientras que tanto Francia como Alemania estaban irritadas por ser caracterizadas como la “vieja Europa.”
”Este mes, Rumsfeld afirmó que Corea del Norte estaba gobernada por un “régimen terrorista» que ha estado “involucrado en cosas que son perjudiciales para otros países.” Dada su declaración y la amenaza de los EE.UU. de bombardeos móviles cerca de la península Coreana, incluso un líder no-paranoico podría estar preocupado de que su país va a ser atacado.
Los Estados Unidos han amenazado a Corea del Norte con sanciones y un bloqueo naval. Pyongyang a su vez ha amenazado con la guerra y un holocausto nuclear si se imponen sanciones económicas. Este país aislado y subdesarrollado teme que después de que los Estados Unidos ataquen y conquisten al primer país del «eje del mal,» se dirijan hacia el otro país de esa clase, Corea del Norte. Dada la retórica de la administración Bush, esto está lejos de ser un temor no razonable. Ciertamente, dada una pequeña paranoia, “el Gran Líder” podría muy bien esperar ser atacado tan pronto como Washington libere al mundo de Saddam Hussein.
Si Kim Jong Il cree fuertemente que los Estados Unidos procurarán un cambio de régimen en Corea del Norte, podría decidir que la mejor defensa es un ataque. Atacar a las tropas estadounidenses en Corea del Sur, lo cual implicaría la invasión de ese país, podría atraerle. Su país se encuentra muerto de hambre y Corea del Sur tiene una abundancia de alimentos que podría alimentar a su gente. Si él fuera a invadir el Sur en unos pocos días mientras los EE.UU. estaban ocupados en el Oriente Medio, se encontraría en posición de amenazar a los Estados Unidos con un ataque nuclear contra Tokio, si los EE.UU. respondieran militarmente.
Todo esto es una pesadilla, pero no imposible. El otro país del “eje del mal”, Irán, debe también estar preocupado acerca de los futuros movimientos de los EE.UU.. Puesto que aseveramos la necesidad de tratar con Pyongyang mediante la diplomacia, los líderes religiosos de Irán pueden creer que atacamos a aquellos países que no tienen armas nucleares, tales como Irak, pero empleamos la diplomacia con aquellos que las poseen, por ejemplo Corea del Norte. Seguir esa lógica volvería imperativo para los Iraníes desarrollar un escudo nuclear.
El bravo, el machismo, la exhibición de testosterona puede ser popular pero está conduciendo al desastre. Debemos tragar nuestro orgullo y sentarnos y hablar con Kim Jong y su gobierno. Debemos ofrecerle a ese estado lacerado por la pobreza ayuda alimentaria, comercio, un tratado de no-agresión, y, finalmente, el reconocimiento diplomático y después cumplir con esos enunciados. El acuerdo con la Administración Clinton estipulaba el reconocimiento pero el mismo nunca fue implementado, generando quizás el engaño Norcoreano que inició esta espiral de locura total.
El candidato George W. Bush estaba en lo cierto; el presidente debería escucharlo. Si vamos a tener paz en el mundo, precisamos de una política extranjera más humilde.
Traducido por Gabriel Gasave
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