Hace poco, sugerí que el plan de rescate financiero del gobierno estadounidense, que incluye la nacionalización de facto de varias instituciones financieras, excitaría a los populistas de medio mundo, otorgándoles una coartada perfecta para dar zarpazos contra la propiedad privada. La Presidenta argentina Cristina Fernández de Kirchner ha sido la primera en confirmar el vaticinio.
Ante la perspectiva de no poder cumplir con los vencimientos de la deuda argentina que tendrán lugar en 2009 –unos 10 mil millones de dólares-, Fernández de Kirchner acaba de estatizar los fondos de pensiones. Conocidas como AFJP, las Administradoras de Fondos de Jubilaciones y Pensiones son la mayor fuente de ahorros de la economía argentina y la principal fuente de liquidez del sistema financiero. De un plumazo, los ahorros de diez millones de ciudadanos –unos 30 mil millones de dólares- han pasado a poder del Estado peronista, que es como poner las joyas de la familia en manos de Ali Babá.
A diferencia de otros países latinoamericanos, en los que el sistema estatal fue clausurado una vez que se pasó a un sistema previsional de capitalización, en Argentina se permitía a quienes hubieran optado por el sistema privado volver al anterior. De hecho, siendo Néstor Kirchner, esposo de Cristina, el Presidente, la pareja anunció a bombo y platillo en abril de 2007 que pondría sus propias pensiones en el sistema estatal.
En realidad, el gobierno ya (mal)utilizaba parte del dinero de las pensiones privadas: 60 por ciento de esos fondos están invertidos en bonos del Estado por exigencias de la ley. Pero, por la magnitud del gasto público y la deuda estatal acumulada, eso no les bastaba.
El gobierno quiere cumplir con los vencimientos de la deuda para seguir endeudándose y sostener su modelo populista, que está haciendo agua por la inflación de 30 por ciento y la caída del precio de los “commodities”: la soja cayó este año a la mitad, lo mismo que el petróleo (Argentina vende gas natural, cuyo precio fluctúa de un modo cercano al precio del petróleo).
De los 10 millones de argentinos con cuentas en el sistema privado, unos 3,5 millones siguen cotizando once por ciento de su salario. El gobierno calcula que tendrá allí asegurado un ingreso mensual para seguir financiando su estrambótico populismo una vez superado el escollo de 2009.
La crisis financiera de los Estados Unidos y el resto del mundo otorgó a los Kirchner el pretexto ideal. “Cuando las medidas estatistas las toma Estados Unidos”, ha dicho la Presidenta con sorna, “son simpáticas e inteligentes, y cuando la toma Argentina son estatistas”. El pretexto: si el gobierno no estatizaba las pensiones, las inversiones de las AFJPs se iban a desplomar en un mercado de capitales afectado por la catástrofe mundial. Por supuesto, lo que ocurrió una vez anunciada la estatización fue eso mismo: el desplome de la Bolsa argentina. Los efectos se hicieron sentir también en España, donde la Bolsa sufrió pérdidas grandes.
A diferencia de lo sucedido hace seis años, cuando la gente protestó masivamente por el congelamiento y la devaluación de su dinero, ahora ha habido poca resistencia inicial. “En esta oportunidad”, dice el economista argentino Gabriel Gasave, “a la víctima del nuevo zarpazo estatista no se lo encontrará reunido en ninguna plaza o cabildo público. Se trata de los futuros jubilados…muchos de los cuales ni siquiera se ven a sí mismos como damnificados porque ven esto como una abstracción”.
En todos estos años, la Argentina de los Kirchner vivió una ilusión. Siguiendo la vieja fórmula populista, la pareja presidencial aumentó el gasto público doscientos por ciento y los salarios un 40 por ciento en los últimos cuatro años, manteniendo bajas las tasas de interés, poniéndoles policías a los precios e inventando empresas estatales. Pero lo cierto es que había poca inversión privada. La inversión extranjera directa cayó cerca de un 30 por ciento en los últimos tres años. Tarde o temprano, la realidad tenía que estallar. Y estalló…en la cara de los pobre y la clase media.
Los Kirchner han prolongado la moderna tradición argentina de la autodestrucción. !Y pensar que hace seis décadas, cuando Europa se hundía en la barbarie, el escritor austriaco Stefan Zweig escribía en su célebre autobiografía que en Argentina “había abundancia de comida, riqueza, excedentes, espacio ilimitado y por tanto comida para el futuro”!
La gran ironía de esta historia es que en los años 70 hasta Juan Domingo Perón, el legendario populista, declaró que “estatizar las pensiones es un robo”. Estaba mentando la soga en la casa del ahorcado, sus herederos de hoy.
