Alvaro vargas Llosa: “Piñera ha hecho gobierno de centro izquierda”

Por María José O’Shea y Marcelo Soto
Cuando en el continente las cosas están movidas, quién mejor para
interpretarlas que Álvaro Vargas Llosa. El analista entra a fondo en el
fenómeno Chávez, la contienda Obama versus Romney, y los avatares de la
política chilena. Que Piñera ha pagado el pato por la crisis del modelo,
sostiene. Y por eso, su gobierno ha sido de centro izquierda. Tal cual.
Todas las
relaciones filiales son complejas, pero los hijos de grandes personajes suelen
experimentar un peso extra: vivir, muchas veces, a la sombra del padre. Álvaro
Vargas Llosa, sin duda, es un caso fuera de lo común, porque ha logrado ganarse
un lugar por derecho propio como uno de los analistas políticos más destacados
de América Latina.
Afincado en
Washington, pero siempre con un pie en un avión (“me la paso viajando por el
continente, y leyendo sobre cada país y conversando con quienes gobiernan y
toman decisiones. Son décadas las que llevo en esto. Las canas que tengo
implican un cierto grado de experiencia acumulada”, bromea), Álvaro combina una
importante labor periodística con su trabajo académico como director del Centro
para la Prosperidad Global, en Estados Unidos. Da conferencias por todo el
mundo y precisamente esta faceta lo trajo a Chile, invitado por la Universidad Finis
Terrae.
Pero no todo en
su vida es de letras y política. Los números han ido encontrando un sólido
espacio en las actividades de este Vargas Llosa, quien decidió un día ser él
mismo quien maneje sus inversiones. “Cuando se produjo el estallido de la burbuja,
decidí que ya no quería entregar mis ahorros a terceros para que los inviertan
por mí como había hecho siempre, sino que quería yo mismo dedicarme a eso,
porque los expertos resultaron ser mucho menos expertos de lo que parecían. Fue
una experiencia fascinante, me dediqué a investigar la llamada Escuela del
Valor en EE.UU., que tiene una muy rica historia, y estoy dedicando una parte
importante de mi tiempo a eso”, cuenta entusiasmado. Tanto le gustó que,
adelanta, “incluso tengo un libro que va a salir luego, que son recomendaciones
a la clase media en América Latina sobre qué hacer con su dinero para
protegerse de los especuladores”.
Porque la
protección de América latina claramente es un tema en la vida de este
periodista. Así como los especuladores merecieron su pluma, ha dedicado páginas
de páginas a alertar sobre el peligro de los populismos en la región. Un
fenómeno que comenzó a abordar el 96, cuando publicó –junto a otros dos
autores– El manual del perfecto idiota latinoamericano, la obra que hizo arder
Troya al derribar uno a uno los mitos del progresismo y la buena conciencia.
Dieciséis años
después, para él la amenaza del populismo sigue vigente. Y quizás más vigorosa.
“Cuando lo escribimos, todavía no había surgido la nueva camada de líderes
autoritarios populistas. Por eso hicimos El regreso del idiota. Ahora creo que
han entrado en crisis. Pero el populismo es un atavismo latinoamericano de
difícil superación. Las disparidades y la debilidad de nuestras instituciones
facilitan la vida a los populistas, que por lo visto se reproducen mucho
incluso ahora que la tasa de natalidad en la región ha caído…”, ironiza Vargas
Llosa.
– ¿Cree que los populismos van a seguir avanzando, o más bien están en
retirada?
– Lo que sucede
en Venezuela (ver recuadro), donde la oposición ha logrado construir una
alternativa creíble, unida y con bases populares, es alentador. El colapso del
modelo argentino, que vengo prediciendo a mis amigos desde hace siete años y ha
tardado en llegar más de lo que preví, permite suponer que habrá un péndulo en
Argentina más temprano que tarde. Esos dos países son el eje de todo este
invento.
- Una cosa son los gobiernos derechamente populistas, pero otra son
los “guiños populistas” en los que suelen caer todos los gobiernos, incluidos
los de centro derecha. ¿Cómo ve al gobierno de Chile desde ese punto de vista?
– En lo
económico, muy bien. A pesar de la caída del precio del cobre en meses
recientes (el promedio de 2012 será menos de US$4 la libra), el dinamismo
económico ha sido enorme. La cifra de inversión extranjera el año pasado es
espectacular. En lo político, ha tenido que actuar en un escenario de baja
popularidad, lo que ha obligado a hacer concesiones. En lo social, el gobierno
es víctima de un “desembalse” de expectativas que llevan incubándose durante
todos los años de éxito del modelo chileno, es decir mucho antes de la llegada
de Piñera al poder. Ha respondido con subsidios y expansiones del gasto
educativo. Ha hecho un gobierno de centro izquierda.
