En venezuela, yo me mato, tú me matas o ellos me matan
El Heraldo, Tegucigalpa
Hugo Chávez lo dice desde que comenzó a sufrir la metamorfosis política e ideológica, cuando asumió el poder en febrero de 1999: “pagaron por mi cabeza y andan buscando mercenarios”.
Ante la proximidad de la muerte por la supuesta enfermedad mortal, mandarse a sacrificar no es un rumor absurdo ni descabellado. Consistiría, de cierta manera, en una forma de suicidio.
En el momento de partir a Cuba el dictador dejó entrever que su futuro, bien sea por la dolencia o por otro motivo, estará en el espíritu revolucionario de sus partidarios venezolanos: “Cuando este cuerpo se acabe, Chávez estará en las calles, estará en el pueblo, para seguir dando batalla por Venezuela”.
Un mártir sería de gran ayuda para re direccionar y consolidar el chavismo, el cual enfrenta problemas sociales, económicos y el enfadado de la gente porque no ha logrado cumplir las metas en 13 años de régimen.
El tema habría sido debatido en secreto con sus mandos militares de confianza, a quienes se les hace agua la boca saboreándose las ganancias al ser cómplices de un crimen de esa magnitud.
Lo que no miden los codiciosos es que semejante barbaridad histórica sería una irresponsabilidad política y humana. Generaría una revuelta popular con muertos inocentes y dejaría graves secuelas a Venezuela y a los países vecinos.
El complot para asesinarlo lo ejecutarían comandos provistos por sus secuaces terroristas, para después acusar del magnicidio al “imperio” o a la oposición.
Él ha venido nutriendo el rumor de su asesinato. En 2009 canceló el viaje a El Salvador para la posesión de Mauricio Funes, alegando que había una confabulación en su contra. En diciembre pasado, delirando tal vez por la medicina oncológica, salió con la paranoica idea de que la CIA estaría propagando cáncer entre los líderes de izquierda.
Chávez, quien aspira a ser reelecto en octubre, para un tercer mandato, se muestra alterado y medio perturbado, quizás porque el tiempo de vida se le agota o por el avance de la oposición con un candidato dinámico y prometedor como lo es Henrique Capriles.
A Capriles lo acusó de representar a la oligarquía, al imperialismo y de ser culpable de todos los males habidos y por haber de Venezuela. Hasta lo llamó cochino (cerdo): “Mi misión va a ser quitarte la máscara, ‘majunche’ (mediocre), porque por más que te disfraces tienes rabo de cochino y orejas de cochino: eres un cochino”.
Su habilidad de alimentar el odio contra los que llama oligarcas no es nada elegante, aunque jamás Chávez ha tenido distinción; emplea calificativos ofensivos con el fin de provocar en la masa antipatías, para que se sienta identificada con sus propios rencores. Muchos venezolanos ignoran que el actual gobierno es corrupto, aliado a carteles de la droga colombianos, como la guerrilla de las Farc, a cuyos jefes bandoleros les permite esconderse en su territorio. Una pregunta queda suelta: su frase de que se preparaba para el peor de los escenarios respecto a la lesión cancerígena antes de su viaje a Cuba, ¿fue premonitoria o una táctica más de su estilo de gobernar con mentiras?
La fuente de la denuncia no aporta pruebas para confirmar si el plan de matarse está vigente o no. Lo que si ha sido verídico es que Chávez ha venido capitalizando políticamente la enfermedad para generar un sentimiento de lástima. Él se muestra débil de cuerpo, pero fuerte de espíritu para ganar compasión y simpatía.
El dictador supondría que su muerte trágica garantizaría la continuación de la revolución del Siglo 21, para consolidar la ideología criminal del narco-chavismo. La opción de inmolarse es peligrosa, porque los resultados serían impredecibles y seguramente sus vasallos ambiciosos no son tan chavistas ni tan revolucionarios como él quisiera que fueran.
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