Venezuela: ¿Cuál propiedad privada?
Entregarle el país al comunismo era hasta hace poco inaceptable, hoy nos rendimos mansamente frente a los designios de los Castro.
En Venezuela hablar de propiedad privada constituye un dispositivo retórico, ésta se desvanece con las nuevas “leyes”. Se están estableciendo prácticas “legales” para cuando el gobierno disponga acabar definitivamente con ella. La ley de inquilinato será el colofón para la desaparición de la propiedad privada y herencia, en adelante los sucesores serán los arrendatarios y el Estado. Con la ley que se está aprobando de arrendamientos, el respeto a la propiedad privada se convierte en una ridiculez cuando el objeto de su contenido será desaparecerla. No tiene ningún sentido hacer una simple defensa oratoria en la Asamblea Nacional, observando que en realidad todo nos conduce a la instauración de un Estado comunista por vía “institucional”, y pareciera que esto avanzará indeteniblemente sin que los venezolanos se hayan dado cuenta, o quieran despertar ante la situación.
Ejemplos sobre quebrantamientos a la propiedad privada sobran, la sacada del aire de Radio Caracas TV quizás fue el golpe más certero, que concluyó con dos cosas a la vez, propiedad privada y cierre de un medio de comunicación. Minar la actividad particular puede realizarse a través de un solo decreto o de muchas leyes, asfixiándola de una manera tal, que al final los propietarios y empresarios terminen tirando la toalla. Nada de extraño tendrá si en cualquier momento Globovisión concluye sus transmisiones porque no encontrará como sostenerse entre multas y prohibiciones, viendo sus egresos mayores a sus ingresos. La propiedad del campo fue otro asunto, allí irrumpió violentamente el régimen y “negoció” o expropió a productores, matando la agricultura y ganadería. Actualmente el “proceso” va más lento con estas leyes que aprueban y que terminarán con los postreros vestigios de la empresa privada. No por casualidad muchas de ellas han cesado sus actividades o se mudaron a Colombia, dejando sin quererlo, desfasada la cadena de abastecimiento, cuestión que ha contribuido al alza y escasez de los alimentos.
Pero el venezolano impertérrito continúa sin percatarse de la ruina de su país, que ya no solo es moral sino material. Las grandes deudas del gobierno, la regulación de rubros no son más que una de las maneras de ir acabando con la nación remuneradora.
Estamos al borde del abismo, y transigiremos cuando se termine de aprobar la nueva Ley de inquilinato que abate a la propiedad privada. Serán prioridades que en algún tiempo en esta Venezuela degradada habrá que reponerlas, y no precisamente incluyendo un vocablo, sino haciéndola honestar como se hizo a lo largo de su historia y en la tradición de sus legislaciones.
Entregarle el país al comunismo era hasta hace poco inaceptable, hoy nos rendimos mansamente frente a los designios de los Castro, advirtiendo sin ninguna sorpresa cómo desde Cuba nos mandan y amordazan. Será una dictadura impuesta para un pueblo que fue libre y con prácticas redentoras, y cuando despabilemos estará todo aprobado para que funcione un estado marxista, perdiendo nuestra libertad, propiedad privada y cuanto derecho soberano tuvimos alguna vez.
Y todo emanará de esa Asamblea Nacional que se dedica a devastar las libertades, vertebrando la plataforma para que “legalmente” no haya causas para protestar, porque las leyes fueron legitimadas en un hemiciclo, donde la “oposición” está representada y pretendiéndolo o no, disculpando la Constitución que nos enterrará. Así creen nuestros legisladores que se ciñen a los procedimientos democráticos, cuando estos tampoco ya casi constan cómo la misma propiedad privada.
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