Despedida de mi amigo Antonio Margariti

Lo conocí en Rosario hace muchos años a través de Gerardo Bongiovanni en los inicios de su muy meritoria Fundación Libertad. Nos hicimos amigos al instante con Antonio puesto que la verdadera amistad consiste en la comunión de principios. Nos encontramos en distintas oportunidades en su provincia y en Buenos Aires. Intercambiábamos correos con frecuencia. Las coincidencias siempre eran muchas y nos sentíamos reconfortados en medio de los barquinzazos argentinos.
Debo antes que nada destacar muy especialmente su hombría de bien, era un Señor con mayúscula. Su conducta en todos los órdenes fue siempre inmaculada. Sus modales revelaban cortesía pero al mismo tiempo firmeza en los valores. Recuerdo cuando me anunció con entusiasmo juvenil que sus hijas aplicarían para una de las maestrías en ESEADE cuando me desempeñaba como Rector en esa casa de estudios. Tenía una gran familia que lo acompañaba en sus faenas cotidianas en defensa de la libertad. María Pía, su compañera de toda la vida, se fue solo muy poco tiempo
antes para esperarlo. Todos sus amigos vamos a extrañar mucho las sabias y oportunas reflexiones del magistral Antonio.
Antonio Margariti, se doctoró en Ciencias Económicas en la Universidad del Litoral y luego realizó estudios de posgrado en las Universidades de Columbia y Rutgers. Fue profesor en la Universidad de Buenos Aires, en la Universidad Católica Argentina y en la Universidad Nacional de Rosario. Publicó innumerables artículos, fue columnista en programas televisivos en su Rosario natal, fue investigador en la Fundación Libertad y en la Bolsa de Comercio de Rosario y publicó numerosos libros entre los que cabe destacar La seguridad social estatizada, Curso de economía política, Las empresas estatales y subrayo de modo muy especial Los límites del estado populista un notable tratado prologado por el memorable Rogelio Pontón y el entonces director de la Bolsa de Comercio de Rosario. En esa obra de jugosos veintisiete capítulos, el autor desarrolla en detalle la malsana y empobrecedora política estatista. En la dedicatoria del libro se lee que está dirigido “A los que sueñan con un país mejor, a los que todavía creen en los principios morales, a los que no se dejan arrear como ganado”.
Entre las referencias bibliográficas aparecen autores de fuste como Hayek, Buchanan, de Jouvenel, Friedman, Hutt, Revel, Hazlitt y Shackle. Frecuentemente circulaba entre sus amigos borradores de sus colaboraciones periodísticas y ensayos para generosamente debatir el texto con lo que confirmaba su mente abierta y su extraordinaria capacidad didáctica.
Alan Bloom en su suculento libro sobre la amistad subraya que la dignidad descansa en la honestidad intelectual lo que hace tan sólida y perdurable las estrechas relaciones entre las personas. Y, sobre todo, en el hablar claro y sin rodeos las propias convicciones en el contexto de permanentes esfuerzos para el autoperfeccionamiento. Es el caso de nuestro querido Antonio Margariti.
Igual que con todos los que escriben sobre valores nobles que se inmortalizan en las bibliotecas, los lectores de Antonio en su memoria pueden recitar con Miguel de Unamuno: “Cuando me creaís más muerto/ retemblaré en vuestras manos/Aquí os dejo mi alma –libro/ hombre –mundo verdadero/ soy yo, lector, que en ti vibro.”
El autor completó dos doctorados, es docente y miembro de dos Academias Nacionales.
- 25 de noviembre, 2013
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- 25 de marzo, 2015
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