¿Vale la pena estudiar?
El País, Montevideo
Recientemente la prensa difundió resultados de una investigación académica de Claudio Sapelli y Daniel Bukstein que alarmó a muchas familias uruguayas que tradicionalmente consideran la educación universitaria como la inversión más importante para sus hijos. Los autores estudiaron la empleabilidad y los ingresos de generaciones de uruguayos nacidos desde 1917 hasta 1980. Considerando los años requeridos para finalizar cada nivel de estudios (primaria, secundaria o universidad) como una "inversión", los autores calcularon el "retorno" de esa inversión, es decir si los que estudian más años, ganan en el futuro suficientemente más como para justificar el tiempo extra dedicado a estudiar en lugar de ingresar al mercado laboral.
Una de las conclusiones de los autores es que los beneficios económicos de realizar estudios terciarios en Uruguay son mucho más bajos que en otros países (la tasa interna de retorno de realizar y ejercer una carrera universitaria en el Uruguay es del 20% y en Chile del 47%). Esta diferencia puede explicar la constante tendencia a la emigración de los profesionales uruguayos.
Otra de las conclusiones es que si bien los beneficios económicos de realizar estudios terciarios en Uruguay son altos (20%), no son mucho más altos que los de completar los estudios secundarios (para los cuales la tasa interna de retorno es 16%). Una lectura superficial de este resultado puede llevar a que algunas familias se pregunten si se justifica la inversión de tiempo (seis años en promedio), de dinero (transporte, libros, materiales de estudio, vivienda para alumnos del interior y aranceles para alumnos de universidades privadas) y de oportunidad (postergación de ingreso a tiempo completo al mercado laboral) que implica realizar una carrera universitaria. Dado que para modernizar nuestro país es esencial incrementar las tasas de culminación de bachillerato y de carreras universitarias, es importante clarificar y contextualizar estos resultados.
Primero, debe tomarse en cuenta que estos resultados se basan en datos históricos. No son proyecciones sobre cuáles pueden ser los niveles de ingreso de los uruguayos que están estudiando en este momento y que van a desempeñar sus profesiones en los próximos años. Dado que en los últimos años han surgido muchas carreras nuevas y que en los próximos años surgirán aún más, que han surgido nuevas universidades con propuestas distintas a las tradicionales, que se ha modernizado una parte de nuestra economía, y que la globalización ha transformado muchas profesiones en "globalmente portables" (se pueden ejercer en cualquier parte del mundo o a distancia), es plausible que estas tendencias no puedan ser extrapoladas hacia el futuro.
El estudio tampoco toma en cuenta los ingresos de los miles de profesionales que han emigrado en las últimas décadas y que presumiblemente son suficientemente altos como para justificar los costos personales y materiales de su emigración y explicar las relativamente bajas tasas de regreso. Si se incluyeran los ingresos de estos compatriotas que trabajan en el exterior, seguramente aumentaría apreciablemente el retorno promedio de la educación universitaria de los profesionales uruguayos.
La carencia más importante para una mejor comprensión de los factores que afectan los retornos de la educación universitaria, es que el trabajo solo considera si las personas culminaron o no carreras universitarias sin establecer diferencias por la calidad o el tipo de estudios. Pero la educación superior no es un activo homogéneo. No tienen las mismas expectativas de ingreso un licenciado en teología que un ingeniero de sistemas. El estudio tampoco considera diferenciales individuales como el dominio de lenguas extranjeras o de herramientas informáticas que son altamente valorados en el mercado laboral y que afectan la empleabilidad y el nivel de ingreso. Investigaciones realizadas en los últimos años han encontrado diferencias importantes en la empleabilidad y los niveles de ingreso entre distintas profesiones, entre graduados con la misma profesión pero con niveles culturales distintos e incluso entre graduados de la misma profesión pero de distintas universidades.
Una visión hermenéutica del mercado laboral sugeriría que las tasas de retorno para la educación universitaria no son mucho más altas que las tasas de retorno de alcanzar el bachillerato para determinadas carreras con escasa demanda laboral, superpoblación de profesionales y en especial para aquellos profesionales con escasa diferenciación: sin especializaciones, sin dominio de idiomas extranjeros, sin destrezas comunicacionales o de bajo nivel cultural. Lamentablemente, muchos estudiantes eligen estas carreras a pesar de que existe abundante información sobre el mercado laboral de cada profesión. El acceso irrestricto (y gratuito en el sector público) a la educación universitaria en nuestro país, es en parte responsable por este resultado perverso ya que promueve que los estudiantes elijan carreras sin considerar racionalmente la empleabilidad y el potencial de ingresos y de realización profesional factible en nuestro país.
En conclusión, esta discusión de los resultados sugiere que lo importante desde el punto de vista de los ingresos y de la inserción laboral, no es la cantidad sino la calidad de los estudios. Es decir, lo importante no es sólo realizar carreras universitarias sino elegir bien la carrera (y crecientemente como en otros países la universidad), y asegurar una diferenciación personal en base al nivel cultural y a capacidades lingüísticas, tecnológicas y actitudinales.
- 23 de julio, 2015
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