Argentina: El problema no es la tasa, es todo lo demás
Una parte del Gobierno y algunos analistas cercanos han atribuido la actual caída del nivel de actividad a la decisión tomada, en enero pasado, en materia de tasas de interés, cuando el Banco Central elevó a casi el 30% anual la tasa que paga para colocar su propia deuda y absorber fondos del sistema financiero. En ese sentido, presionan por una baja pronunciada de dicha tasa, en el intento por reanimar la demanda de crédito y mejorar las actuales condiciones recesivas.
Sin embargo, la suba de la tasa de interés que acompañó el salto en el valor del dólar oficial fue, paradójicamente, la manera de evitar una caída de la actividad aún mayor en medio del descontrol nominal en que estaba inmersa la economía para esa fecha.
Tanto la devaluación como la suba de la tasa de interés, fueron la manera que tuvo la política oficial de frenar la caída de la demanda de pesos y, por ende, el aumento continuo de la brecha cambiaria y de la tasa de inflación. Se trató, en realidad, de corregir el tremendo error de los últimos meses del año pasado, cuando se comenzó a acelerar la tasa de incremento del dólar oficial, manteniendo la tasa de interés en pesos por debajo de dicho aumento y de la inflación esperada.
En otras palabras, para lograr que los inversores, en el corto plazo al menos, “apuesten” al peso, es necesario que la tasa de interés supere la tasa de devaluación esperada. Por lo tanto, en la medida que el Banco Central anunciaba una política de devaluación que superaba a la tasa de interés en pesos, los ahorristas corrían al dólar, presionando sobre su precio en el mercado informal, mientras que aquéllos que podían generar dólares comerciales exportando demoraban al máximo sus ventas, y quienes intentaban evitar el aumento del dólar para sus compras adelantaban importaciones.
Recuerden aquéllos días de diciembre y enero. Los precios subiendo a diario, al ritmo de la cotización del dólar oficial, o del blue, con una brecha creciente. La actividad, en ese contexto, se estaba desplomando por “falta de precios” y por la convicción de que era mejor tener dólares y esperar antes que hacer cualquier otra cosa. Recuerden también que veníamos de un trimestre previo, en el marco de las elecciones de octubre, en que se indujo un “adelantamiento de consumo” de bienes durables cuando el dólar oficial evolucionaba por debajo de la inflación y del dólar blue, generando la idea de que cualquier cosa que se comprara era una “ganga” en dólares oficiales.
En síntesis, era un escenario de descontrol de precios y de pérdida de reservas debido a la suba diaria del valor del dólar en todas sus versiones. La prolongación de ese escenario no sólo era recesiva, era catastrófica.
“Culpar”, entonces, a la suba de tasas de interés por la recesión actual es no entender el problema.
El verdadero problema es que la devaluación esperada sigue alta y, por ello, la tasa de interés, si se quiere evitar una caída de la demanda de pesos y una aceleración mayor de la inflación al estilo noviembre-enero pasados, tiene que parecerse a la tasa de devaluación esperada.
Obviamente, la tasa de devaluación esperada se parece a la tasa de inflación esperada, dado que es difícil repetir, en el actual contexto, un episodio prolongado de atraso cambiario sin acumular presiones incontrolables. Y, finalmente, la tasa de inflación esperada sigue alta porque nada se ha hecho, en serio, para reducir las expectativas de inflación.
Por ende, sin “noticias” que reduzcan sustancialmente las expectativas de inflación, y allí entra a tallar la política fiscal o el endeudamiento externo, dado que ambas cosas disminuyen la necesidad del Banco Central de emitir pesos y luego absorberlos, cualquier baja de la tasa de interés llevará, nuevamente, al escenario de fines del año pasado, pero peor, porque ya pasó la experiencia del salto devaluatorio de enero. Si hoy estamos en estanflación, cualquier baja sin sustento de la tasa de interés podría llevar a más inflación sin mayor actividad.
Si no se tiene una política antiinflacionaria creíble, o acceso al crédito, el menos malo de los remedios es el actual.
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