- A Piñera también se le ha criticado por algunas conductas
populistas. Por ejemplo, haberse saltado la institucionalidad ambiental para
impedir la construcción de una central termoeléctrica (Barrancones)…
– Entiendo que
él ya había criticado la ubicación del proyecto durante su campaña. Era
inevitable que el primer gobierno de centro derecha de la democracia chilena en
dos décadas hiciera concesiones a la izquierda precisamente porque ya no es una
derecha autoritaria. Bajo presión de la movilización estudiantil, que en un
momento dado fue también la presión de toda la clase media chilena, ha tenido
que hacer intervencionismo y asistencialismo. Quizá era el precio que sintió
que tenía que pagar para no seguir arrinconado y para que no se produjera un
rechazo nacional al modelo. La encuesta del CEP en la que una mayoría de
chilenos claramente respalda lo esencial del modelo muestra que quizá el
cálculo era correcto. Lo que no significa que no falten reformas. En áreas como
la tributaria o la laboral se está lejos del ideal…
– ¿No es suficiente la reforma tributaria que planteó el gobierno?
– La reforma ha
sido el producto inevitable de dos fuerzas irresistibles: la presión social en
torno a la educación y las complicadas matemáticas parlamentarias. Idealmente
una reforma tributaria tendría que darse en otro contexto y con otro objetivo,
pero en el Chile de hoy no es posible. Hay cosas muy buenas –la rebaja
impositiva a quienes ganan menos y el crédito tributario–, pero no creo que sea
bueno subir el impuesto a las empresas y hubiera preferido que Chile empiece a
dirigirse hacia un sistema más horizontal (flat tax). En Irlanda las empresas
pagan 12 por ciento y la educación no tiene un problema de fondos. El impuesto
promedio de la OECD a las empresas es 15 ó 16%. Chile está hoy en la OECD y 20%
es alto en comparación con ese promedio. Por otro lado, en Europa central, la
ex Europa comunista, el flat tax ha funcionado muy bien. Sin embargo, entiendo
bien que el contexto chileno ha exigido la reforma recientemente aprobada. En
política hay que tener en cuenta la realidad, que no es igual que el ideal.
Pecado
original
– Hace poco estuvo con Piñera, y en una columna en El Nuevo Herald expresó
que había un gran optimismo en el presidente… Sin embargo las últimas encuestas
vuelven a mostrar una caída en la aprobación, lo que se suma a polémicas como
lo que ocurrió en la fallida licitación del litio y el sobreprecio ofrecido por
maquinaria antidrogas. ¿Cómo explica esta serie de errores que comete la actual
administración?
– En general
hay como un desfase entre el dinamismo enorme que muestra la economía, y la
imagen que tiene el gobierno frente al país. La imagen del presidente está
golpeada y debilitada, y estos asuntos que surgen de tanto en tanto parecen
corroborar un estereotipo que se ha formado ya. Al mismo tiempo, cualquier
comparación de Chile con el resto de América latina desde el punto de vista de
la marcha económica tiene que ser muy positiva. Y ha logrado eso en un
escenario de desaceleración en Asia y en EEUU, de colapso europeo y caída del
precio del cobre. No es un logro menor. Desde luego hay problemas de imagen y
claramente un debilitamiento político que ha llevado al gobierno a hacer muchas
concesiones.
– ¿Pero diría como The Economist que hay ineptitud política?
– Es una
exageración. El presidente sería el primero en reconocer que no tiene una gran
simpatía natural, su forma de relacionarse con el público nunca fue la de una
persona de trato fácil, atractivo o carismático. En comparación con Michelle
Bachelet esa diferencia se nota mucho y eso no ayuda.
– ¿Cómo puede un gobierno tener alto respaldo popular sin ser populista en
América Latina?
– Con muchas
reformas, una gran capacidad de comunicación y una oposición muy desprestigiada
que esté asociada en el imaginario colectivo con una crisis muy traumática y
reciente. De otro modo es casi imposible.
– Hoy Chile, además, enfrenta una situación tensa con sus vecinos. ¿Es
también parte de los populismos asumir cruzadas nacionalistas?
