Trump: nuevo orden, viejos conflictos
La relación de Europa con Estados Unidos se define por un doble complejo. Por un lado, el tradicional complejo de superioridad del viejo continente, que acumula siglos de historia y es el autor de las grandes ideas que han hecho avanzar al mundo occidental. Al final, somos el continente de la cultura griega, los códigos penales romanos, el legado judío, el enciclopedismo, la revuelta luterana… Pero también tenemos disparado el complejo de inferioridad, cuando la zona oscura de nuestro pensamiento nos ha obligado a llamar a la puerta de EEUU para salir de nuestras miserias. Si somos la Europa de la Ilustración, también somos la Europa del colonialismo, el estalinismo y el nazismo, las tres grandes lacras de la historia reciente. De hecho, desde el nazismo, Europa ha necesitado siempre la ayuda norteamericana para salir del agujero, y esta evidencia nos remueve las entrañas. Despreciar a EEUU y necesitar a EEUU, este es el dilema que marca el relato público europeo.
Debe de ser por este doble complejo que tendemos a analizar la política norteamericana desde el prisma de nuestras obsesiones y no desde el análisis de la situación. Siempre queremos escoger el habitante de la Casa Blanca, casi siempre nos equivocamos de diagnóstico, y siempre nos permitimos despreciar a los que no nos gustan. El caso Trump es de manual. Lo hemos despreciado y reducido a un simple meme, ideal para curar nuestra eterna frustración de sufrir el estigma de la mediocridad política. Y es cierto que Trump ayuda, con su histrionismo desaforado, su exceso dialéctico y la militancia en el personaje que él mismo se ha creado. Pero Trump no es el político reducido a la pura caricatura que hemos creado desde la ‘superioridad’ europea. Al contrario, es un personaje importante que puede darnos alegrías y disgustos, pero que marcará una nueva era en el panorama internacional.
Y no me refiero solo al impulso que puede dar hacia los sectores más ultra de la política europea, el éxito de los cuales, por cierto, no viene de la manita maligna de Trump, sino de la incapacidad manifiesta de los políticos de los grandes partidos centrales europeos, que llevan décadas fracasando ante los retos que nos plantea el momento actual. Vox no nace gracias a Trump, Le Pen no sube gracias a Trump, Orbán no se consolida gracias a Trump, si bien es más cómodo cargar con el mochuelo al extravagante muchacho de Queens. Como siempre a lo largo de la historia, las miserias de Europa son culpa de Europa.
La autora es periodista y escritora
- 4 de febrero, 2025
- 4 de febrero, 2025
- 27 de enero, 2025
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