El mundo al revés
Guerra en Irán, intento de asesinato a un candidato en Colombia, ataque de Hamás en Israel o la posterior reacción de quienes se horrorizan por la respuesta cortante y feroz ante la barbarie del ataque terrorista. Protestas estudiantiles en Estados Unidos, no contra la brutalidad del ataque terrorista que fue clara, visible en tiempo real por todo el mundo, si no por la respuesta decidida, por buscar la liberación de los rehenes del 10 de octubre, por parte de un grupo terrorista que no tiene pudor para escudarse detrás de la población civil, mujeres o niños.
En Gaza es común educar a los más pequeños en el odio y a las mujeres indoctrinarlas para que se sientan felices por quedar viudas cada vez que sus maridos deciden inmolarse por su nación y su religión. No es un caso aislado, sucede desde hace 40 años en Irán, donde un gobierno religioso y fundamentalista ha enseñado o a financiado a otros grupos extremistas, en medio oriente y tiene acuerdos de cooperación sospechosos con dictaduras en lugares tan lejanos como Venezuela. De acuerdo a estos extremistas religiosos Estados Unidos, Europa y en general la civilización occidental son el gran Satán, por lo tanto, hay que destruirlos. Los judíos, 6 millones de ellos exterminados en Europa, en la segunda guerra mundial, por la ideología nazi de superioridad racial, desacreditada en gran parte del mundo occidental, nuevamente son víctimas de un odio vil y sin fronteras. Algo que se creía que nunca más sería aceptable, oh sorpresa, es ahora razonable en cualquier universidad del mundo occidental.
El mundo al revés no es solo en la Franja de Gaza, o en la teocrática Irán, es así en Hispanoamérica donde parecería ser que con tal de ser lo opuesto al resto del mundo occidental, ciertos grupos políticos han abrigado las ideas más sectarias y peligrosas que salieron de Occidente como el marxismo, el leninismo, y el comunismo chino. La teología de la Liberación otro esfuerzo, por lo pronto superado u olvidado, que nació en Hispanoamérica, trató de convertir a la religión en una especie de Frankenstein del catolicismo con el marxismo. Una herejía de tiempos modernos que tuvo que ser silenciada por Juan Pablo II.
Esto no solo se da en el mundo subdesarrollado o el tercer mundo, sino que es un fenómeno que ocurre en el primer mundo. Ahi donde se supone que la gente debería de tener mayor bienestar, se han fabricado nuevos problemas o derroteros como el cambio climático, que hasta el día de hoy se debate si es real o no. Otros temas que siguen la misma línea de pensamiento son, la desigualdad económica, el consumismo, la fluidez de los géneros, la violencia política, el machismo, el hetero patriarcado, y un largo etcetera de temas que, en una u otra medida, tratan de socavar los fundamentos de una sociedad libre y de nuestra libertad y de la civilización occidental, a través del conflicto social y la destrucción de sus estados de derecho y su libertad. El robo y la violencia se justifican bajo esa óptica distópica de la sociedad. El libre comercio, la globalización y la inmigración nos tratan de convencer de que son problemas cuando en realidad han sido lo que ha traído más riqueza y prosperidad en los últimos 100 años. Como contrapartida positiva del mundo al revés nos ofrecen el globalismo, la inmigración ilegal y desenfrenada manejada por las mafias y el proteccionismo arancelario.
Lo que tiene en común esta visión del mundo al revés, sea el radicalismo religioso de oriente medio, la teología de la liberación, los gobiernos de izquierda de Hispanoamérica, la excesiva preocupación por temas que no reflejan la realidad de lo que se vive en Occidente, es que todos buscan la destrucción del mundo, imponer sus ideas y tomar el poder para sus propios fines. Los ayatolas, los guardias revolucionarios, los boli burgueses, como se le llama a la nueva burguesía bolivariana, el politburo, el comité central del partido comunista, el pueblo son los que manejan ahora las sociedades que capturan. Reemplazan la democracia y el estado de derecho y los convierten en una caricatura de sí mismos. En Cuba hay elecciones todo el tiempo, pero siempre son los mismos, o solo los que son miembros del partido, todo esto en nombre del pueblo. En Iran la guardia revolucionaria son el espíritu de esta y a pesar de que eligen a un presidente como cualquier democracia moderna, son una teocracia donde cualquier intento de cambio se paga con la vida. En Ecuador son la Revolución Ciudadana y a pesar de que hay elecciones constantemente nada cambia, todo sigue igual a pesar de que se eligieron partidos de oposición, toda la estructura del estado es manejada por la revolución ciudadana y cualquier intento de cambio requiere una reforma constitucional. En Venezuela ni siquiera reconocen al candidato opositor que ganó ampliamente y con pruebas y auditaje de que así fue. Ya son 25 años de Chavismo y no hay manera de cambiar las cosas, parecería que han llegado para no irse jamás. En Estados Unidos se empeñan en adoctrinar a los estudiantes con ideas marxistas pues eso es educar, la educación clásica es opresión. Nos dicen que, si alguien se cree gato, pues tenemos que ignorar la realidad, respetar su libertad y obligarnos a decir que es gato. La cancelación es parte de la libertad y el discrepar u opinar diferente va contra la libertad, es el mundo al revés.
