La Guerra de Irak ha caído desde hace mucho en el olvido y ha sido tratada como una “misión abolida” después de que el nuevo presidente prometiese retirar a las fuerzas estadounidenses y los medios de comunicación, el público y el Congreso de los EE.UU. han vuelto su atención hacia una guerra que podría incluso agradarle a los liberales (o a la que al menos podrían apoyar)—la de Afganistán. Los liberales deseaban reenfocarse en la verdadera guerra contra el terror—aún cuando no resulta “chic” denominarla así bajo la nueva administración demócrata.

¿Pero qué hay acerca del pobre Irak? Un grande del beisbol, Yogi Berra, dijo una vez, “No está terminado hasta que esté terminado”. Y los indicadores subyacentes parecerían indicar que lo peor aún está por llegar.

A pesar de que incluso la asombrada administración Bush pareció percatarse eventualmente—y el equipo de Obama es mucho más realista de lo que eran ellos—de que un Irak unificado y democrático era improbable, la reducción de la violencia ha sosegado nuevamente a los políticos con expectativas no realistas.

El único modo en que la guerra pueda sortear sus diversas divisiones etno-sectarias y tribales y mantenerse unificada es que acontezca una masiva y prolongada guerra civil, y que la facción vencedora mantenga unido por la fuerza al fracturado país. De otro modo, el país artificial es probable que se parta en Ciudades-Estado beligerantes, cada una con sus propias milicias.

Existen múltiples signos de que Irak se encuentra fragmentado sin posibilidad de ser compuesto. He aquí algunos ejemplos:

  • El parlamento iraquí es díscolo y completamente disfuncional. Las distintas facciones han vuelto a ese cuerpo incapaz de aprobar aquellas leyes que son vitalmente necesarias—por ejemplo, un estatuto petrolero que divida los ingresos petrolíferos y atraiga a las compañías petroleras internacionales para reparar la decrepita infraestructura destinada a la producción petrolera e incremente dicha producción.

  • La falta de una ley petrolera condujo recientemente a una desastrosa subasta de los derechos a trabajar en los pozos petroleros de Irak, con tan solo un acuerdo alcanzado con los intereses petroleros extranjeros.

  • Tras seis años de entrenamiento por parte de los EE.UU., solamente el 17 de los 174 batallones de combate del ejército de Irak pueden llevar a cabo operaciones de contrainsurgencia sin la ayuda estadounidense. Todo el ejército iraquí depende de las fuerzas armadas de los Estados Unidos en todo la atinente a la logística, la inteligencia y el apoyo aéreo.

  • Las fuerzas de los EE.UU. son tan rotundamente detestadas en Irak que los instructores militares estadounidenses tienen que ponerse ellos mismos en cuarentena en instalaciones fortificadas separados de los soldados iraquíes ante el temor de ser agredidos por aquellos a los que capacitaron.

  • La falta de cohesión está evidenciada por el fracaso del gobierno chiita para implementar una ley que permita a los ex miembros del partido Baath (mayormente sunitas) regresar a sus empleos o recibir pensiones. Además, el gobierno había acordado pagar a los miembros del Concejo del Despertar Suni—aquellos ex guerrilleros sunitas que actualmente están ayudando a los EE.UU. a luchar contra al Qaeda en Irak—pero ha dificultado que reciban su dinero. Además, el gobierno, desconfiado de los Concejos del Despertar, también se ha echado atrás en su promesa de conseguirles a sus miembros empleos en las fuerzas de seguridad, la burocracia o las empresas privadas. En vez de cooptar a este enemigo potencial, el gobierno comenzó peligrosamente a arrestar a los dirigentes sunitas.

  • Existe aún un gran resentimiento respecto de la limpieza étnica entre los grupos étnicos chiitas y sunitas que tuvo lugar en 2006 y 2007. Si se les permitiese a los refugiados regresar a sus hogares, probablemente tendría lugar más violencia.

  • La volatilidad en las distintas aéreas de Irak ha fluctuado desde la invasión estadounidense. Actualmente las vicisitudes más severas tienen lugar en el norte, con tensiones étnicas y violencia entre los kurdos y los árabes sunitas acerca de la frontera entre el área kurda y el resto de Irak, especialmente el territorio rico en petróleo cercano a la norteña ciudad de Kirkuk.

  • En verdad, la violencia etno-sectaria ya se está incrementando, y es especialmente probable que lo haga después de agosto de 2010, cuando las fuerzas de combate estadounidenses se retiren de Irak como se prometió y no puedan retornar fácilmente a allí. Las numerosas facciones han razonado astutamente que malgastar a sus hombres y armas para combatir a la poderosa—pero ya del pasado—ocupación militar de los EE.UU. es disparatado. Están conservando seca a su pólvora para el evento principal entre ellos mismos a medida que las fuerzas de los EE.UU. se debilitan. Los Concejos del Despertar Sunita, que anteriormente combatían contra los Estados Unidos, lograron incluso que los EE.UU. les proporcionen a sus milicianos dinero, armas y entrenamiento—lo cual probablemente hará que la venidera confrontación resulte aún peor, en la medida en que combatan a las unidades kurdas y chiitas (verdaderas milicias) capacitadas y equipadas por los EE.UU. en las fuerzas de seguridad.

  • Los servicios básicos han mejorado en algunos aspectos pero todavía son malos, con continuos cortes de energía y una carencia de agua potable.

  • El colapso económico a nivel mundial ha reducido los precios del petróleo y ha obstaculizado la capacidad del gobierno iraquí de comprar la paz entre las facciones indóciles.

El gobierno de un país puede promulgar todas las leyes y crear todas las instituciones que desee, pero esas cosas serán en vano si las fuerzas subyacentes de la etnicidad, el sectarismo y el tribalismo son lo suficientemente fuertes como para destruir al país. Esas fuerzas bajo la forma de facciones en Irak se encuentran bien pertrechadas y preparadas para hacer exactamente eso en cuanto los estadounidenses se tornen inevitablemente tan débiles que ya no puedan hacer mucho al respecto.

La única manera de evitar este descarrilamiento es retirar a los efectivos estadounidenses lo más pronto posible, de modo tal que no queden atrapados en el alboroto, y celebrar un conclave nacional a medida que se marchen. Ese conclave permitirá a los iraquíes intentar dividir al país pacíficamente y acordar límites que serían respetados por todos. Podría mantenerse un gobierno central, pero tendría que ser débil para que las distintas facciones no luchasen por controlarlo. La descentralización es la única esperanza de Irak de evitar una masiva guerra civil.

Traducido por Gabriel Gasave


Ivan Eland es Asociado Senior en el Independent Institute y Director del Centro Para la Paz y la Libertad del Instituto.