Manifiesto de Libertad de María Corina Machado expone las raíces del infortunio venezolano
Una nueva ola de esperanza embarga a los venezolanos de a pie, tanto dentro como fuera de fronteras. Quizás, como nunca antes desde que la dictadura cubano-chavista expropió la democracia venezolana, se perfila la posibilidad de un futuro más promisorio para la gente común. Por supuesto que nada garantiza la caída del inhumano régimen encabezado por Nicolás Maduro y Diosdado Cabello. Pero, es una eventualidad que parecería estar más cerca de concretarse.
No sería la primera vez que los venezolanos se libran de un tirano. Sin embargo, la historia también enseña, que solidificar un sistema democrático en Venezuela ha constituido un empresa difícil. Lo concreto ha sido que tras un período relativamente corto, un nuevo autócrata — muchas veces con el beneplácito de gran parte del pueblo (por lo menos por un tiempo) — vuelve a tiranizarlo.
Es por esa razón que urge hacer un diagnóstico certero de las raíces históricas del mal venezolano, que por cierto no es exclusivo de ese país, sino que son compartidas por el resto de las naciones latinoamericanas. Sólo bajo esa base se podrá edificar una república duradera y próspera en Venezuela.
Cuando por fin se ve luz al final del túnel, nos preocupa que, una vez más, luego de haber expulsado a los tiranos actuales, los venezolanos vuelvan a incurrir en los errores del pasado, que básicamente, son culturales y filosóficos.
Tras haber leído con atención el “Manifiesto de Libertad” emitido hace pocos días por María Corina Machado, nos damos cuenta de que ella lo tiene claro. Sin embargo, es una lucidez poco compartida entre aquellos periodistas y medios que le han dado publicidad.
Lo fundamental en este caso es comprender, que el orden de los factores sí altera el producto. Y en el Manifiesto de Machado se enfatiza que la primera de todas las libertades es la económica, porque sin ella, parafraseando a Juan Bautista Alberdi, las demás son “palabras floridas” sin concreción en la realidad cotidiana de los habitantes. Por eso, vale la pena subrayar estas ideas emitidas por Machado:
Un mercado libre para las empresas, que promoverá el desarrollo pleno de cada persona y limitará la autoridad del Estado a sus funciones válidas que es la de ser el pleno guardián de nuestros derechos inalienables.
El (futuro) gobierno va a crear las condiciones para que florezca la economía libre y competitiva. La prosperidad de Venezuela dependerá de la libertad de sus ciudadanos. Está probado que cuando el Estado pone su mano sobre el mercado lo que hace es sofocar al espíritu humano. Devolverles el poder a los ciudadanos, al sector privado, liberando las empresas que han sido tomadas por el Estado.
La raíz más profunda de los males venezolanos es su herencia cultural hispánica. Cuando España colonizó América, tenía una economía precapitalista, basada en el monopolio, el privilegio, la corrupción y los estorbos burocráticos a cualquier actividad económica privada. La propiedad no era considerada un derecho natural inalienable de todo ser humano y estaba establecido que todas las riquezas del subsuelo le pertenecían a la Corona. O sea, era un sistema económico profundamente estatista. Para los españoles de esa época, la actividad económica de los particulares era algo pecaminoso. En consecuencia, estaba bien que el Estado los esquilmara.
El insigne Carlos Rangel, al explicar por qué los diferentes experimentos democráticos han durado relativamente poco en Venezuela, recalca que la razón principal ha sido, que en su país nunca hubo una economía libre. No la tuvo en el siglo XIX, ni en la etapa de la hegemonía andina, ni en los años transcurrido desde 1945 en adelante.
Agrega Rangel, que el sector auténticamente privado, es decir, aquel movido por cálculos racionales de costo y beneficio, que sólo es recompensado en función de servicios efectivamente prestados y bienes producidos a un precio competitivo, siempre ha sido reducidísimo en comparación con el poder y la riqueza del Estado (i. e. gobernantes, autoridades y burócratas) en cualquier momento de la historia de Venezuela.
Rangel enfatiza que invariablemente el mejor negocio ha sido apoderarse del Estado. Y el segundo, ser pariente, cómplice o sirviente de los dueños del Estado. Es decir, que los negocios que mejor prosperan y las fortunas que más se acrecientan, son las de los gobernantes y sus amigos. Añade que tradicionalmente, el modo más seguro de arruinarse ha sido ser “enemigo del gobierno”.
¿Cuál es la relación entre ausencia de libertad económica y gobernantes despóticos?