Para lograr estos objetivos quienes buscan esta destrucción hacen uso de la religión, del fanatismo religioso, o las inseguridades de la sociedad occidental para vendernos e imponernos esta imagen de que el mundo está al borde del colapso. Por lo tanto, dicen que es importante deconstruir la sociedad como la conocemos y que la violencia, el expolio, las nacionalizaciones son la única forma de lograrlo. Los ciudadanos, según estos intelectuales, son incapaces de darse cuenta por si mismos de los males que los aquejan. Para lograr el desarrollo aseguran que es necesario destruir todo lo anterior, reducirnos como sociedad, entregarnos a gobiernos dictatoriales o violentos con ideologías extremas, o cambiar hasta el vocabulario y el idioma como lo imaginó George Orwell en su novela 1984, escrita poco después de la segunda guerra mundial. La guerra es la paz, la libertad es la esclavitud, la ignorancia es la fuerza, por citar las frases más icónicas de esta obra o imaginarse la creación de un ministerio de la verdad que solo la cambia constantemente para controlarnos, pues el pasado controla el futuro, y quien controla el presente controla el pasado.
Lamentablemente poca gente lee esta distópica novela o su previa novela que también tiene una temática similar, Rebelión en la Granja, donde todos son iguales, pero unos son menos iguales que otros. Si lo hicieran se darían cuenta de que la retórica de nuestro tiempo es tal como en la novela, que pretendía ser una advertencia a las generaciones futuras, pero que muchos desgraciadamente la toman como guía de sus locuras. George Orwell, socialista fabiano, después de la segunda guerra mundial, al ver el desastre de la revolución Bolchevique y su posterior dictadura del proletariado, la guerra civil española o el crecimiento del nazismo, desencantado escribe esta novela. El nazismo hasta tiempos recientes estaba desacreditado, pero el socialismo y el marxismo en particular, es lamentable que no hayan sido rechazados por la gran mayoría de los intelectuales. Los problemas políticos modernos que acosan al mundo son en gran parte una reformulación de esta desgastada teoría de la lucha de clases, mezclados con nuevos conflictos y preocupaciones presentadas usando el mismo esquema ideológico.
En la película de Bill Murray, “El día de la Marmota” o “Atrapado en el Tiempo” (Groundhog day) este ciclo se repite y se repite, siempre despertándonos cada mañana a repetir el mismo error. ¿Habrá algo que podamos hacer para salir de este ciclo sin fin? En la película, el ciclo termina cuando el protagonista aprende algo clave, lo que rompe el hechizo del ciclo repetitivo sin fin. La gran diferencia es que el protagonista es uno solo, el desafío de la realidad, no de la ficción, es aprender y enseñar, no solo a nosotros mismos lo que estamos haciendo mal, si no al conjunto de la comunidad, y eso requiere indagar seriamente sobre las bases del florecimiento humano. No es una cuestión de política o de gustos y opiniones, es algo que tiene consecuencias no solo para quienes optan por ese camino, sino también para el resto de los que compartimos ese espacio comunitario. Las sociedades que salen del subdesarrollo son sociedades que aprendieron a salir de ese ciclo sin fin del caos y del subdesarrollo y decidieron tomar las riendas de su destino, y a lo largo del trayecto luchan con dientes y uñas para que nadie los engañe en el camino y los lleve arrastrados en la próxima utopía que aparezca en el horizonte. Construir una sociedad toma mucho tiempo, libertad, reglas claras y simples, ahorro y trabajo, destruirla en cambio toma poco o nada, solo unos cuantos tontos útiles, convencidos de ideas estrafalarias. Hay que estar alertas, a rechazar con fuerza cualquier intento de destruir la sociedad con ideas absurdas que aparentan ser lógicas o de quienes buscan capturar nuestra libertad para sus fines políticos, convenciéndonos de que el mundo al revés es la solución.
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