La farsa del MERCOSUR: Olvídense del caramelo

El País, Montevideo
La firma por parte de nuestro país del acuerdo sobre intercambio de datos fiscales y para la eliminación de la doble tributación ha causado una considerable controversia. Tanto en cuanto al contenido del tratado como a su oportunidad. Las explicaciones de los ministros de Economía y de Relaciones Exteriores, en la Comisión de Asuntos Internacionales del Senado hace unos días, no aclararon las principales dudas de los parlamentarios de la oposición.
Llama la atención la premura del gobierno para suscribir el acuerdo. Sobre todo, si consideramos que a mediados de marzo el presidente de la República, luego de una reunión con los integrantes de la Cámara de Comercio, había declarado "que tenía el tratado sobre intercambio de información tributaria guardado en un cajón, y que esperaría una señal clara de Argentina sobre los problemas comerciales que sufre Uruguay para habilitar el Tratado". A lo que se agregó la senadora Lucía Topolansky, quien sostuvo -sensatamente- que todos los temas bilaterales forman parte de una misma negociación. Luego agregó, "el caramelo si las negociaciones se cierran, será firmar el tratado que Argentina quiere y le conviene". (El País, 25 de abril).
Como por arte de magia, el tratado salió del cajón presidencial y fue suscrito por su gobierno. No sólo eso.
Durante la sesión de la Comisión del Senado, el ministro de Economía dijo que el tratado se había firmado "porque el presidente así lo dijo". El secretario de Relaciones Exteriores informó a los legisladores, que el tratado se había negociado separadamente y que tenía su propia lógica y agregó, "es impensable desde el punto de vista estratégico, cambiar este tratado por otra cosa, como si fueran figuritas. Argentina puede seguir aplicando las barreras no arancelarias después de firmarse el tratado".
No solamente se sacó el tratado del cajón -lo que ya es mucho- sino que también se optó por una estrategia negociadora poco favorable para nuestro país. En lugar de intentar formar un paquete de asuntos, se pasó a tramitar separadamente el acuerdo fiscal.
Es cierto lo que dijo el ministro de Relaciones Exteriores, que no es acertado negociar un tratado, que establece obligaciones bajo el Derecho Internacional, a cambio de permisos administrativos que pueden ser modificados a voluntad. Pero, también es verdad que la lista de los asuntos pendientes con Argentina es bastante más amplia.
No es ninguna novedad y no hay nada de malo en la estrategia de "intercambiar figuritas", en paquetes. Parecería que, con tanto apresuramiento, nuestro país renunció a una de las pocas cartas fuertes que le iban quedando en este desigual juego regional.
Ahora le corresponde al Parlamento resolver si se ratifica el tratado.
Uno de los resultados más interesantes en Comisión fue la admisión del ministro de Relaciones Exteriores de que "se pretende generar flujos de comercio intra Mercosur que van a tener que ser acordados bilateralmente".
Esa frase es un reconocimiento de la profundidad de la crisis en el Mercosur. No hay mercado común cuando el intercambio comercial se administra mediante acuerdos bilaterales. Los resultados de esa política son evidentes. Como tituló La Nación de Buenos Aires, del 3 de mayo: "por trabas de comercio" cayeron las compras argentinas en el Brasil (la disminución fue del 23%) y en Uruguay 19,6 %.
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