Los populistas que se enamoraron de la democracia

Este es un cuento de hadas sobre un país lejano e imaginario, con soberbios volcanes y apacibles lagos, llamado Populistandia.
Era el país conocido por su líder, Don Carismático, que siempre prometía soluciones rápidas y sencillas a problemas complicados. El país estaba lleno de populistas que se dejaban engañar, que parecían dormidos con promesas estrafalarias como un tren en la playa, un aeropuerto a la par de otro, un satélite, una ciudad bit, etcétera, y donde la democracia era vista como algo malo que complicaba la vida de todos.
Durante años imperó el abuso, el silenciar críticos y manipular las instituciones democráticas.
Las promesas sin resultados y las soluciones que no funcionaban dejaron de engañar a la población. La corrupción y la desigualdad llegaron a tal nivel que ya no se podían esconder, y el pueblo comenzó a despertar.
Un día, una valiente mujer, María, cansada de ver caer a su país en el caos, decidió que ya era suficiente. De repente era una populista que había despertado.
Organizó reuniones secretas con otros populistas que también despertaban y donde hablaban de democracia, pero la gente ya no la entendía, la seguía considerando mala, que no ayudaba, que era algo para insectos que destruían cosechas.
María explicó: “la democracia es más que votos. Es dialogar y construir entre todos. Es entendernos para alcanzar un mejor futuro, pero para todos juntos”. Comenzó a gustar.
Formaron un movimiento llamado Voces de Democracia y buscaban devolver el poder al pueblo, que Populistandia fuera una república.
El movimiento creció atrayendo a personas de todas las edades y clases sociales. Los antiguos populistas se habían comenzado a enamorar de la democracia, querían vivirla.
María y sus compañeros buscaron acciones no violentas para exigir transparencia y justicia. Al principio, los populistas dormidos se burlaron de ellos. Pero las medidas comenzaron a funcionar, los demás países comenzaron también a prestar atención, los populistas se preocuparon.
Don Carismático, líder supremo de los populistas, decidió tomar medidas drásticas. Ordenó reprimir al movimiento, en algunos casos con violencia, ordenó a sus sirvientes en la legislatura que hicieran más fuerza a un llamado estado de excepción que permitía abusos de los derechos humanos, esperando que el miedo disuadiera a los que despertaban.
Su plan fracasó. La represión enfureció al pueblo y el movimiento crecía cada vez más.
Surgió un punto crítico al hacerse público que, además de los casos de corrupción y abusos de poder, los líderes populistas también habían planificado destruir a la sociedad y vender al país a una potencia extranjera. También se encontraron pruebas de como escaparían a vivir con el dinero de la corrupción. La información se difundió por todo el país, la confianza en el gobierno se desplomó, los populistas despiertos eran ahora mayoría y se enamoraban cada vez más de la democracia.
Algunos miembros del gobierno comenzaron a huir temiendo las represalias. María y su movimiento convocaron una gran marcha en la capital, Populistópolis, donde exigieron la renuncia de Don Carismático y su gabinete y el retorno a la democracia.
Acorralado y sin apoyo, Don Carismático, el gran populista que encarnaba al pueblo, anunció su dimisión con un discurso. “Me ha fallado mi pueblo”, admitió con voz temblorosa. “Es hora que me retire, pronto se arrepentirán de ya no tenerme, a mí, a su gran líder”, e intentó huir del país, fracasó.
Se convocaron elecciones libres y justas. María y su movimiento participaron activamente promoviendo candidatos capaces y comprometidos con la transparencia y la justicia. El pueblo les dio su apoyo masivo. Los populistas se habían enamorado de la democracia y ahora le daban la bienvenida.
Los líderes populistas no escaparon de la justicia. Fueron arrestados y llevados a juicio, uno a uno fueron condenados por corrupción, abuso de poder y violaciones de derechos humanos. Su partido político fue desmantelado.
Con un nuevo gobierno en el poder, Populistandia comenzó la reconstrucción con reformas profundas para fortalecer las instituciones democráticas y garantizar que nunca más el país cayera en manos de líderes corruptos. María, ahora una figura poderosa, respetada y admirada, continuó liderando la lucha contra la corrupción y la incapacidad gubernamental, promovió la transparencia en todos los niveles.
Ni fácil ni rápido, poco a poco, Populistandia se convirtió en un ejemplo de democracia y justicia en la región. El pueblo, alguna vez manipulado y oprimido, participaba activamente en la construcción de su futuro, estaban enamorados de la democracia.
Y así, en ese país lejano e imaginario, rodeado de soberbios volcanes y apacibles lagos, los populistas se enamoraron de la democracia, que resurgió como la verdadera fuerza que ahora guiaba a la nación hacia un futuro de paz y prosperidad para todos.
Y colorín colorado, este cuento ha terminado… o quizá no.
- 4 de febrero, 2025
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