La relación es que, sin libertad para emprender actividades lucrativas, en los hechos, no existe sociedad civil. Las regulaciones estatales minuciosas dificultan la labor de los comerciantes honestos, y simultáneamente, promueven el contrabando y el soborno a los funcionarios. Es decir, estimulan la corrupción, que nutre el desencanto de los ciudadanos con la democracia.
La economía de mercado disemina el poder entre los habitantes; el estatismo o socialismo, lo concentra en pocas manos. Cada vez que el Estado se agranda, creando empresas públicas o controlando actividades lucrativas, se van acortando las posibilidades de verdadera autonomía de los individuos, porque su subsistencia depende cada vez más de contar con el favor o de no molestar a las autoridades. Ergo, no existe una real libertad política, aunque el ciudadano pueda votar, ni libertad de expresión, ni de opinión, ni siquiera de asociación.
La historia deja importantes lecciones, siempre y cuando, la gente haya hecho una lectura acertada de lo ocurrido. El último intento de erigir una democracia en Venezuela ocurrió en 1958, cuando se derrocó al dictador Marcos Pérez Jiménez. Al igual que hoy, en ese entonces los venezolanos aspiraban a un país mejor, libre de la opresión y la injusticia. Eso quedó asentado en el preámbulo de la Constitución de 1961, en el cual se expresaba, que esa Carta Magna pretendía ser la piedra angular para “asegurar la libertad, la paz y la estabilidad de las instituciones”.
No obstante, esa Constitución llevaba en su seno el germen de la debacle actual, materializada en una cruenta autocracia y una emergencia humanitaria sin parangón en el continente (alrededor del 86% de la población está sumergida en la pobreza. ¡Su ingreso mensual ronda los U$S 1!).
La Constitución de 1961 era netamente socialista. Se le daba gran importancia a los derechos y garantías políticas, pero no a los económicos, que estaban en un segundo plano. Se les otorgaba a los gobernantes la potestad de suspender las garantías económicas. Ergo, las autoridades se reservaron el control discrecional de toda la actividad económica privada, obstruyendo cualquier transacción llevada de buena fe, lo cual, estimuló y premió a los negociantes inescrupulosos, a los traficantes de influencias y a los sobornadores de funcionarios.
En los hechos, la “suspensión” de los derechos económicos estuvo vigente de 1961 a 1991, lo cual convirtió una medida excepcional en “normalidad”.
Rangel subraya que era imposible dar un paso sin entrar en ese juego abominable. El resultado fue un auge colosal de la corrupción, hasta para efectuar los trámites más banales. Incluso para sacar la libreta de conducir o el pasaporte había que pagar una coima. La consecuencia inmediata fue una crisis económica de gran proporción.
Corrupción galopante y estancamiento económico dieron pie al ascenso de Hugo Chávez al poder, dando origen a la autocracia más reciente en suelo venezolano. Pero, es fundamental comprender, que la dictadura chavista no es una anomalía en la historia venezolana, sino que, por el contrario, se nutre del mismo caudal cultural y filosófico que las que le precedieron.
Por esa razón, resulta imperioso que, si por ventura, se diera fin a la más reciente autocracia en ese país, los venezolanos no vuelvan a cometer los mismos errores que han marcado su pernicioso devenir histórico.
Machado lo tiene claro y ha propuesto un camino acertado para superar la opresión del presente. No obstante, no será sencillo transitarlo porque deberá enfrentar el lastre cultural y las ideas erróneas que impregnan a la población. Deberá hacer proselitismo y apelar a la didáctica, realizando un gran esfuerzo de docencia sobre las virtudes de la libertad económica como garante de las demás libertades. La potencial nueva Constitución debería estar cimentada sobre ese suelo.
Se debería recalcar las veces que sea necesario, que un sociedad libre solo puede fortalecerse y subsistir cuando está enraizada en la libertad individual más amplia. Porque como dice Machado, “cuando una persona prospera debido al fruto de su trabajo, todos los derechos florecen”.
La autora es uruguaya. Es escritora, investigadora y columnista de temas internacionales en distintos medios de prensa. Especializada en filosofía, política y economía, es autora de varios libros y ha recibido menciones honoríficas.
- 23 de junio, 2013
- 21 de abril, 2021
- 31 de agosto, 2024
- 15 de agosto, 2022
Artículo de blog relacionados
Clarín A seis días de un plebiscito convocado para anular una ley que...
20 de octubre, 2009El Instituto Independiente La Fundación Heritage acaba de publicar conjuntamente con el Wall...
12 de enero, 2013Editorial – Clarín La reelección presidencial indefinida es un serio problema para las...
2 de agosto, 2007- 10 de julio, 2008












