“A Dios y a la Argentina”
El País, Montevideo
Grandes embajadores tuvo Argentina en Uruguay, entre ellos muchos que no fueron diplomáticos de carrera sino políticos. Uno llegó a presidente, Roque Sáenz Peña, otro alcanzó la vicepresidencia, Carlos Perette, y varios más descollaron como Alfredo Palacios, el primer diputado socialista electo en América. Ninguno de ellos afrontó tiempos fáciles pues sabido es que las relaciones entre vecinos no son sencillas, pero todos ellos guardaron respeto por nuestro país.
Esa actitud cambió radicalmente con la llegada del "kirchnerismo" al poder cuando sus embajadores en Montevideo empezaron a exhibir insoportables dosis de arrogancia como lo probó Hernán Patiño Mayer con su obsesión por inmiscuirse en la política uruguaya. Ahora, Dante Dovena, un político de Santa Cruz, reducto de los Kirchner, y hombre de confianza de la presidenta argentina, a la arrogancia le suma ligereza, una combinación que, por lo irrespetuosa, resulta difícil de tragar.
Dovena debutó con mal pie el verano pasado, a poco de instalarse en Montevideo, cuando defendió medidas proteccionistas de su país contrarias al Mercosur en un tono tan hegemónico que debió ser llamado al orden. Jorge Larrañaga le recomendó "recato y prudencia" en tanto el senador frentista Carlos Baráibar le pidió serenidad. Es que el flamante embajador no sólo se mostró intolerante ante la crítica sino que ofendió a los industriales a quienes acusó de carecer de "sentido de patria". Parecía ignorar que su origen político no equivalía a una licencia para decir cualquier cosa.
Otro detalle enojoso de aquel momento fue que a los periodistas que le reclamaban aclaraciones sobre las normas proteccionistas difundidas por Casa Rosada, les replicó con un absurdo "no me consta".
Después se supo que otras cosas tampoco le constaban. Por ejemplo, la cifra total de uruguayos residentes en Argentina, un millón según él informó, a pesar de que el censo oficial de Argentina 2010 estableció que son exactamente 116.592. Ese millón fue enarbolado por Dovena para fundar una frase destinada a tornarse memorable en la historia de las relaciones platenses: "El índice de desocupación en Uruguay es bajísimo gracias a Dios y gracias a la Argentina". Según explicó el embajador, "si ese millón de uruguayos estuviera acá sería otro problema".
La referencia a Dios irritó a muchos uruguayos y no porque violentara nuestra tradición de laicidad en los asuntos públicos sino porque fue conjugada en paridad con Argentina, como si la vecina nación revistiera un carácter de deidad a la que debe rendírsele pleitesía. El propio Dovena, apercibido de su exceso, esbozó días después alguna disculpa al respecto.
Por más debutante que sea como embajador, es preciso que Dovena comprenda que la época del Virreinato ya pasó. Además, debería recordar lo que se enseña el primer día de clase en cualquier escuela de diplomacia: que más importante que saber hablar en cinco idiomas es saber callar.
Ahora, superado el trance, sería bueno que las autoridades uruguayas tuvieran claro que Dovena integra un notorio círculo de embajadores influyentes en la política exterior de su país y, sobre todo, que tiene línea directa con la presidenta Cristina Kirchner. No es seguro que ella comparta las actitudes y los dichos de su embajador en Uruguay, pero si así fuera más vale que nos encomendemos a Dios y no a la Argentina.
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