– El escenario
es delicado para Chile. A diferencia del Perú, que no tiene nada que perder
porque lo peor que puede pasar es que se mantenga el statu quo. Con una
resolución de La Haya que le otorgara apenas 10 ó 20% de la razón a Lima la
pérdida para Santiago sería significativa. En el caso del Perú es un proceso
que se inició en cierta forma en el primer gobierno de Alan García, o sea hace
muchos años, con las comunicaciones que envió entonces la Cancillería peruana a
Santiago (y la tesis había cobrado fuerza incluso desde antes, durante la
segunda fase del gobierno militar). En cuanto a Bolivia, no hay duda de
que la crisis en la que ha entrado el modelo (han perdido la mitad de sus
reservas gasíferas desde la “nacionalización”) y la quiebra del frente que
estaba aglutinado en torno al Presidente han sido factores clave en la nueva
estrategia contra Santiago.
– Morales acaba de decir que Chile es un riesgo para la región…
– Chile es un riesgo únicamente para el modelo populista basado en el
nacionalismo rentista porque lo desacredita por contraste y para el autoritarismo
de izquierda por la misma razón: su democracia ha demostrado que podía
sobrevivir perfectamente al regreso de la derecha al poder.
La mujer del César
- Hace un tiempo el gobierno chileno se enfrascó en una polémica por
las cifras de la encuesta Casen. New York Times incluso comparó este episodio
con lo que pasa con las estadísticas en el gobierno de Cristina Kirchner.
¿Cuánto afecta este impasse la imagen internacional de Chile?
– Desde fuera,
la discusión sobre si la cifra de pobreza es 14 ó 15 resulta bizantina porque
se trata de un éxito enorme como modelo. La cifra peruana es el doble. Comparar
lo que sucedió ahí con lo que hace el Indec argentino es exageradísimo. Dicho
esto, está claro que hace falta reformar el sistema estadístico del gobierno si
no se quiere que esta advertencia se convierta en una campaña internacional
fuerte. La credibilidad es una de las ventajas que ha tenido Chile y en esto la
mujer del César no sólo debe ser honesta sino parecerlo.
– ¿Cuál es su evaluación del manejo internacional del gobierno de Piñera,
en comparación con las anteriores administraciones?
– Las tremendas
dificultades internas impidieron desarrollar una proyección sostenida después
del rescate de los mineros, que dio al país una visibilidad inmensa. Por otro
lado, el contexto latinoamericano fuertemente influenciado por la izquierda,
tanto la radical como la moderada, que en muchos temas cedió espacios a la
radical, dejaron a Chile y otros países en la región en una situación
imposible: o tomaban iniciativas que los podían aislar o seguían la corriente.
Lo segundo es lo que pasó. Pero hay una gran iniciativa que Chile acompañó en
el último año y medio, y que para mí puede ser el gran eje de los próximos
años: la Alianza del Pacífico. Su éxito es tal que además de México, Perú,
Colombia y Chile, miembros plenos, ya han pedido sumarse varios más. Uruguay,
Panamá y Costa Rica están de observadores. Más allá de América Latina, la
crisis europea, la lentitud de la recuperación estadounidense y la desaceleración
asiática no han ayudado a hacer una política exterior muy enérgica.
Amor, fútbol y la presidencial
– ¿Cómo ve la carrera presidencial que ya se está lanzando en nuestro país?
-El fenómeno
Bachelet es la clave de todo. Sin ella, la Concertación no es nada en este
momento porque no ha podido capitalizar la impopularidad de la Alianza. Por
otro lado, aunque veo a Golborne como el candidato de la Alianza con más
potencial, lo tiene cuesta arriba.
– ¿Y cómo ve la alternativa de Andrés Allamand, el ministro de Defensa?
– Tengo aprecio
por Andrés pero no es, según las encuestas, mejor candidato que Golborne. Y si
me permite un respetuosísimo y amigable consejo que no me ha pedido: que evite
en lo posible afianzar su pre candidatura endureciendo demasiado el tono en temas
bilaterales con Perú y otros países. Es un asunto demasiado delicado para
politizarlo. Nunca estuvieron mejor las relaciones Chile-Perú, a pesar de La
Haya. Tratemos todos de contener las pasiones que La Haya pueda desatar sea
cual sea el resultado, empezando por los ministros de Defensa. Dicho eso,
reconozco en él a una de las figuras que más hizo para democratizar a la
derecha chilena.
– ¿Cree que la derecha puede mantener el gobierno o está zanjado que vuelve
Bachelet?
– Si tuviera
que apostar hoy, diría que será difícil que Bachelet no vuelva. Pero en
política, como en el amor y el fútbol, no hay nada seguro.
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