Cuba: Dos pueblos
Por Esteban Fernández
Hay un momento histórico a finales de
1962 donde coinciden dos sucesos trascendentales:
Fidel Castro cierra las salidas de Cuba y al mismo tiempo la
inmensa mayoría del exilio se decepciona de la
lucha, se retira de toda actividad
"política" y se integra a la vida norteamericana para
superarse, para vivir lo mejor posible, para educar a
sus retoños y para triunfar económicamente en
tierra extraña pero próspera y acogedora. Y la libertad de la Patria se
convierte en una quimera.
Fueron décadas de total incomunicación, muy
difíciles eran las llamadas telefónicas, las cartas se demoraban muchas semanas
en arribar, apenas se recibían noticias. Los sobres eran abiertos y las
llamadas escuchadas. La tiranía le exigía al pueblo que evitara ponerse
en contacto con los gusanos que residían en el exterior. Eso era un delito. Las
familias se separaron y se dividieron.
No
solamente no sabíamos lo que estaba pasando en Cuba sino que a un 80 por ciento
de los exiliados no le interesaba un comino lo que sucedía. Del lado de allá el
régimen recibía subsidios millonarios de los soviéticos y podía darse el
lujo de salpicar a sus acólitos, a sus apapipios y a sus fieles
seguidores, con determinados privilegios como que los hijos de los fidelistas
iban a estudiar a Alemania, a la URSS, a Checoslovaquia. Si alguien se quejaba
no nos enterábamos.
Les
metían en las cabezas que en los Estados Unidos existían gobiernos corruptos,
asesinos, imperialistas, y sobre todo racistas y discriminadores de los
negros y de los indios latinoamericanos. Y los imbuían de la mal
intencionada idea de que nosotros abandonamos "la patria
de los trabajadores" y nos convertimos en "lame
botas” del enemigo. Con cinceles les inculcaban a los jóvenes que todos los
males que aquejaban a la nación desde 1902 eran ocasionados por los yanquis y
de carambola por nosotros. Muy poco se hacía desde esta orilla para
contrarrestar esos infundios.
Aquí
a nuestros hijos les inyectábamos amor a Cuba y desdén por el
tirano y les pedíamos que estudiaran, que se hicieran hombres y
mujeres de bien. Nos aislamos los unos de los otros y les dejamos el
campo abierto a los discípulos de Satanás.
Podían
pasar hasta dos o tres años y no nos enterábamos de ningún acontecimiento
importante en Cuba. Todos los abusos, todos los crímenes eran
desconocidos en el exterior. Muchísimos cubanos del destierro se
adaptaron al modo de vida estadounidense y los compatriotas dentro
de la Isla lo que hicieron fue sobrevivir, resolver, bajar las
cabezas, acoplarse, integrarse y recibir un lavado de cerebro con cantidades
industriales de mentiras.
Pero
llegó otro acontecimiento histórico: la bancarrota soviética. Y ahí viene la
hecatombe para Cuba, el período especial, la “caña a tres trozos” y
entonces es cuando esclavos y esclavistas ponen sus miradas desesperadas en los
triunfantes exiliados y en el odiado "Norte revuelto y brutal". Y
Miami y la gusanera cobran un interés inusitado. Había que encontrar
otros paganinis. Y apelan al chantaje de incrementar el complejo de culpas de
muchos buenos, inocentes y nobles deterrados.
Y
es cuando comienzan las cartas pidiendo dinero y hasta un par de calzoncillos,
y de pronto algunos allá coinciden en quejarse y en disentir. La tiranía llega
a la conclusión de que deben ser los exiliados los que asuman el papel
de "benefactores" que antes tenían los soviéticos. El pueblo
concuerda y aplaude esa idea. Y son utilizados los carneros como carnadas.
Y
se abren las puertas a las visitas, de aquí para allá y de allá para acá, crean
miles de negocios y de cambalaches, les exigen a los caníbales de los Comités
que sean cariñosos con los visitantes, inventan intercambios culturales,
artísticos y deportivos, y lanzan miles de anzuelos para
capturar ingenuos y tontos útiles.
Los
que por 50 años se defecaban en nosotros, y nosotros en ellos, arriban a las
costas y aeropuertos de la “Yuma”. Vienen adoctrinados, agresivos y
exigentes. Tras las entradas y salidas se comienza a tener noticias de la
Isla. Los exiliados que vivían de espaldas a todos los acontecimientos, ahora
reciben un aluvión de informaciones y desinformaciones desde Cuba, y algunos
recuperan parte de la fe perdida y la depositan en los que hasta ayer fueron
enemigos, chivatos, cederistas, coroneles, pioneros, camilitos quienes
andan supuestamente arrepentidos de no se sabe exactamente qué. Y hasta se les
rinden honores y entrevistas.
Y lanzan la consigna
absurda de que "somos un solo pueblo" cuando la triste y
demoledora realidad es que quizás pertenecemos a la misma galaxia
pero hemos vivido en diferentes planetas.
Los ex milicianos
descubren que Miami es un vacilón donde se puede vivir muy bien y regresar con
"fulas" más tarde, y del lado de acá se enteran que existen
orquestas como Los Van Van, equipos de pelota como Los Industriales,
cómicos como Robertico y descubren asombrados que los antiguos sepulcros
blanqueados Rosita Fornés, Juana Bacallao y Alicia Alonso todavía
están vivas…
Pero ahora viene lo más
importante, lo más trágico y doloroso, y es que al final de la jornada
solamente un puñado de patriotas se acuerda de los miles de muertos que ha
producido el castrismo. Y entonces, lanzan otro dardo envenenado llamando
a los que discrepen de esta traición a nuestros mártires: recalcitrantes,
cavernícolas, intransigentes, viejos decrépitos y dinosaurios.
Pero bueno, como colofón
les digo que en el Universo al cual yo pertenezco todos estamos muy
claros a la hora de culpar de este monumental desastre a Fidel y Raúl Castro y
a una recua de hijos de la gran perra. Mientras tanto, quiero sepan que
con los poquitos satélites adoctrinados (los que cambiaron el
"compañero" por "men" y "asere") que he
hablado me parece que tienen la tendencia a creer que fue Mikhail
Gorvachev -y su Perestroika- el causante del "arroz
con mango" actual.
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