(c) 2008, The Washington Post Writers Group
Argentina: Asalto a las pensiones
Hace poco, sugerí que el plan de rescate financiero del gobierno estadounidense, que incluye la nacionalización de facto de varias instituciones financieras, excitaría a los populistas de medio mundo, otorgándoles una coartada perfecta para dar zarpazos contra la propiedad privada. La Presidenta argentina Cristina Fernández de Kirchner ha sido la primera en confirmar el vaticinio.
Ante la perspectiva de no poder cumplir con los vencimientos de la deuda argentina que tendrán lugar en 2009 –unos 10 mil millones de dólares-, Fernández de Kirchner acaba de estatizar los fondos de pensiones. Conocidas como AFJP, las Administradoras de Fondos de Jubilaciones y Pensiones son la mayor fuente de ahorros de la economía argentina y la principal fuente de liquidez del sistema financiero. De un plumazo, los ahorros de diez millones de ciudadanos –unos 30 mil millones de dólares- han pasado a poder del Estado peronista, que es como poner las joyas de la familia en manos de Ali Babá.
A diferencia de otros países latinoamericanos, en los que el sistema estatal fue clausurado una vez que se pasó a un sistema previsional de capitalización, en Argentina se permitía a quienes hubieran optado por el sistema privado volver al anterior. De hecho, siendo Néstor Kirchner, esposo de Cristina, el Presidente, la pareja anunció a bombo y platillo en abril de 2007 que pondría sus propias pensiones en el sistema estatal.
En realidad, el gobierno ya (mal)utilizaba parte del dinero de las pensiones privadas: 60 por ciento de esos fondos están invertidos en bonos del Estado por exigencias de la ley. Pero, por la magnitud del gasto público y la deuda estatal acumulada, eso no les bastaba.
El gobierno quiere cumplir con los vencimientos de la deuda para seguir endeudándose y sostener su modelo populista, que está haciendo agua por la inflación de 30 por ciento y la caída del precio de los “commodities”: la soja cayó este año a la mitad, lo mismo que el petróleo (Argentina vende gas natural, cuyo precio fluctúa de un modo cercano al precio del petróleo).
De los 10 millones de argentinos con cuentas en el sistema privado, unos 3,5 millones siguen cotizando once por ciento de su salario. El gobierno calcula que tendrá allí asegurado un ingreso mensual para seguir financiando su estrambótico populismo una vez superado el escollo de 2009.
La crisis financiera de los Estados Unidos y el resto del mundo otorgó a los Kirchner el pretexto ideal. “Cuando las medidas estatistas las toma Estados Unidos”, ha dicho la Presidenta con sorna, “son simpáticas e inteligentes, y cuando la toma Argentina son estatistas”. El pretexto: si el gobierno no estatizaba las pensiones, las inversiones de las AFJPs se iban a desplomar en un mercado de capitales afectado por la catástrofe mundial. Por supuesto, lo que ocurrió una vez anunciada la estatización fue eso mismo: el desplome de la Bolsa argentina. Los efectos se hicieron sentir también en España, donde la Bolsa sufrió pérdidas grandes.
A diferencia de lo sucedido hace seis años, cuando la gente protestó masivamente por el congelamiento y la devaluación de su dinero, ahora ha habido poca resistencia inicial. “En esta oportunidad”, dice el economista argentino Gabriel Gasave, “a la víctima del nuevo zarpazo estatista no se lo encontrará reunido en ninguna plaza o cabildo público. Se trata de los futuros jubilados…muchos de los cuales ni siquiera se ven a sí mismos como damnificados porque ven esto como una abstracción”.
En todos estos años, la Argentina de los Kirchner vivió una ilusión. Siguiendo la vieja fórmula populista, la pareja presidencial aumentó el gasto público doscientos por ciento y los salarios un 40 por ciento en los últimos cuatro años, manteniendo bajas las tasas de interés, poniéndoles policías a los precios e inventando empresas estatales. Pero lo cierto es que había poca inversión privada. La inversión extranjera directa cayó cerca de un 30 por ciento en los últimos tres años. Tarde o temprano, la realidad tenía que estallar. Y estalló…en la cara de los pobre y la clase media.
Los Kirchner han prolongado la moderna tradición argentina de la autodestrucción. !Y pensar que hace seis décadas, cuando Europa se hundía en la barbarie, el escritor austriaco Stefan Zweig escribía en su célebre autobiografía que en Argentina “había abundancia de comida, riqueza, excedentes, espacio ilimitado y por tanto comida para el futuro”!
La gran ironía de esta historia es que en los años 70 hasta Juan Domingo Perón, el legendario populista, declaró que “estatizar las pensiones es un robo”. Estaba mentando la soga en la casa del ahorcado, sus herederos de hoy.
(c) 2008, The Washington Post Writers Group
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